El imperio de la frivolidad
En el imperio de la frivolidad las marionetas vacías
tienen máxima desfachatez o máximo acartonamiento.
Cada dolor deja su marca y cenizas escarlata.
Sin afecto una caverna o una catedral son ya lo mismo.
¡Es tan hondo y tan sencillo el éxtasis del beso!
Es posible despertar desarraigarse de las pesadillas.
En el imperio de la frivolidad las marionetas vacías
reprimen y sobredimensionan los bajos placeres.
Hay mucha luz oculta detrás de la tragedia.
Es falsa toda lágrima que no establezca portales.
Planea una golondrina en su belleza más azul.
Un corazón veraz y auténtico jamás jamás se rinde.
En el imperio de la frivolidad las marionetas vacías
desfallecen por lo insignificante y mínimos obstáculos.
Campanadas
Suenan campanadas de una bella catedral
divinidad a la deriva en cierta gárgola
con ojos verdes.
Purga sus crímenes un reo.
Purga su tibieza un ser cobarde.
Mariposas que envenenan.
Tiburones, hambre insaciable.
Gusanos genuflexos ardiendo de resentimiento.
En lo más frío de la angustia
el pasado y el presente y el futuro
se llenan de sombras.
Hay seres que se asfixian en una familia.
Hay seres que se asfixian sin una familia.
Y sólo existe lo que amamos.
Una belleza verdadera más allá de la apariencia.
Música, niñez, ciruelas.
El resto es engaño.
Damián Jerónimo Andreñuk
Yo, Damián Jerónimo Andreñuk, andaba en el anochecer
de mi inocencia
con la tristeza a cuestas.
Y alguna vez un beso.
Y alguna vez reía.
Estuve en soledad ante mis miedos inmensos.
Maldigo a mercachifles y psicópatas.
Los muchos latigazos del dolor
me despertaron la conciencia.
Yo, Damián Jerónimo Andreñuk, andaba asfixiado
por vivir sin arriesgar toda mi sangre.
Por creer en la avaricia y lo falaz.
Por degradarme la ferocidad, lo invaluable.
Entré a machete y fuego
en los cañaverales de las injusticias.
Tiene ojos de serpiente cualquier arrogancia.
Prefiero heridas en la piel
a que enferme mi espíritu.
Yo, Damián Jerónimo Andreñuk, andaba siempre
pensando en los gusanos.
En el modo de encauzar mi amor invicto.
En un abrazo ancho, definitivo,
que me envolviera hasta muy dentro.
En el imperio de la frivolidad las marionetas vacías
tienen máxima desfachatez o máximo acartonamiento.
Cada dolor deja su marca y cenizas escarlata.
Sin afecto una caverna o una catedral son ya lo mismo.
¡Es tan hondo y tan sencillo el éxtasis del beso!
Es posible despertar desarraigarse de las pesadillas.
En el imperio de la frivolidad las marionetas vacías
reprimen y sobredimensionan los bajos placeres.
Hay mucha luz oculta detrás de la tragedia.
Es falsa toda lágrima que no establezca portales.
Planea una golondrina en su belleza más azul.
Un corazón veraz y auténtico jamás jamás se rinde.
En el imperio de la frivolidad las marionetas vacías
desfallecen por lo insignificante y mínimos obstáculos.
Campanadas
Suenan campanadas de una bella catedral
divinidad a la deriva en cierta gárgola
con ojos verdes.
Purga sus crímenes un reo.
Purga su tibieza un ser cobarde.
Mariposas que envenenan.
Tiburones, hambre insaciable.
Gusanos genuflexos ardiendo de resentimiento.
En lo más frío de la angustia
el pasado y el presente y el futuro
se llenan de sombras.
Hay seres que se asfixian en una familia.
Hay seres que se asfixian sin una familia.
Y sólo existe lo que amamos.
Una belleza verdadera más allá de la apariencia.
Música, niñez, ciruelas.
El resto es engaño.
Damián Jerónimo Andreñuk
Yo, Damián Jerónimo Andreñuk, andaba en el anochecer
de mi inocencia
con la tristeza a cuestas.
Y alguna vez un beso.
Y alguna vez reía.
Estuve en soledad ante mis miedos inmensos.
Maldigo a mercachifles y psicópatas.
Los muchos latigazos del dolor
me despertaron la conciencia.
Yo, Damián Jerónimo Andreñuk, andaba asfixiado
por vivir sin arriesgar toda mi sangre.
Por creer en la avaricia y lo falaz.
Por degradarme la ferocidad, lo invaluable.
Entré a machete y fuego
en los cañaverales de las injusticias.
Tiene ojos de serpiente cualquier arrogancia.
Prefiero heridas en la piel
a que enferme mi espíritu.
Yo, Damián Jerónimo Andreñuk, andaba siempre
pensando en los gusanos.
En el modo de encauzar mi amor invicto.
En un abrazo ancho, definitivo,
que me envolviera hasta muy dentro.
*Damián Jerónimo Andreñuk nació en City Bell en 1986 y reside en Villa Elisa, ambas localidades ubicadas en el partido de La Plata, Buenos Aires, Argentina. Publicó once libros, todos a través de certámenes en diferentes editoriales: Omisiones (Raíz alternativa, 2010), Portales al vacío (De Los Cuatro Vientos, 2011), Formas concretas (Hespérides, 2013), Silencio de crisálidas (Literarte, 2015), Metástasis (Luz del alba, 2015), Vértigo insondable (Mis Escritos, 2017), Música del polen (Hespérides, 2021), Yamila (3K, 2021), Donde orinan los lobos (Fela, 2021), Dimensiones de lo breve (Mis Escritos, 2022) y Pelear contra la niebla (Trinando, 2023). Además, a nivel nacional e internacional, obtuvo distinciones en concursos y fue seleccionado para colaborar en revistas y antologías.
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