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martes, 25 de marzo de 2025

"Entre sombras y recuerdos: Una reflexión nostálgica sobre el fin de la existencia" por Jober Rocha


En el ocaso de la vida, cuando las sombras se alargan como arrugas en la piel del tiempo, la proximidad de la muerte se convierte en un espectro no deseado, pero inevitable.

Es como si los recuerdos, hasta entonces custodiados con el celo de tesoros preciosos, comenzaran a emerger de lo más profundo de la mente, formando un mosaico de colores descoloridos y suaves melodías.

En estos momentos es imposible no perderse en la inmensidad del pasado, como si cada recuerdo fuera una estrella titilante en el firmamento de la existencia.

En la oscuridad previa al último viaje, es común sentir la presencia silenciosa de la muerte flotando en el aire, como un susurro inaudible, pero que resuena en el alma de cada uno de nosotros a punto de partir.

Los sonidos de lo cotidiano se agudizan, cada risa, cada suspiro, una sinfonía que resuena como la despedida de una estación que se despide para siempre.

Es en ese momento cuando los recuerdos cobran una importancia trascendental, convirtiéndose en faros que iluminan el camino oscuro que se extiende frente a nosotros.

La nostalgia, en este contexto, es como un delicado velo que cubre la realidad, suavizando los bordes afilados de la finitud existencial.

Recordamos los días en los que éramos jóvenes y el tiempo parecía extenderse hasta el infinito, un camino sin curvas, sin límites.

Las risas resuenan como un eco lejano, recuerdos de amores que parecían eternos, pero se disolvieron como polvo en el viento del destino.

Las lágrimas de antaño, ahora transformadas en perlas preciosas, dan testimonio de la intensidad de la experiencia de estar vivo.

Al contemplar la proximidad de la muerte, nos vemos llevados a revisitar lugares que sólo viven en la memoria. El viejo parque donde los niños corrían despreocupados, las calles estrechas que presenciaron el florecimiento de amistades y las noches estrelladas que acunaron sueños y esperanzas.

Cada calle, cada rincón, lleva consigo el polvo de los años, testimonio mudo del inexorable paso del tiempo.

Es interesante observar cómo la nostalgia, en estos momentos, no se trata sólo de los acontecimientos grandiosos, sino también de los detalles simples que componen el tapiz de la vida.

El aroma del café por la mañana, el sonido de la lluvia golpeando suavemente la ventana, la sensación del sol acariciando tu piel. Son momentos fugaces que, acumulados, se convierten en la materia prima de nuestros recuerdos más preciados.

A medida que nos acercamos a la muerte, también confrontamos las decisiones que tomamos a lo largo del viaje. Los caminos no tomados, los amores perdidos, los sueños postergados.

Cada decisión, como pequeñas piezas de un rompecabezas, moldeó el curso de nuestras vidas. Y en el crepúsculo, nos preguntamos si lo que construimos fue suficiente, si realmente dejamos una huella indeleble en el vasto libro del universo.

Sin embargo, incluso ante el inminente final, hay una belleza melancólica en la nostalgia. Es como si la muerte, al acercarse, nos permitiera apreciar plenamente lo efímero de la existencia. Las lágrimas de despedida se convierten en la tinta que colorea la obra de arte final de una vida bien vivida.

Así, entre sombras y recuerdos, en la proximidad de la muerte, encontramos una oportunidad única para celebrar lo que fuimos en vida, lo que somos y lo que pudimos haber sido.

Es como si, en el acto final, la vida nos concediera la gracia de contemplar el espectáculo de la existencia con ojos renovados, recordándonos que, al final, todos somos pasajeros temporales en este efímero escenario teatral llamado vida.


*Jober Rocha, economista, M.S e Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, Espanha. Escritor con algunos premios recibidos en concursos literarios en Brasil y en el extranjero.

lunes, 24 de marzo de 2025

"Serie Ideas" pinturas de Carolina Esperanza Alvado

Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024

Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024

Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024


Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



*Carolina Esperanza Alvado es una artista plástica argentina que reside en Francia desde hace tres años. Su camino hacia el arte ha sido largo, comenzando de manera autodidacta y explorando disciplinas como el teatro y la pintura de forma personal. Sin embargo, fue hace tres años cuando decidió dedicarse profesionalmente al arte, iniciando la exposición de su trabajo. Su obra es principalmente abstracta y se distingue por la combinación intuitiva de texturas y colores. Cada pieza surge de un proceso emocional y espontáneo, con el objetivo de generar una experiencia visual que invite al espectador a sumergirse en un universo de sensaciones y reflexión. En 2024, tras un profundo proceso personal, escribió el libro De la repetición a la creación, donde comparte sus experiencias y el camino que la llevó a abrazar el arte como su verdadera vocación. Esta obra refleja su evolución tanto personal como artística, así como su búsqueda constante de autenticidad en cada aspecto de su trabajo. Las pequeñas obras que presenta forman parte de la serie IDEAS, en la que explora una nueva manera de concebir su arte, dejándose guiar por la primera sensación que surge en su mente. Esta serie, compuesta por 13 obras, fue expuesta en la muestra Camino del artista en Francia en 2024.

viernes, 21 de marzo de 2025

"Un bar en algún puerto" poemas de Daniel González Rebolledo


De la tierra arcillosa
hacíamos el botijo.
su olor era agradable,
digno de contener la frescura del agua.
Lo vestías con flores, cuando airoso,
paseabas desnudo como el fuego
tu grácil estatura y aspirabas
los aromas del búcaro.
 
