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miércoles, 29 de enero de 2025

“1.3.1.2.5.9 et’o R’l’uixian” cuentos de Vanessa Sosa

Victoria

    Ellos y solo ellos, los sin nombre.

    Reencarnaron como rostros desfigurados tras una batalla arrolladora. Dentro de ellos, ahora y callados, persistieron desdibujados el recuerdo de los que habían sacrificado todas sus mágicas esencias, esencias con las que buscaron cambiar, un universo en miniatura, que se caía completamente a pedazos.

    Se dice que todo se inmortalizó en una guerra santa, pero, así, el acometimiento acabó por consumirse por el gris color que manó de sus indecorosos labios. Labios que desearon gritar y gritar y gritar lo que nunca pudo prevalecer en los ritos de paz que intercambiaron los reinos de la fealdad y la belleza. Y ese deseo de salvaguardar un universo, un deseo etéreo e inconmensurable, retaba al tiempo inmerecido a hacer el amor con la vida misma, por un nuevo firmamento unificado, en el que pudieran inmortalizar las promesas que no se pudieron decir.

    ¿Acaso habían hecho el papel de tontos por no dialogar sabiamente bajo la amenaza de la muerte que al final de todo les tocó? Ellos ahora ríen por ello, porque no son más que recuerdos que son evocados, gracias a la risa de los infantes que los recuerdan como héroes y salvadores. Salvadores del egoísmo de su fealdad y de su belleza.

    Sin embargo, dentro de las corazas vacías que son, ahora estáticos rostros, persistieron recuerdos forjados por los fantasmas de nacientes amores y de guerras acabadas. Por supuesto los caídos, ahora convertidos en versiones más conscientes de sus acciones, aún más, tramaron nuevos hilos de conmovidos destinos.

    Con esas providencias forjaron más colosos nupciales, de formas imposibles de describir, de nuevos rostros y maneras que contarían sus hazañas. Y así, y más, rugiría una nueva historia a punto de comenzar. Una buena nueva venida desde el más diáfano sentir.

    Ellos más tarde, en sus primigenios sueños, harían lo que las mariposas provocaron en sí mismas, gracias a una victoria, en la que pintaron y pintaron y pintaron un cántico de almas decorosas.


1.3.1.2.5.9 et’o R’l’uixian

En un tiempo distante del que tú y yo vivimos, la Generosidad y la Belleza propusieron un juego a los seres que ellas mismas habían creado, con sus mágicas manos. Ellas, cautas y bienaventuradas, les advirtieron que debían ser tan románticos como pudieran, hasta que, en el debido momento, se cumplieran tres solsticios de verano. Para ellas, el Amor era un elemento indispensable que podría mantenerlos a flote en el vivir y la dicha, y si todos cumplían el propósito de amar a su prójimo, con el debido respeto, serían bien recompensados.

Unos pocos seres mostraron desacuerdos, pues sus creadoras los sometían a condiciones que no compartían, más allá de los propósitos de todos. Así la Generosidad y la Belleza entrevieron, ante esta afrenta decorosa, una sola condición: que cada participante batallaría de la manera más atenta con su opuesto a partir del sentir. Todo esto con la sola intención que ese opuesto debía responderle con igual o mayor clamor hasta transformarlo y desvanecerle. Si no podían amar y ser amados se expresarían de otro modo.

Con todo dispuesto en bandeja de oro sobre la mesa, algunos de los seres, que no eran más que hechos de matiz mesuras, amaron con la más buena de las voluntades a sus congéneres, pero, en su delicado hacer, perdían así todo al dar tanto amor sin medida. En el escenario donde debían representar obras a la tierra, al cielo y al mar, podía verse como se asfixiaban, carcomían sus enterezas y destrozaban sus honores, y lo que eran pues, al abrazarse, como un uno iluminado. Sus yo se esparcían al igual que los fulgores de efervescencia. Pues se dice, que el amor, puede representar más de un idilio mortal.

Otros por tanto, fungieron y batallaron contra esos que los amaban por sobre todas las cosas.

En su quehacer, ascendían y descendían en una guerra en la que los albores, y el azul y verde de sus sonrisas, se pincelaban con rigor y gloria por entre todos. Porque daban más que su vida en los actos que les habían comandado; actos que escapaban más allá de su uso de razón.

