EL JACAL
Junto al basurero, hay una tienda
de plásticos y maderos
que no alcanza a cubrir de sol ni lluvia.
Sus paredes oscilan con el viento.
Apenas un primitivo recoveco
para no dormir a la intemperie
y recogerse un poco lejos de las alimañas.
Sus muebles son cajas de cartón
y algún hierro retorcido donde colgar la ropa.
Apenas cabe uno de pie; y sus habitantes
se debaten en la incomodidad
de un aire de olores prisioneros
y huecos por donde se cuela la luz quemante,
la persistente gotera que moja las ropas de dormir
e inunda los sueños de tristeza.
Se fugan por ahí los días cuyo solo beneficio
es nueva chatarra arrancada al basural.
¡Qué horror repentino (mi mente yendo a habitar allí,
compartiendo esos mismos cacharros),
por lo que debería ser una casa y no lo es!
EL ABUELO
Por las tardes, sale a tomar el
aire
que no alisa sus arrugas; y en el desfile
de carros y rostros, permanece impasible,
dando un ceño circunspecto al timbre de la vida.
Se ha vuelto agrio
como un fruto que encierra la demencia.
Y en el monólogo de su plática, mezcla reclamos
con historias fantásticas de lo que nunca fue
y quiso ser.
Sus días son procesión de achaques.
Sus noches: cortas y sin misterio.
El catre lo aferra como camilla de hospital,
recogiendo, ávido, su rancio olor,
a humanidad ya pasada.
Su señorío en casa concluyó hace mucho,
como carta cuyo remitente ya no importara.
Podó un árbol, extravió un libro,
lastimó a un hijo.
Ya nada espera: ya puede morir,
como quien abre la mano
para mostrar que nada guarda.
DOMINGO
Desde que amanece hay más polvo en
el aire.
Los minutos se afanan en alargarse:
elásticos de tedio. Las cosas sufren
un silencio de plomo aun si hablan;
y si hablan lo hacen con flojedad infinita.
Todas las campadas del día son de muerte,
porque éste es el primer día de todos.
Y como tal, exaspera como una infancia afligida
que no nos perdonara olvidarla.
La voz se ralentiza.
El estudiante reposa su cruda
con dolor en la cabeza del alma.
Las calles se ensanchan de modo invisible
para que el transeúnte se perciba más solo.
Los orgasmos sufren raquitismo y culpa.
Quizá Dios maldijo a Adán un
domingo.
Y este día nos rememora la debilidad del mundo.
* Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, México; 1986) escribe poesía desde los 15 años. Publicó su primer libro de poesía en 2003: Abyección. Posteriormente aparecieron La promesa de un poeta (2005), Páginas que caen (2008) y La risa de los imbéciles (2013), entre otros. Su último libro publicado es El tercer piso (2021) Ha publicado poemas en medios impresos y electrónicos de varias ciudades de México y el mundo hispano. Desde 2008 radica en la ciudad de Guanajuato.
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