El alba sonrojaba las cortinas
de aquel cuarto
donde tanto amor yacía,
se erguía, desmayaba.
 
Hoy el búcaro yace junto a trastos
en arrumbados estantes de la casa,
sin aromas ni canto de agua fresca.
Y más tremendo aún,
no está ya tu candor lánguido y dormido
en las celestes luces de mis albas.
 
 
UN BAR EN ALGÚN PUERTO
 
Debe ser leve y rosado,
esquinando el flamenco de tus sueños.
Debe estar al borde, siempre al borde,
al filo ineludible de la noche.
Debe tener equívocos burlescos
y el trópico y América y nosotros
escindidos detrás de tanto muelle
con Gomorra también, y un laberinto.
Debe escucharse un Son,
lenguas barrocas junto al saber oscuro de la sombra
y ese impreciso olor a aguas abiertas,
al filo ineludible, de la noche.


IDEA

Aparece en un sueño y escapa,
salmón rojo de Alaska
entre zarpas hambrientas de los osos.
Su ráfaga me asalta
justo cuando no tengo palabra en qué cazarla
y ella disfruta salmoneando su más bello despliegue.
¡Tal vez tampoco fueras para tanto!
Disparo y la ahuyento de nuevo.
Anhelo su regreso:
sonrisa de luz que cambie el mundo,
caricia al dolor que nunca cesa,
por el rumor del agua sueñen pájaros,
manos humildes estrujen su pañuelo mojado por la pena,
un vislumbre de amor, una mirada,
un cuenco,
donde enjuague su pelo este poema.

 

Daniel González Rebolledo. Escritor, Dramaturgo, actor y director de teatro, profesor de Matemática y Cosmografía, Magister en Metodología de la Investigación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Su producción literaria ha recibido premios municipales (no se le niegan a nadie, decía Borges), provinciales, nacionales y alguna que otra inclusión en antologías. Tiene obras publicadas en Teatro, Cuento, Novela, y Poesía. Vive en zona rural, chacra Finisterre, cerca de Gualeguay, Entre Ríos, República Argentina.

jueves, 20 de marzo de 2025

"Sermón al silencio" poemas de María Alejandra Uribe

8.

Conteniendo el hálito
que busca el origen,
pude sentirme expulsada
de un festín de magma,
 azufre y nubosidad
qué mutó a primavera. 
Manantial
trino de ave voraz, 
vuelo entre los hilos del viento
que abrazan los cuerpos,
Humo blanco proveniente de 
la hoguera de un corazón.
Rugido adentrado en el espíritu que aguarda el misterio, 
mirada noble de un ser místico y vetusto, 
quien comprende porqué
sus manos fueron raíces
del árbol más fecundo.
Pude sentirme ello
y quizás mucho más,
Hoy es sólo reminiscencia,
de este cuerpo, esta esencia, 
el júbilo que llega tardío
sabiéndose en la nada.


SERMÓN AL SILENCIO

I


He perdido de vista la punta de mis pies
HOY
Soy vuelo ante el soplo que recibo.
El recuerdo es un vacío deicida
Que al callar somos.

II

Al igual que el el día corresponde al ocaso
No resístome a desposeer mi voz.

III

¿Cuántas vidas debo cursar para prestarme
a ver una esfera de luz al cerrar mis ojos?
No sé cuántas, puesto que aún no logro ver lo que no soy.

IV

No teman…
Visiten mi degredo
Congreguémonos en la mortalidad
Haciéndonos eslabones que aten flancos
EL OTRO Y YO.

V

Deseosa por rehabilitarme, siento más seguridad
Para limpiar mi ser de aquella adicción por las palabras.
Desintoxico mi garganta del sonido enlodado
Mientras me convierto en una gotita de manantial salado
Y me deslizo por cada uno de los rostros que ignoro, aunque he mirado.

VI

Esta puerta que soy
Y atravieso para verles
Salgo azarosamente
La cierro y arrojo la llave
No soy más atravesada
Siquiera por la rememoración 
Que evoco en quienes un día
Entraron sin avisar. 

VII

El índice que presiona mis labios
Es la cruz que me sella.
Ahora, solo mi respiración
Es mantra que rezo
Para alcanzarte LUZ.


MEDICADA

Cuando el mundo cae
 con su peso en mis hombros
y el corazón se estrecha 
entre llanto y hastío
imagino mi cuerpo ajeno.

