Elogio de la lentitud
Ante sus ojos, maestros, mi desnudez ilógica
como una Alicia en el espejo.
Gramática de epidermis
como un juego de palabras.
Una Genoveva Alcocer, zurcidora de alpargatas.
Cribar la arena,
otear por el vacío del tamiz,
exhumar distancias entre oquedades.
Así,
ancestros, entregan su cofre.
Con lengua transparente,
éstas, mis arrugas sobre escritas,
y prosodia de truenos y zig zags.
En el ojo, el policéfalo cedro y el dilema trashumante:
¡Geografía semi incierta y verosímil!
Lo inclino,
entre sombrías distancias el rayo de luz.
Lo elevo,
como mis arrugas, una escritura posterior
en el empíreo antiguo.
Palabras de piel y mi ancestral multitud,
reescrituras de una visión primigenia.
Este cuerpo viajero, palimpsesto del camino.
como una Alicia en el espejo.
Gramática de epidermis
como un juego de palabras.
Una Genoveva Alcocer, zurcidora de alpargatas.
Cribar la arena,
otear por el vacío del tamiz,
exhumar distancias entre oquedades.
Así,
ancestros, entregan su cofre.
Con lengua transparente,
éstas, mis arrugas sobre escritas,
y prosodia de truenos y zig zags.
En el ojo, el policéfalo cedro y el dilema trashumante:
¡Geografía semi incierta y verosímil!
Lo inclino,
entre sombrías distancias el rayo de luz.
Lo elevo,
como mis arrugas, una escritura posterior
en el empíreo antiguo.
Palabras de piel y mi ancestral multitud,
reescrituras de una visión primigenia.
Este cuerpo viajero, palimpsesto del camino.
Ella, elegía
Efigie de la tristeza,
un canto doloroso se vislumbra
en el iris de sus labios
y en el rictus de sus ojos.
En su pecho, un par de exilios
braman un espíritu voluptuoso.
El reclamo maternal
a tientas se acerca al cuerpo del hijo.
Con palabras intenta restituir células,
con recuerdos, pálpitos.
Con un lenguaje de salivas, lágrimas, nudos y eufemismos
implanta un nuevo cuerpo de retazos de familia.
A su imagen y semejanza, el hijo recobrado,
al contrario de un moderno Prometeo,
es más nombre que acciones,
es más palabra que hueso.
¿No es ya el fuego de la vida una corriente galvánica que insufla la carne,
sino un rio de imágenes mentales que en el rigor de la boca
y en la angustia de la mirada encuentran su objetivo último?
Iridiscentes, iris y rictus, en la saliva y en la lágrima
reverberan su último brillo en un lenguaje,
de pasado corpóreo,
que no logra explicar la ausencia del presente.
Mi fruta predilecta
Para Yéssica
Como la piña eres mi alimento.
Como la piña te corono.
Te la quito.
Te pelo. Te la pelo.
Pélame, tú también.
Más te muerdo,
te succiono.
Calmas mi sed
y zambullo mis dientes
en la proximidad jugosa de tus aristas.
Esta actitud mía de acercarme más y más a tu corazón.
Se me dibuja en la boca una geografía de tus angustias y dolores
—tan similares a mis
trashumancias—.
Más me acerco a tu interior,
más se raja mi lengua,
sedienta del zumo fructífero
de tus diálogos más húmedos.
*Alejandro Vega Carvajal. Nació en 1987. Estudioso de la filología y, especialmente, de todo lo relacionado a la literatura. Su interés por los géneros lo ha llevado a experimentar con novela, cuento, poesía, dramaturgia y lo que venga después. Entre sus obras se destacan la antología de cuentos Aproximaciones a una salida en falso y otras lejanías, la novela La corriente, el guion dramatúrgico ¡Esto no es un Picasso! y el poemario Elogio de la lentitud. También está construyendo el centro cultural CerroPanela y es amante de recorrer lugares naturales en moto.
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