La esperanza de vida en Brasil
sería de 76,8 años en 2020. Un estudio coordinado por la investigadora
brasileña Márcia Castro, del Departamento de Salud Global y Población de la
Universidad de Harvard, estimó, sin embargo, que la pandemia redujo esa
expectativa en 1,8 años en 2021.
Superada ya esta vida media, me
alegra reconocer que la ciencia estadística, por suerte, nos ha reservado otras
medidas de dispersión, como la amplitud, la desviación, la varianza y la
desviación estándar; así como otras medidas de tendencia central además de la
media, como la moda y la mediana.
De todos modos, habiendo superado
la media, cualquier persona prudente, que reconoce que la vida es corta, se
pone 'la barba a remojar', como dice el dicho popular.
Lucius Aneu Séneca (04 d. C. – 65
d. C.), abogado, escritor, intelectual y filósofo del Imperio Romano, fue el
autor de un famoso libro, llamado 'Sobre la brevedad de la vida', escrito para
instar a su suegro Pompeyo Paulinus a renunciar a sus cargos públicos y llevar
una vida tranquila en el campo.
En una parte del libro le dice a
su suegro:
"La vida, si es bien
empleada, es bastante larga y nos ha sido dada con gran generosidad para la
realización de tareas importantes".
“Por lo tanto, cuando veas a
menudo una toga fingida o un nombre famoso en el foro, no lo envidies: estas
cosas se adquieren a costa de la vida. Para vincular su nombre a un solo año,
consumirán todos sus años”.
“A algunos la vida los abandonó
en las primeras etapas, antes de que alcanzaran alturas ambiciosas; a otros,
después de haber subido a la cumbre de los honores a través de mil
deshonestidades, surge el triste pensamiento: ¡haber trabajado tanto por una
inscripción en una tumba”!
Aunque escrito en el año 64 dC,
según algunos historiadores, los mensajes de Séneca son muy actuales si se
comparan con la situación política del mundo actual.
Séneca, sin embargo, no menciona
en su obra el hecho de los males que cualquier autoridad sinvergüenza puede
practicar en una vida, aunque sea breve, y, sobre todo, los innumerables daños
que puede causar a las personas que tienen una larga vida, que parece ser
prerrogativa de los sinvergüenzas.
Las personas bondadosas y
virtuosas tienden a ser efímeras, según la voz del pueblo. Pocos son los santos
que no murieron en la flor de la vida y lograron vivir hasta la vejez. William
Shakespeare dijo una vez: ¡La vida es demasiado corta! Pasar este momento
vilmente sería un desperdicio.
Pero los sinvergüenzas no piensan
así, porque hay muchos viciosos que se quedan en el poder de por vida,
decidiendo la vida y muerte de las personas durante sus largas existencias, en
las que no cogen ni una simple gripe. Sus arterias, a la edad de ochenta años o
más, si las observan los cardiólogos, están tan limpias y sin obstrucciones
como las de un bebé recién nacido.
Llego a pensar que el mal diluye
la sangre, evita la formación de coágulos, aumenta el número de plaquetas,
reduce el colesterol malo y aumenta el bueno, disminuyendo el ácido úrico y la
glucosa.
Los virus mismos parecen ser
selectivos en sus nefastos viajes a través de los continentes del planeta.
Pasan golpeados por malos personajes y, como tigres y leones, buscan sólo las
gargantas de los buenos abuelos, los buenos padres y los buenos hijos.
Yo sé que esto es cierto, porque
casi nunca atacan a ninguna autoridad, prefiriendo siempre al populacho. Tanto
es así que los hospitales populares se llenan en tiempos de pandemia, como
ahora; pero los hospitales de las élites siempre tienen vacantes para esas pocas
autoridades contaminadas que, habiéndose mezclado con el pueblo, han sido
confundidas con miembros del rebaño por los pobres virus de la mala vista.
Los sinvergüenzas, además de
vivir muchos años, suelen tener una enorme descendencia que los perpetúa en el
poder. Sus grandes familias dominan sectores de la vida económica en cualquier
país, en todas las regiones y en todas las profesiones. Incluso si algunos son
efímeros, nunca nos libraremos de sus malas influencias póstumas en nuestras
(estas sí) breves existencias.
Frente a estos maestros en el
arte de engañar, dominar y mantenerse eternamente en el poder, “Todos somos
aprendices. La vida es tan corta que no es suficiente”, dijo una vez Charles
Chaplin.
Mirando la cuestión desde su lado
metafísico, me imagino que el Creador les dio a los sinvergüenzas una vida más
larga por varias razones: la primera de ellas debe ser para mantenerlos
alejados por más tiempo, lejos del centro del poder de la creación, aislados en
un pequeño planeta de una diminuta galaxia, de uno de los más lejanos de todos
los universos infinitos que creó.
En segundo lugar, creo que este
es un planeta al que todos vinimos a hacer un curso de supervivencia, sin que
nos demos cuenta. Muchos imaginan que vinimos aquí en busca de la felicidad,
para ser felices de encontrarla y disfrutarla, pero yo no me lo creo.
En el plan de estudios,
desconocido para nosotros, de este curso de supervivencia en el que nos
inscribimos obligatoriamente, está ciertamente el tema 'Cómo aprender mientras
se sufre'.
Por supuesto, tendríamos que
tener buenos maestros que enseñaran un tema tan importante en nuestro
desarrollo espiritual. Imagino que nuestras canallas autoridades son los
ilustres maestros designados por el Creador, cuya misión sería ponernos a
prueba hasta el límite de nuestra resistencia, para ver cuánto sufrimiento podemos
soportar, sin quejarnos.
Las cátedras suelen ser
vitalicias y los buenos profesores son difíciles de conseguir; por eso imagino
que cuentan, aunque sean grandes sinvergüenzas, con los favores del Creador
para una vida más larga que la nuestra y, además, como paga por sus servicios
prestados.
Caso las cosas sean distintas de
esta manera por mi imaginada, no veo otra razón para la discrepancia que da
título a este texto y me vería, por ello, obligado a abdicar de todas mis
creencias y convicciones en un Supremo Creador que todo puede hacer, saber y
ver.
Entrando en depresión poco tiempo después y comenzando a tomar medicina con franja negra, sería fácilmente contaminado por el materialismo marxista y por los postulados de Antônio Gramsci, verdaderos virus malignos que irían penetrar mis ideas y convicciones, transmitidos que habrían sido a través de mi contacto, sin la máscara, con algún activista político de izquierda y, en un futuro cercano, me convertiría en mi propio verdugo, retroalimentando una red malvada que solo ve sus propios intereses privados y conspira contra los de las poblaciones de todo el mundo.
*Jober Rocha, economista, M.S e Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, Espanha. Escritor con algunos premios recibidos en concursos literarios en Brasil y en el extranjero.
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