Lo veo
Con sus pies temblorosos
transitando sobre el pavimento húmedo, mientras exhala una bocanada de humo combinada con bruxismo.
Incluso, puedo oír cuando la resignación se desliza en forma de trago, a través del esófago.

Olvido si estoy respirando, o cuántas veces parpadeo por minuto; pues no estoy allí, dentro de aquel cuerpo ajeno, el cual se convierte en otro compañero inadvertido.
Lo espío cuando llora a solas,
cuando ríe, gime
o vive a gritos y canta su sentir.
Pienso que...
Podría hacerme su amiga
e idealizo una conversación extendida, dónde ambos concluimos que no estamos solos, que nuestro sufrir coincide.
Así se posa el consuelo en mi coronilla.
Sin embargo...
Todavía no recuerdo cuántas veces parpadeo por minuto,
ni cuántas palabras pronuncio al día.
¡Es más!...
No recuerdo cuántos besos he dado
o cuántos abrazos he compartido.
Continúo afuera 
jugando a la espectadora de un cuerpo ajeno que,
poco a poco
se marcha.

*María Alejandra Uribe. Nació el 9 de abril de 1993 (La Estrella, Antioquia). Abogada, apasionada por las humanidades, dialogante a entre el sinsentido de la existencia y la sensibilidad enmarcada en sus letras. Poeta de la ciudad de Medellín, ha participado en diversos espacios poéticos en el Valle de Aburrá, coautora en la antología de mujeres poetas de Medellín "La Jaula se ha vuelto Pájaro".

miércoles, 19 de marzo de 2025

"Escuchan los muros de piedra" pormas de Carlos Cubeiro


ESCUCHAN 
LOS MUROS DE PIEDRA
  

Paredes y muros de cada recinto cerrado ahí están.
Escuchan los lamentos, las voces derrotadas y llenas de lágrimas.
Escuchan las piedras, los cantos y gritos de júbilo.
El ardiente clímax de los amantes.
También oyen las palabras y las muestras de ira.
Los gritos de terror y dolor.
Las paredes de piedra, los muros, son testigos mudos de cada segundo.
Lo son de cada vivencia alegre, triste o desgarradora.
Lo son de cada muerte serena o violenta.
De cada nueva vida que nace al mundo y no pueden decir nada, nada.
Escuchan y lo guardan.

Saben escuchar.
Saben callar, nada pregonan a los cuatro vientos.
Todo lo guardan para sus adentros.
Pesada carga la que soportan por años y siglos.

Caen los muros, las piedras ruedan.
Por ellas discurre un hilo húmedo.
Son las lágrimas que llevan dentro de tanto tiempo.
Rompen los muros, no por viejos.
Se deshacen cuando ya no soportan
la carga pesada de lamentos y furias desatadas.
De todo lo que han escuchado sin poder decir de ello ni una palabra.

Escuchan en silencio.
No hay mejor para contar lo que sientes, si sabes que otros no te comprenden o no intentan hacerlo.
Escuchan los muros y paredes de piedra mil historias de terror, de regocijo y aguantan lo que les echen.
Da igual que sean golpes o jarras de agua.
Quisiera oír de sus voces cada uno de sus cuentos de vida y de miedo.


                   POR AMOR 

   La lluvia  insistente moja las calles de piedra estrechas y empinadas. Su paraguas de rayas y sus zapatos de Prada siguen el ritmo de las notas que salen de una taberna. Las luces de las farolas se reflejan en las charcas bailando al son de los fados. Es verano aunque llueva. Los soportales les sirven de refugio a la lluvia y a las miradas. Las manos se entrecruzan en los muslos, los besos pintan de carmín cada espacio desnudo de sus cuerpos. La música de la gramola pone salsa a su vaivén sin reposo. Dos tacones suenan en la calzada, se van acercando más y más. El amor fluye, canta, grita en el portal más oscuro, sin candelas. Los tacones se sienten con paso ligero llegando a su vera. Su aliento jadeante llegó al fin a lo más alto de la cuesta. Una voz dijo con dificultad ¿ No me esperáis?. Al instante retumbaron tres disparos en el portal cerrado. Calle abajo,  caminan tambaleándose sin rumbo los zapatos rojos de Prada.


                          MIEDO 

Descubro en la oscuridad el miedo.
En el silencio sin luna me miro en el río que surca negro el valle.
Solo sus aguas quiebran la quietud.
Mi rostro se desfigura como en espejo roto en medio de las aguas.
Mis ojos se pierden entre ramas y piedras mojadas.
Marfiles hundidos en su lecho.
Movimiento infernal que todo lo rompe, que todo lo desgaja.
Miedo 
Miedo de perder mi cara, de perder mi identidad en la noche callada.
Doy la espalda a las aguas impetuosas.
El río me llama.
¡ No te vayas, mañana serás tú mismo!
Tú rostro, tus ojos, tus labios, tú pelo y tus pestañas.
Nada habrás perdido, pero ahora siéntate y escúchame en la calma de tu alma.