Muchos de los que captaron cada espacio del otro en batalla, entregaron todo en beata gracia, yacieron entre orquídeas y lirios, e, hicieron el amor ante los ojos de un dios que todo lo veía. Un dios de doble rostro que, más allá, vislumbraba su existencia allá donde aquel emblema con el que los medían, la Generosidad y la Belleza, coronaba de rocío sus cabezas y tejían alas a sus sueños. Sucedido esto, los que quedaron en pie y pudieron vivir entre cánticos y risas, pintan el firmamento de emblemáticas osadías y entretejen mensajes de intercambios de legiones de Sabiduría a quiénes llegaron a amar; los que adorarían a través de las más libres de las ofrendas hechas, a sí mismos y a sus iguales, por siempre jamás.


Eternos

    La fuente de la conciencia, su eterna maestra, a veces les susurraba que debían trabajar juntos cuando ellos dos peleaban entre guerras de acertijos y malas palabras. Ellos, muchas veces cansados, olvidaban todo lo importante y se iban a dormir, y cuando recordaban todo lo dicho y todo lo vivido, caían en la más turbia de las afrentas sin remedio.

    Una vez, en medio de esa lucha insana sostenida, los paisajes y las estaciones que pintaban, con los matices venidos del azul de su tristeza, el gris de su infinito y el amarillo de su alegría, dejaron de cambiar y perdieron la beldad que necesitaban, esa que los hacía únicos y diferentes de todos.

    Ellos eran egoístas, muy egoístas y no les importaba nada más que sus indecorosas peleas. Se decían de todo lo que se pudiera desear, impresionando así a más de uno que era testigo de tan tamañas hazañas. Discutían por el dominio y el quién debía ser el que debía destacar en todas las tareas que debían hacerse.

    Tareas que debían hacerse para sacar a flote a toda una vida y una vida que dependía de sus manos.

    Y la fuente de la conciencia, en un tiempo como cualquier otro, e incapaz de soportar todo lo que presenciaba, con mudo y disimulado asombro, se apartó de ellos y los dejó a su suerte, sin importar cuanto pudieran reclamar. Y los habitantes de la dimensión de las maravillas, que los contrincantes gobernaban con huraño deseo, y que a veces les reclamaban sus imparciales decisiones, los vieron con otros ojos y se aterrorizaron. Finalmente se habían quitado las vendas que los mantenía ciegos y se sintieron muy tristes.
    El sabio y la flama habían sido tan malvados, que, al final de los finales, les dieron la espalda y también los dejaron a su suerte. Provocado el cambio de escenarios y al verse movidos por una revolución de voces y sentires que arremetieron contra su autoridad, provocaron que ellos dos, al final, desistiesen de luchar uno contra él otro.

    Verse solos les hizo reflexionar sobre sus acciones. Se miraron muy de cerca, y cara a cara, durante largo tiempo; y entonces sin más, se abrazaron sin importar el daño que pudieran hacerse el uno al otro. Y pidieron perdón por los pecados que habían cometido, contra ellos y contra la entereza de todos los que dependían de ellos dos.

    Ahora, se cuenta, que la flama es sostenida por el sabio que, sin lugar a dudas, puede apagarla cuando lo desee; ella confía en él y ya no es tan mezquina. Se ha vuelto la luz y los susurros de su corazón. Y el sabio, que ya no es egoísta, la hace bailar entre sus manos, con el empeño que algún día se hagan un solo ser hecho de fuego y plomo, de niebla y nubes, de plata y oro. Un símbolo de esperanza para todos los que los vieron pelear en un érase una vez.

El miserable sabio y la orgullosa flama de la vida jamás de los jamases habían sido amigos en toda su inmortal existencia. Sin embargo, debían cooperar en sus quehaceres en los tres tiempos que se tejían a su alrededor. ¿Por qué debían cooperar si ellos ni siquiera aguantaban la presencia del otro?


*Vanessa Sosa. Mérida, Venezuela (1986). Historiadora del Arte (2018) egresada de la Universidad de Los Andes. Es  una escritora que se considera aprendiz y también autodidacta. Inició en el mundo de la escritura en el año de 2018 con pocos microcuentos y microrrelatos, que transformó después, en relatos más extensos. Se especializa en el género fantástico porque es el que más escribe, sin embargo, considera que hay mucho por mejorar.   

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