Maestro Sanmartín, me presento, mi nombre es Alexander. Mi papá dice que usted es escritor y que es un honor tenerlo de vecino. Quiero pedirle un favor. Vine para que me ayude a hacer una tarea. Tiene que ver con su arte. La profesora de Lengua Castellana nos pidió escribir una historia sobre algo que haya marcado nuestras vidas, sea alegre o triste.
Tenemos tres semanas para escribirla. Mi maestra dice que tengo facilidades para la expresión verbal y que eso ayuda para escribir.
Tengo un tío que es poeta y dice que la realidad parece imaginada por el diablo. Y que la vida real no es como la televisión que advierte de los programas que los niños no debemos ver. Él me hubiera ayudado, pero se encuentra en México.
Pensé en el día de mi primera comunión, pero no, todo el mundo pasó por lo mismo, nada original. También pasó por mi mente el día en que al abuelo se lo llevó un infarto, pero, a pesar de la tristeza, no es nada raro porque murió de viejito; mamá dice que falleció de muerte natural y que en nuestro país es una fortuna morirse uno de viejo.
Pero sucede, maestro Sanmartín, que en realidad sí pasó algo que marcó mi vida y que jamás olvidaré aunque tenga cien años. La profe dice que no importa si la inventamos, pero yo podría escribir mi historia tal y como sucedió.
El caso está fresquito aquí en mi mente, fue el día más triste de mi vida. Fue hace tres años, un sábado en la mañana, yo tenía siete cuando se llevaron a Tiny. Yo estaba jugando Guerra de las galaxias cuando llegaron tres hombres; dos estaban vestidos de gris y el tercero era un agente de la policía. Todos usaban guantes y tapabocas. Saludaron como saludan las personas educadas. El que parecía ser el jefe mostró un papel con una autorización para entrar a las casas y con voz de mandamás, dijo: «Hemos sabido que tienen un felino y por orden de la Oficina de Salud Pública nos lo tenemos que llevar. Ya se habrán dado cuenta sobre el virus de la fiebre felina y sus peligros para la salud de los humanos». Mamá de inmediato los enfrentó y les dijo: «De ninguna manera, él no está enfermo y tiene las vacunas reglamentarias». Entonces el mandamás dijo: «Mire, señora, órdenes son órdenes y no es nuestra intención pelear con nadie, pero son medidas de protección para que el virus no se pase a los humanos y se vuelva mortal». «Les repito que nuestra mascota está en perfectas condiciones y no representa ningún peligro para nadie», les dijo mamá en tono más fuerte.
Según uno de ellos, era un asunto de vida o muerte; el número de afectados iba en aumento y se debía proteger a la población antes de que el mal se regara. Nos habló del mal de las vacas locas, la fiebre aviar y hasta hace poco la fiebre porcina. Ahora la amenaza venía de la fiebre felina. Nos explicó que los virus mutan cuando pasan de una especie a otra. Tiny sería examinado y si salía negativo lo devolverían, si nos negábamos tendríamos que pagar una multa. En esas salió Beatriz, mi hermana, y plantada en media sala les gritó: «Ustedes no se llevan a nuestro gato, está completamente sano y nosotros también». Entonces uno de los hombres de gris, dijo: «Mire señorita, entendemos el amor por su mascota, pero tenemos órdenes de decomisar los felinos de este sector», y mi hermana volvió a gritarles: «Me importan un bledo las órdenes, vengan de donde vengan. Cuando uno de nosotros se enferme, incluyendo a Tiny, les avisamos y si van a examinarlo, lo hacen aquí mismo en nuestra casa». Cuando el alegato estaba en su furor, apareció Tiny en la sala dispuesto a echarse en su sillón preferido y ahí fue cuando el agente de policía lo agarró y lo metió en una jaula. Entonces fue cuando intervine en la pelea, aunque en realidad no hubo ninguna pelea, más bien nos faltó valor para defenderlo a puñetazos y esconderlo, solo dije con voz quebrada: «No se lo lleven…», pero nadie le hace caso a un niño y los tipos se lo llevaron; fue como si se llevaran a un hermano. Recuerdo su última mirada en la jaula y su queja, miau, miau… Lo escuché hasta cuando el vehículo de los empleados de la salud salieron de la unidad residencial. Nunca lo olvidaré.
Ellos habían dicho que lo devolverían si salía negativo; nunca lo hicieron, tampoco nos mostraron los resultados. Por varios días mi mamá y mi hermana lo buscaron por todas las oficinas de salud pública que hay y nadie nos dio razón. Tampoco volvimos a ver a los tipos que se los llevaron.
Muchas noches, antes de quedarme dormido, pienso en qué pudo haber pasado con Tiny. ¿Lo sacrificaron?, ¿alguien se apoderó de él y lo trata bien…?, no lo sé. En casa todos quedamos con un vacío.
A veces sueño con Tiny. Algunas mañanas despierto con la sensación de que fue una pesadilla, entonces miro a los pies de la cama donde se acostaba usando mis pies como almohada. Al encontrar el vacío me pongo a llorar pasito. ¿Qué sería de Tiny? Si el mundo es cruel con los humanos, con los animales mucho más, pero es como un consuelo tonto.
Eso sucedió hace tres años y lo recuerdo como si fuera ayer.
Maestro, yo soy capaz de escribir la historia, pero tengo un problema delicado; ¿qué título
le pongo?
Texto perteneciente a Versarte Itagüí: entre letras y pinceles, un proyecto articulado entre la Corporación Somos: Arte y Cultura para Antioquia y la Revista Innombrable
*Rafael Aguirre, Psicólogo, Escritor y Editor. Nació en Medellín, vive en Itagüí. Tallerista de Creación Literaria y Narrativa, Casa de la Cultura de Itagüí, adscrito a la Red RELATA, Mincultura. Fundador de la Tertulia Literaria LOS OCTÁMBULOS.
Obras: Ha publicado Las Tentaciones de Tánatos, cuentos (2002). La Bruja que me Amó y otros Cuentos de Amor (2007). Coautor de Nuevos Cuentos Colombianos, Cooperativa Confiar (2009). El Cuento de mi cuento y otros minicuentos (2011). Las valijas del tiempo, novela (2018). De poetas y poesía en Itagüí, memorias (2021). Lábil cuerpo, poemas (2022). Ha publicado cuentos, poemas, ensayos y crónicas en periódicos y revista literarias del medio.
Premios y reconocimientos: Primer Premio en el I Concurso, La Historia de mi Barrio, Itagüí (1990). Tercer Premio en el III Concurso Nacional de Cuento para Trabajadores (1992) y Menciones de Honor en el IV y VI versiones del mismo concurso. Preseleccionado PREMIO NACIONAL DE CUENTO (1998) de Mincultura. Tercer Premio de Cultura Ciudad Itagüí (2009), modalidad cuento. Finalista IV Concurso de Cuento Instituto Caro y Cuervo, Bogotá (2018). Exaltación al Mérito Cultural y Literario
Concejo Municipal de Itagüí (2018). Premio La Tagua al Mérito Literario y Creativo, La Estrella (2019).
Un cuento dentro de otro cuento, de interesante conjetura.
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