*Carlos Cubeiro nació en A Coruña en 1958. Comenzó a escribir poesía en 1983, con la que obtuvo dos terceros premios de poesía en gallego, en Sestao (Vizcaya) y A Coruña en 1988. Desde hace un tiempo, se dedica a la escritura de relatos cortos. Además, colabora con poemas y relatos en la revista digital Masticadores y participa con sus poemas en la revista cultural de la Sociedad Artística Ferrolana (SAF). Ha colaborado y continúa haciéndolo en el espacio La Ventanita de Manuel y Manuela (Facebook), donde recita sus propios poemas. Hasta la fecha, ha participado en dos antologías poéticas y suele colaborar en eventos literarios tanto en León como en A Coruña.

martes, 18 de marzo de 2025

"El Paraguas" cuento de Encantado Eliana Machado


    En una tarde gris en los Alpes franceses, una furiosa tormenta se formaba en el horizonte. Relámpagos cruzaban el cielo mientras las primeras gotas gruesas comenzaban a caer sobre la ciudad. En una esquina desierta, un paraguas negro, ya algo desgastado, se agitaba al compás del ventarrón, girando y elevándose desde un cubo de basura. De repente, una corriente de aire más fuerte lo lanzó hacia el firmamento, como si fuera una pluma al viento. Segundos después, reapareció, completamente nuevo, como recién salido de fábrica, en medio de las nubes cumulonimbus.
    
    La noche anterior, radios y canales de televisión alertaron a la población sobre la llegada de una tormenta eléctrica con vientos peligrosos. El ayuntamiento aconsejó a los residentes que no salieran de casa, especialmente con vehículos, debido a los riesgos inminentes. Aun así, Clara, ciega desde la infancia, sabía que tenía que salir. Su hermano, que sufría gravemente de asma, necesitaba un nuevo inhalador, ya que la válvula del antiguo se había obstruido y no tenían otro.

    Clarita, como él la llamaba, estaba acostumbrada a salir de casa sola y hacer compras en los comercios de la avenida donde vivían. Pensaba que podría resolver la situación rápidamente antes de que comenzara a llover. La farmacia estaba a solo tres paradas de autobús de su vivienda, y creía que podría ir y volver antes de que llegara el chaparrón. Sin embargo, al bajar del autobús, la precipitación comenzó a caer con fuerza.

    Con su bastón al frente, Clara avanzaba con cuidado, tratando de identificar los sonidos y los puntos de referencia de la calle que conocía como la palma de su mano. De repente, un sonido agudo y crujiente resonó cerca de la joven, como si una rama seca se hubiera partido en mil pedazos. Los vientos se intensificaron y, en una de esas ráfagas, su bastón escapó de sus manos mojadas, y se lo llevó el viento. Paralizada, Clarita se vio desorientada. Sin su bastón, no había forma de saber dónde estaba ni hacia dónde caminaba.

    El viento aullaba a su alrededor, y gotas densas caían como flechas del cielo, golpeándola. El tejido de su ropa, antes ligero, ahora pesaba, moldeándose a su cuerpo en un abrazo helado que la dejaba aún más expuesta. Clarita siempre había confiado en su audición para orientarse por las calles. El sonido familiar de los pasos sobre la acera, el susurro de las hojas de los árboles del bulevar le indicaban dónde estaba, ya que cada árbol era único y ella podía percibir esas diferencias. Incluso el murmullo de las voces y la velocidad de los coches le proporcionaban un mapa sonoro en días secos. Esa tarde, sin embargo, bajo la lluvia implacable, todo cambió. Olfato y audición se volvieron inútiles.    

    El agua se deslizaba por su rostro mientras intentaba orientarse, pero los sonidos y los olores se mezclaban, dificultando saber exactamente dónde estaba. El mundo, que antes se dibujaba en su imaginación con total seguridad, se convirtió en una confusa mancha de ruidos y olores indistintos.
De pronto, algo extraño ocurrió. Sus manos que tanteaban alrededor tocaron un objeto: un paraguas, venido del cielo, como un regalo de las alturas. Sin dudarlo, Clarita lo abrió, buscando cobijo y alivio del aguacero. Lo que la sorprendió, sin embargo, fue que el paraguas no parecía ser solo un refugio contra la lluvia. El mango firme en sus manos comenzó a moverse, tirando con delicadeza de ella en una dirección. Reticente al principio, permitió que el paraguas la guiara.

    La conducía con una precisión sorprendente. Cuando estaba cerca de una calle, la hacía detenerse; luego, se inclinaba ligeramente hacia la derecha o la izquierda, como si conociera el camino. Clarita, sin otra alternativa, confió en el objeto, siguiéndolo por aceras y esquinas, sin saber exactamente hacia dónde iba. La sensación era a la vez extraña y reconfortante.
Después de unos minutos, el paraguas se detuvo. Con una mezcla de temor y esperanza, Clarita extendió la mano y sintió la puerta de su casa. Había llegado. Ella rio, aliviada y aún conmovida por la forma en que todo había sucedido. Sin embargo, antes de que pudiera reflexionar más sobre el fenómeno, el paraguas escapó suavemente de su mano y, llevado por el viento, flotó lejos, como si hubiera cumplido su misión.

