Pecado
Enlazados están los poros de mi piel a aquellas
manos cálidas y calladas que
sutilmente desvestían mis penas con amor.
…Navegaban a trayectos
cortos por mis debilidades; me hacían suya.
Y en ese insolente robo, mis
labios solo callaban.
Resistía con esfuerzo altivo mi vehemencia por dar pare a tan
indebida desfachatez,
Pero, en poco tiempo mi cuerpo borró su necedad.
En él supe adorar el pecado, penitente en el silencio del placer…
Entre sus labios hechiceros mis piernas hozaron temblar con tenaz
gustosidad,
Sintiendo en plena altivez la encendida furia con que desvestía mi
lujuria.
De puro gusto… ¡Ay, alma mía! Te dejaste arrebatar la inocencia y
pureza.
Ya hoy, no vale cuán arrepentimiento cargue las penas mías.
¡Soledad!
Soledad, siempre estarás tú mi devota amiga…
Contigo partiré, si no me dejas…
Cavaste un hueco recóndito en mi alma para obstruir a la memoria
que hace reclinar mi lánguida cabeza, sangrando dolores, aunque aún siga
erguida.
Entre tanto, las llamas van calcinan los pensamientos, sin
encenderse el raciocinio, sintiendo más el hecho que el fin.
En vano piden refulgencia mis tristes luceros, entre ceguedades
alucinando, dando vida a mi juicio más novato e inseguro, que me entierra con
mayor salvedad.
Y es así que, ensimismada está la efímera conciencia fulgurándose
en la nada que hoy representa todo mi interior, tapando con cortinas de humo y
nicotina el desmadre de la ilusión.
Mientras, entre mis huesos delirantes, estoy puesta, a todo el mal
de ingrato amor que quiebra y roba vitalidad.
Mi piel y mis labios le mantienen desde el primer día viviente,
saboreando un sabor ya sin gusto.
¿Qué ausencia, qué desvarío, viven mis juventudes?, llorando el ser
que vivo, deseando alta piedad de esta excelsa vida.
Pues, si del cruel amar sigo prisionera, pronta será abierta mi
sepultura.
Batalla silenciosa
Silencio siniestro,
Me torturas bajo el fulgor purísimo de una mente en torbellino,
Atravesando las mórbidas penas de mi pecho acongojado, .
Vas logrando desarmarme en raudal de llanto…
Venciendo mi arte de sonreír,
Me tornas ufana al infierno de lamentos y gemidos,
De insensatos tiempos de pesadumbre.
¡No sabes cuánto sufro!
Con mis tinieblas al desnudo,
Sola y desarmada,
Batallando con impecable valentía,
Mis más sádicas luchas.
Hallando mi dolor en rostro de vida primaveral,
Pero con hojas marchitas,
Casi echas polvo,
Que el viento me roba de las manos.
*Ana Gabriela Banquez Maturana es administradora industrial de la universidad de Cartagena, con experiencia en el control estadístico de la calidad, participe en varios encuentros literarios a nivel nacional e internacional (Rumanía, México, Perú, Colombia, etc.), autora de artículos científicos con múltiples indexaciones (DOAJ, Dialnet, Google academic, Stanford libraries,..), y obra literaria (Amazon, booktopia y demás).
Pecado
Enlazados están los poros de mi piel a aquellas
manos cálidas y calladas que
sutilmente desvestían mis penas con amor.
…Navegaban a trayectos
cortos por mis debilidades; me hacían suya.
Y en ese insolente robo, mis
labios solo callaban.
Resistía con esfuerzo altivo mi vehemencia por dar pare a tan
indebida desfachatez,
Pero, en poco tiempo mi cuerpo borró su necedad.
En él supe adorar el pecado, penitente en el silencio del placer…
Entre sus labios hechiceros mis piernas hozaron temblar con tenaz
gustosidad,
Sintiendo en plena altivez la encendida furia con que desvestía mi
lujuria.
De puro gusto… ¡Ay, alma mía! Te dejaste arrebatar la inocencia y
pureza.
Ya hoy, no vale cuán arrepentimiento cargue las penas mías.
¡Soledad!
Soledad, siempre estarás tú mi devota amiga…
Contigo partiré, si no me dejas…
Cavaste un hueco recóndito en mi alma para obstruir a la memoria
que hace reclinar mi lánguida cabeza, sangrando dolores, aunque aún siga
erguida.
Entre tanto, las llamas van calcinan los pensamientos, sin
encenderse el raciocinio, sintiendo más el hecho que el fin.
En vano piden refulgencia mis tristes luceros, entre ceguedades
alucinando, dando vida a mi juicio más novato e inseguro, que me entierra con
mayor salvedad.
Y es así que, ensimismada está la efímera conciencia fulgurándose
en la nada que hoy representa todo mi interior, tapando con cortinas de humo y
nicotina el desmadre de la ilusión.
Mientras, entre mis huesos delirantes, estoy puesta, a todo el mal
de ingrato amor que quiebra y roba vitalidad.
Mi piel y mis labios le mantienen desde el primer día viviente,
saboreando un sabor ya sin gusto.
¿Qué ausencia, qué desvarío, viven mis juventudes?, llorando el ser
que vivo, deseando alta piedad de esta excelsa vida.
Pues, si del cruel amar sigo prisionera, pronta será abierta mi
sepultura.
Batalla silenciosa
Silencio siniestro,
Me torturas bajo el fulgor purísimo de una mente en torbellino,
Atravesando las mórbidas penas de mi pecho acongojado, .
Vas logrando desarmarme en raudal de llanto…
Venciendo mi arte de sonreír,
Me tornas ufana al infierno de lamentos y gemidos,
De insensatos tiempos de pesadumbre.
¡No sabes cuánto sufro!
Con mis tinieblas al desnudo,
Sola y desarmada,
Batallando con impecable valentía,
Mis más sádicas luchas.
Hallando mi dolor en rostro de vida primaveral,
Pero con hojas marchitas,
Casi echas polvo,
Que el viento me roba de las manos.
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