A Raúl Gómez Jattin y Francisco Forero.
He pasado mi vida recorriendo las calles entre transeúntes y fantasmas, voy sin equipaje como un ayunador que peregrina, pero el mundo deposita en mis harapos los cadáveres de los meses y yo acepto ese peso como parte de mi esencia, cargando el pasado en la botella de aquel vino barato que se escabulle en mi mano, como quien se interna en la oscuridad buscando la luz que ha perdido. La libertad en mis recuerdos es una cárcel de cemento y grava, no hay rejas en ella, tan solo las luces de los autos que pasan desbocados de madrugada, apuñalando retinas en la avenida, atravesándolo todo, mientras yo sigo tranquilo, recorriendo el vecindario a pie y sin más prisa que la de gastar segundos en vivir, como siempre.
He llegado a pensar cuán difícil es volver a ser el hombre que era, no estoy tan viejo ni tan loco como dicen, aunque quisiera desbordarme de esa forma. Más de una vez he perdido los sentidos en la ebriedad de mis pensamientos, y aunque mi aspecto desaliñado haga pensar a los otros que estoy marchito, sigo siendo yo: el niño que ha dejado las jorobas.
He decidido caminar solo por la vida por miedo a conducir a otros a mis abismos, Cereté es una utopía hecha de raíces sin árboles y yo soy el fruto maduro de esa ausencia que se pudre en la banca de este parque, abrigador y solitario. La cumbre ya no tiene más secretos para contarme, no tengo rumbo, mis huellas son apenas una ruta de flores destruidas en el intento de no lastimar la hierba que otros ya pisaron, todos alaban el pétalo y la fragancia de la rosa, pero nadie ama como yo la maleza, no sé por qué lo hago, quizás porque me veo en ella como el alimento primario de toda la cadena que nutre al mundo.
No paran de llegarme los reflejos luminosos de las farolas, aparezco hasta en los charcos de agua sucia formados por la lluvia en las aceras, mientras me escampo del frío bajo los balcones; esa quietud me hace mirar como una vaca que se alimenta de imágenes, mastico los colores hasta dejarlos transparentes y me pierdo una que otra vez tras el vuelo de una mirada que me sigue desde la ventana detenida frente al semáforo, no encuentro allí a ninguna princesa encerrada en una torre, tan solo hay esclavas de ventanas en los buses mirando hacia la nada, melancólicas, con sus murmullos invisibles, arrebatando mi silencio a su realidad. Es tan pesadamente común que me enamore de repente de esas miradas, pero siempre es igual, al pasar la calle el cuervo del olvido arranca esas amantes de mis ojos, sonrisas devoradas por el anonimato, carroñeros pájaros que siempre están conmigo, esperando las sobras de mis memorias, como gallinazos ante la basura de la carnicería de alguna plaza bulliciosa del malecón.
No hay invierno en mi país aunque parece que mi vida fuera un trece de mayo perpetuo y lluvioso. Mi corazón es una enorme lata de aserrín prensado que se consume en un fuego barato, me reparto en todas las cosas, pero solo me reciben los vagabundos, avanzan hacia mí, desconfiados, y me rodean para calentarse en las noches frías donde nadie escucha una súplica. No hay adicción en mi condición de poeta y de exiliado, aunque mi sangre conozca los excesos; esas falsas realidades no tienen para ofrecer a estos ojos hastiados de mundo ni una sola imagen que valga la pena. Mi deambular es bohemio y verdadero, se desangra en poemas, en admirar la noche y en disfrutar de la caricia de un perro callejero que es mi hermano como el resto de los perros y de los animales. Soy tan natural que soy antinatural al mundo de los hombres, ignorantes de la descarnada realidad que exhibo ante ellos como un frágil verso, sucio e ilegible. No hay en el mundo un lugar que me pertenezca más allá de la piel, menos aún una cosa que pueda tomar por mía.
Lola sigue mirándome desde el escaparate pero no me dice nada, ya no hay ángeles en las legiones clandestinas de la fraternidad, los he herido sin saber en instantes de negrura sumergido en las lagunas mentales de la locura y los he perdido. La miseria que deja la lujuria de pocos instantes me estremece y las calles de Cartagena se me hacen misteriosas, desconocidas, como fotografías viejas abandonadas en los cajones que un día abrimos sin saber para volver a ellas, encontrando en sus tonos únicamente la primera visión de la muerte y del olvido.
No voy a misa, pero hay en mis versos fragmentos antiguos de rezos y grutas que me resguardan del vacío; hoy he visto a Dios en una alcantarilla y el cielo despejado de nubes ha hecho mi historia tan infinita que ha dejado de ser valiosa. Ya no tengo legado que dejarle a los camellos, mi arte se hace a un lado, me despojo; los toros son veloces fieras de metal que rugen en la noche y yo soy su torero desarmado, el público aplaude mi baile preciso ante el peligro pero yo solo espero la cornada, el adiós de mi madre como un saludo ante lo prometido, la unión de los dos en un recuerdo, este verso que reverdece por el moho y la humedad, vida nueva en la estéril hoja de la muerte que se roba mis palabras y mis sueños.
*Santiago Garcés Moncada Nació en Itagüí el 3 de junio de 1999, participó del taller de creación literaria “People and stories” traído a Colombia desde Cambridge - Massachusetts (2015), ha sido galardonado en diferentes concursos literarios, resaltando que fue ganador del 4° Peace Fest Medellín (2021) y del 1° y el 3° Premio Municipal de Cuento Corto de Itagüí (2018 y 2020), al igual que el premio del público en la cuarta versión del mismo (2021). Es co-autor del libro “Deshielos de tinta” (2019) y su cuento “Casa robada” fue publicado en “Medellín en cien palabras” (2019).
Ha participado con sus lecturas en diferentes festivales internacionales de poesía (2018-2022). Abriéndose fronteras fue seleccionado para publicar sus cuentos y poemas en más de sesenta medios diferentes en alrededor de doce países entre latinoamericanos y europeos (2019-2022), entre los que cabe destacar su participación en la antología “Voces del nuevo cuento latinoamericano” publicada por la editorial ecuatoriana Fela Ediciones (2021), como también su publicación en la revista Quimera de Costa Rica en la que fue reconocido como referente latinoamericano en el tema de mitos y leyendas (2021). Participó de la antología de cuentos “Antes del 2020” publicada por la editorial mexicana DINKreaders (2021), obtuvo el segundo lugar en la feria del libro de Andalgalá - Argentina (2022) y la Exaltación al Mérito Literario, otorgado por el honorable Concejo Municipal de Itagüí por resolución 021 del 29 de julio de 2022. Actualmente, es miembro del taller literario Letra-Tinta, estudia Licenciatura en literatura y lengua castellana en la Universidad de Antioquia, donde hace la ruta especial de doble titulación con Filología Hispánica y es cronista y jefe de redacción de la revista Bohemia.
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