    Al entrar en casa, su hermano le comentó que había logrado desbloquear el inhalador. Clarita se alegró. Entonces se le ocurrió una idea: “No siempre necesitamos ver para encontrar el camino”. Aún maravillada por la experiencia, Clarita sonrió, sabiendo que algo extraordinario acababa de suceder.

    Afuera, la tempestad fue cesando, y un rayo de sol atravesó las nubes oscuras. En ese momento, un hombre con traje y sombrero negros apareció. El paraguas, que descansaba sobre el cubo de basura en el patio de Clarita, flotó hasta sus manos. El forastero lo observó por un momento, con una sonrisa de satisfacción.

    “Hasta la próxima tormenta”, murmuró, mientras desaparecía en las sombras, dejando atrás solo el silencio, interrumpido por el eco distante de los últimos truenos.


*Eliana Machado nació en Brasil y reside en Francia. Poeta, haicaísta, escritora, editora, traductora, artista visual y doctora en lenguas y literatura, también enseña español en Mónaco. En 2017, su novela Brasil: aventura interior recibió el Premio al Mejor Romance "Talentos Helvéticos Brasileiros III" en Suiza. En 2016, la Unión Hispano-Mundial de Escritores (UHE) le otorgó el Premio de Excelencia Literaria. Y en 2014, recibió el Premio al Mejor Autor Extranjero de la Unión de la Prensa Francófona (UPF) de Mónaco en el "III Encuentros Literarios Fabian Boisson. Posee 13 libros publicados en varios idiomas.

lunes, 17 de marzo de 2025

"Lucha (dólar) libre" obras de Diego Fernando Florio

 

Nombre: Náufrago
Técnica:  Óleo sobre MDF previamente tratado
con gesso blanco en frente y dorso.
Medidas: 50x70 cm
Año:2017


Nombre: Desocupado
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 70x100 cm
Año: 2018


Nombre: Latidoamérica
Técnica: Lápiz de color sobre papel
Medidas:  50x70cm
Año: 2017


Nombre: Reelección
Técnica:  Lápiz color sobre papel
Medidas: 50x70 cm
Año: 2019


Nombre: Lucha (dólar) libre
Técnica: Lápiz color sobre papel
Medidas: 50x70 cm
Año: 2019


Nombre: Yo
Técnica: Lápiz color sobre papel
Medidas: 50x70 cm
Año: 2019


*Diego Fernando Florio tiene 55 años y es Diseñador Gráfico egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), perteneciente a las primeras generaciones de la carrera. Se recibió en 1996 con el mejor promedio de diseño de su promoción en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). Cuenta con 36 años de experiencia trabajando en Parques Nacionales, siempre en el área gráfica, donde llegó a desempeñarse como Director de Diseño durante la gestión saliente. Dibuja desde los 4 años, según le contaron sus padres, y ha desarrollado su técnica de manera autodidacta, explorando materiales a medida que los iba descubriendo. A los 32 años, se perfeccionó en el Estudio Villagrán, dirigido por Enrique y Carlos Villagrán (reconocidos por sus trabajos en Nippur, Batman, Superman, Punisher, entre otros). Durante 13 años trabajó para el mercado estadounidense como dibujante de arte erótico, representado por los hermanos Villagrán para la editorial SQP Publishing. Además, ha estudiado modelado tridimensional de figuras, motivado por su interés en dar forma corpórea a sus ideas bidimensionales.

viernes, 14 de marzo de 2025

Exposición "Mujeres en el Arte" Colectivo Artístico y Cultural de la Revista Innombrable

La exposición Mujeres en el Arte es una celebración de la diversidad, la creatividad y la resiliencia de las mujeres en el ámbito artístico. Esta muestra reúne a las artistas del Colectivo Artístico y Cultural de la Revista Innombrable, quienes, a través de sus obras, presentan una rica variedad de estilos, técnicas y temáticas, reflejando tanto sus experiencias personales como sus visiones del mundo.





"Aprender" poemas de Josimar Manaure

 

Culpa

Cuando te vi tirado en la cama,
mi madre suplicando por ti, 
por qué volvieras.
 
Mis hermanos sin comprender lo sucedido,
entendí que todo era mi culpa. 

Por no cuidarte un poco más, 
por no estar un poco más pendiente, 
por dejarle la carga a mamá.

Entendí que todo era mi culpa, 
papá,  
donde sea que estés, 
es mi culpa.

 
Aprender 

Aprendí a aceptar tu ausencia, 
como ese café que falta en las mañanas,
como ese abrazo de mamá que hace falta.
 
Desde que te fuiste todo ha cambiado, 
se te menciona en casa causando un caos, 
y aunque aprendí a aceptar tu ausencia, 
miro tu foto recordando tu presencia.

Mentí diciendo que he aprendido, 
mentí como cuando dijiste que estabas bien, 
mentí como cuando todos dijimos que estábamos bien.

Aún no acepto que no estas,
pasaron años y presentes estas,
en cada pensamiento que ronda por aquí,
en mi mente y alma, 
volviéndolo un frenesí.


Quiero

Quiero ya no recordarte,
como algo que duele,
sino como algo bello.

Los recuerdos bonitos estarán,
los dolorosos brillan mucho más,
quisiera quemar todo: me arrepentiré.

Construyo una versión de ti a base de recuerdos,
que cada vez pierden tu reflejo,
no sé si te extraño a ti o a un sentimiento,
que me traía ocupada en cada momento.

Me duele,
realmente lo siento,
quisiera que se acabe este sufrimiento,
que todo sea un mar sereno.

Lo malo, lo bueno, lo quiero,
aunque quiero más tu sentimiento,
que realmente me ames y te vuelvan loco mis textos.


*Josimar Manaure, (Falcón, Venezuela. 2006). Josimar, joven principiante, ha encontrado en la escritura una forma de entender y expresar lo que siente. Desde joven, ha disfrutado de la escritura, comenzando a escribir sobre su día a día. Aunque está en el proceso de desarrollar su estilo, busca capturar momentos y sentimientos. 

jueves, 13 de marzo de 2025

"El tiempo vuela y huele a poesía" poemas de Laureano Asoli

 
Perdidos en sueños

Dormidos y perdidos en sueños
de amor, de sol y de sombras
donde suenan tangos
alegres y a la vez melancólicos
para bailar por esa callecita arrabalera.

Las Manos
 
Las manos se mueven como alas de palomas;
Volando con todos sus dedos por el aire del lugar
como si atravesarán vientos.
Las manos llevan palabras,
conversan mientras se sacuden,
Atravesando el lugar como palomas desafiando vientos.
Las manos crean melodías cuando aplauden.
Las manos generan sonidos
cuando golpean la mesa con sus alas cerradas.

Y el tiempo vuela
 
El pájaro se enreda
en alambres de tu risa
provocando paraísos,
suspira en la tranquilidad del patio
y de la tarde
frente a la mariposa que juega
con la manzana roja
que forman tus labios.
Y el tiempo vuela,
llueve,
corre,
huele a poesía.
 

*Laureano Asoli es un escritor nacido en la ciudad de Rosario en 1982, cuyo amor por la literatura nació en el transcurso de su niñez principalmente influenciado por su madre la poeta Mirian Brescó. Participa de diversos espacios artísticos además de colaborar con trabajos enfocados en temáticas literarias, históricas, políticas y geopolíticas en diferentes medios digitales y alternativos de América Latina y Europa. Sus poemas han sido publicados en las antologías del grupo GEPAN, del Club de Poetas Latinoamérica, del grupo Ancestralia S.L. y de la editorial Carpe Literario, por esta última editorial salió a la luz su primer Poemario titulado Poesía con Alas y próximamente saldrá su segundo libro Perdidos en Sueños. Cursó estudios universitarios de la Licenciatura en Historia (Facultad de Humanidades y Artes de Rosario_ UNR).

martes, 11 de marzo de 2025

"Las Cortinas Oscuras" cuento de Yury J. Sandoval Rosas

 

     Miró las negras cortinas. Intentó demostrarse osadía al abrirlas por sí mismo, pero el temor a la posibilidad de volver a ver a Annie lo mantuvo en su silla. ¿Estaría ahí, como siempre, leyendo algo cerca del ventanal de su apartamento de enfrente? ¿Despertaría sus ansias de tomar fotografías y buscar melodías para compartirle? En ese instante aceptó que no estaba listo para correr las cortinas hasta que doña Julia aseara las ventanas sin él presente. Volteó su rostro hacia su ordenador y siguió trabajando. Así trató de evadir el mosaico de sentimientos dentro de él, quien se encontraba ya cansado por un día largo.

     Semanas antes, habría estado absorto en una charla con ella, reaccionando ante sus mensajes con tal encanto, que no habría podido dormir sin fantasear con un encuentro en un lugar lejano donde nadie censurara sus intenciones. Pero en esta noche en particular, William cedió más a la reflexión que a sus fantasías. «Soy un idiota», pensó. «Quedé como un estúpido inmaduro. La muy creída debe estar contenta por haber terminado con esto». Poco a poco, su incómoda conclusión le trajo memorias de las temporadas compartidas con Annie. Tales recuerdos, cuadros muy claros en su mente, comenzaron a cobrar vida cuando revisó el celular y se dio cuenta de que conservaba la fotografía utilizada en una aplicación para predecir la apariencia de sus posibles hijos juntos, en un futuro ficticio. Borró la imagen del teléfono y deseó ardientemente, borrarla de su cabeza a ella también. Sin embargo, volvió a la primera vez que la tuvo en frente tantos años atrás, cuando todo era más sencillo en sus vidas y ella parecía cargar menos peso sobre sus delgados hombros desnudos.   

¿Usted es de Medellín? —preguntó él, mirándola a los ojos, durante la impuesta dinámica del primer día de inducción en la universidad que los unió por más de cinco años.

¡No! —respondió Annie entre carcajadas de sorpresa—. ¿Por qué cree eso?

No parece de acá.  

     Aunque muy corta, la interacción les permitió seguir hablando numerosas veces en los años posteriores. Se contestaban preguntas entre clases u otras oportunidades por los casi dos años iniciales de su carrera universitaria; temporada duranta la cual se estrecharon lazos de compañerismo. Más tarde, al dejar de compartir clases en común fueron separándose gradualmente, sumado al incremento en las ocupaciones de Annie al estar más adelantada en el programa y haberse comprometido en una estable relación romántica, por fuera del ambiente académico. De esa manera, el vínculo de compañerismo entre William y Annie comenzó a deshacerse a medida que pasaban los años y ella se notaba más entretenida con más actividades.

     «No podría estar a su nivel ni ser como ella», caviló William, una vez más, mientras repasaba los momentos cuando Annie le mostraba los exámenes aprobados que costaba pasar. De repente, recordó la ocasión cuando la vio en una empresa, ya trabajando, y en donde él aún era un aprendiz. Se dio el permiso de rememorar ese día en que la saludó, aunque ella llevara evidente prisa y tuvieran menos temas en común.  Tiempo después, según los recuerdos de William, experimentó una sensación de despedida cuando revisó sus redes sociales y notó que ya no eran amigos ni siquiera en la virtualidad. Para él, ella siempre había marcado la pauta de sus interacciones. Le había cerrado las puertas una vez, por años, pero él había consentido abrirlas de nuevo en los últimos meses, en este enigmático e incompleto regreso. Revisó, entonces, sus últimas conversaciones y con más calma se dio cuenta de que la había alejado de él, como lo había hecho antes, debido a su implacable deseo de expresar lo que sentía por ella, sin el filtro con el que ella acostumbraba a comunicarse. Regresó a aquel fin de semana cuando ella lo había agregado de nuevo y le había comentado un estado. Continuaron la conversación activamente sobre sus actuales vidas, hasta que él lanzó una abrupta confesión, al parecer, la responsable de su actual situación.

¿Por qué no me lo dijo en esa época? —indagó Annie con evidente sorpresa ese domingo.

Por temor al rechazo. Usted parecía tener más experiencia; mucha madurez y seriedad. Yo no tenía nada para ofrecer, ni emocional ni económicamente.

¿No cree que ya no vale la pena decírmelo?

Todo debería decirse.

Pero, ¿ya para qué? ¿Después de tantos años en medio de otra vida?

     El pulgar de William se desplazó por varios chats y percibió que Annie había cambiado su actitud con él desde aquel día. Ella se mostraba más vulnerable. Para él, eso era fascinante. Fue consciente de la paradoja egoísta que le permitía hablar más con ella debido a sus constantes cambios anímicos. Al caer la noche, ella se conectaba y le hablaba en medio de sus trances emocionales y llantos silenciosos debido a su condición mental provocada por la presión sobre diversos asuntos personales y laborales que afectaban su sosiego, en ese momento de la vida. Fue así como Annie llegó a aceptar su deseo por que la confesión sobre su interés en ella hubiera ocurrido en aquellos años, con más juventud y libertad. En esta lectura más meditabunda, William visualizó a Annie como a un huracán de sentimientos. Era una mujer complicada, según las expectativas de él. «Complicada y quejumbrosa. Reclama por todo. Solo a ella le he dado explicaciones y le he aguantado caprichos. Me elimina y me agrega a su antojo cuando se siente sobreexpuesta, pero ya no doy más», prosiguió él con su reflexión.

     A medida que procesaba sus pensamientos sobre el comportamiento de Annie, William trataba de entender el propio. ¿Cómo podía una mujer tan compleja, extraña y cambiante ser protagonista de las fantasías con las cuales él se recreaba durante algunas horas del día? La había imaginado junto a él ciertas mañanas frías, hablando de la vida. En los atardeceres, era fácil imaginarla observando el ocaso, rodeados de ambientes naturales o, en las noches, usando trajes ajustados para ceder a juegos inimaginables para ella. ¿Por qué disfrutaba tanto de enviarle fotos de lo que hacía, a donde iba, o lo que compraba? ¿Qué tenía Annie? ¿Era tal vez una especie de hechicera, quien lo envolvía con consejos como si fuera la tía sabia, pero al mismo tiempo una inocente criatura recién destetada y frágil? Annie era un enigma cristalino. Era fácil para él sucumbir a la profundidad de ella y distinguir su genuinidad, pero era dura de traspasar hasta su vida íntima. La fragilidad de Annie era engañosa. Lo acogía en un par de alas abriéndose, permitiéndole acercarse a consolarla, pero con suficientes advertencias, de tal manera que William comprendiera que ella volaría en cualquier momento, debido al fuerte lazo que la unía a su estable pareja desde su edad casi adolescente. Ella se alejaría si así lo deseaba, tratando de evadir la necesidad de compartir con él parte de su flaqueza interior. Aparentemente no era algo grave. Después de todo, no se encontraban frente a frente como el primer día que la vio. William pagaba el precio de hablar con ella en las noches, enviarle sus canciones favoritas, las cuales le facilitaban expresarse con la dulzura de la que él carecía al conversar normalmente, pero que deleitaba a Annie cuando se dejaba llevar por sus facetas más dóciles entre reclamos, cierres, reaperturas, risas, dudas y vuelo.

     William alzó los ojos para descansar de la pantalla, miró alrededor, y siguió esforzándose por mantenerse alejado de las cortinas oscuras. Se dio cuenta de que era hora de pasear a Nino, su bulldog, y su única compañía. Pensó en Sofía, su actual novia, y si podría él llegar a tener la misma determinación de Annie con su respectiva pareja, por mantenerse comprometido con Sofía. Se preguntó por un instante si debería ser como el hombre a quien Annie parecía respetar tanto. O ¿era Annie la responsable de que dicha relación funcionara por tanto tiempo? «!Bah! Ya no más. Me cansé», concluyó William. «Siempre que aparece termino cuestionándome y muriendo por descifrarla». Se desplazó hasta la última canción compartida con Annie y, en vez de escucharla, la ignoró. Se levantó de la silla y le ató la correa a Nino. Acto seguido se dispuso a abandonar el edificio.

     Mientras caminaba por su vecindario, observó el cielo nocturno y notó la cantidad de estrellas cubriéndolo. Tomó fotografías. Se sintió tentado a compartirlas con Annie, pero entonces recordó el último reclamo y el pacto al cual habían llegado. Para enviarlas, sería necesario desbloquearla de todos los medios, explicarle que no tenía ninguna mala intención al enviarle dichas fotos y quizá volver a leer los larguísimos mensajes enviados por ella cuando no estaba de acuerdo con él. Largos mensajes que él ignoraba por unos días, para así continuar la conversación después, y posiblemente llegar a escuchar cautivadoras notas de voz de ella: la única manera de oírla cerca. Especuló, por lo tanto: «si le enviara esto, pensaría que soy un psicópata, tal como cuando le envié la foto de la puerta del edificio donde vive, el día en que se mudó a este sector, sin saber que sería mi vecina. Creería que me la imagino durmiendo conmigo, mirando las estrellas en un camping. Esa mujer parece una vidente. Adivina pedazos de la realidad, pero se asusta rápido. Mejor no». De regreso a casa, llamó a doña Julia.

Hola, don William —escuchó a la mujer al otro lado del teléfono—. ¿Desea que vaya mañana?

Sí, sra. ¿Podría venir?

En la tarde. ¿Me deja la llave y luego se va como siempre?

Sí, me voy a las 2.

     Al día siguiente, tal como lo acordaron, William dejó la llave y salió del apartamento. Cuando regresó en la noche, doña Julia seguía adentro del reluciente domicilio, después de una exhaustiva limpieza.

Don William —inició ella la charla, con la confianza y cortesía de su servicial relación desde hacía varios años—. Quisiera preguntarle por esas cortinas que puso al lado de su computador. La verdad no se ven muy bien. Le tapan toda la luz y no le combinan con el resto de las cortinas.

     William se sonrojó ligeramente a la vez que pensaba en cómo dar una respuesta sin ahondar en el asunto.

Si tu ojo te hace tropezar, arráncalo de ti —contestó mientras acariciaba la cabeza de Nino—. Hay cosas más importantes que la decoración, Julita.

     Ella lo miró con un maternal gesto de ternura, le entregó la llave, caminó hacia la salida y justo antes de ajustar la puerta, se despidió:

—Y, ¿cómo va a tapar los recuerdos?  

 

*Yury J. Sandoval Rosas. Escritora, editora, traductora, gestora cultural y poeta bumanguesa YURY J. SANDOVAL ROSAS es licenciada en inglés de la UIS. Es docente de lenguas extranjeras y creadora de contenido en Youtube. Es autora del poemario ‘Cuando Despiertas’, la novela corta ‘La Tiranía del Elogio’ y el libro de cuentos ‘Historias para Almas Sensibles’, el cual fue seleccionado en Ulibro2024 (Feria del Libro de Bucaramanga), en la tarima independiente. Actualmente, es colaboradora de la Fuerza Cultural SanGilarte y la Provincia: un colectivo de mujeres poetas, quienes han gestionado recitales y eventos literarios en Colombia. Yury Sandoval lanzará el libro infantil bilingüe  'La Camiseta Rosada/The Pink T-shirt' en marzo de 2025. En la actualidad, se encuentra trabajando en su quinta obra poética.