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lunes, 23 de enero de 2023

“Julia y el espejo” relato de Manuel Arboccó de los Heros


Me miré al espejo y me sentí vieja. Bueno, vieja no soy pero así me siento últimamente. Y hoy importa tanto lo que sentimos como lo que los demás ven en nosotros. Ya no tengo 20, sino 43 años. Mi piel y cabello han cambiado, ahora ya uso esas cremas que de niña veía usar a mis abuelas y a mi madre. En el frío mercado de las apariencias y el deseo soy consciente que ahora ya no atraigo tantas miradas como antes, sin embargo, me siento regia la mayoría de las veces, al menos cuando no me viene la depre. Soy profesional, tengo un buen empleo y recursos que me han permitido tener un departamento de lujo, así como un moderno Audi. Pero aun así siento que me falta algo.

Mi época juvenil y rebelde ya han acabado. El feminismo acalorado y achorado de mis veinte también. Y me siento estafada por todo ello, me autoengañé. Se me dijo que no debía depender de un hombre ni económica ni afectivamente –¡como si eso de lo afectivo no fuera parte del amor!- que lo de la maternidad era un antigualla muy propia de mujeres oprimidas por un sistema machista y patriarcal que las amarraba a una casa y los hijos; grité junto con otras que una mujer debía priorizar sus necesidades y avasallar en el campo laboral y educativo y que el hombre era el enemigo natural de las mujeres por lo que había que “usarlos” y tirarlos luego como lo hago con una toalla higiénica. Pues bien, yo me creí todo eso y lo hice. Tengo un posgrado en administración de empresas, plata en el bolsillo y en el banco, he disfrutado del sexo con varias parejas a lo largo de mi vida y siempre viví enfocada en mis deseos y necesidades. A la mierda el resto. Y no me quejo, en ese tiempo la pasé bien. Pero creo que no pensé en el futuro. Hoy tengo una casa, pero no un hogar, el sexo puede ser bueno, aunque ocasional pero el amor y la compañía calidad brillan por su ausencia; los calendarios van marcando el final de un reciente deseo de ser madre y todo por lo que luché en debates universitarios y reuniones de bares feministas hoy me saben a nada. Finalmente, el machismo y el feminismo son dos caras de la misma moneda.

Pero ya está, tengo algunos amigos, cuento con el cariño de varios en mi familia y la debida solvencia económica para caer bien parada cuando algún problema se presente. Ser blanca y tener dinero es en Lima casi un seguro perfecto. Ya sé que no seré madre y difícilmente seré esposa pues mi carácter –competitivo, independiente e intolerante- es cada vez más marcado. Mi tristeza de los fines de semana la busco aplacar a punta de clonazepam y a veces de sertralina, junto a una botella de vino tinto Merlat Reserva Kendall-Jackson que me encanta. Tengo a Mimi, mi gata fiel y con osteoporosis y a Patricio, un amigo algo vago, pero bueno en la cama quien me visita algunos sábados. Me hace reír y no me interrumpe cuando quiero llorar. Él tampoco se va a casar nunca, me lo ha asegurado; tiene un hijo que no ve ni verá porque su madre se lo llevó bien lejos, a Madrid, para evitar que tenga contacto con su padre. Olvidé decir que además de vago es medio fumón. Pero vive muy bien, heredó una gran fortuna de sus padres y tiene una casa en La Molina que parece el Hotel Marriott.

En las noches, desde el sofá de mi living, frente a mi Tv plasma de 55 pulgadas y con mi copa de vino en la mano, veo caer a otro tramposo en el programa de ampays de la vieja urraca, y adiós a otra relación de pareja. Y vieran ustedes como me río a carcajadas. Son mis momentos de felicidad.


*Manuel Arboccó de los Heros. Lima (1974) Psicólogo y escritor. Docente Universitario. Fue articulista del Diario Oficial El Peruano desde el año 2014 al 2020. Divulgador en temas psicológicos y sociales, desde su espacio en el blog llamado Nos sobran las palabras. Ha escrito el libro Tiempos inciertos: aproximaciones a la sociedad posmoderna (Atenhea Editorial, 2020). Además de muchos artículos académicos psicológicos, todos ellos disponibles en la web. Ha publicado cuentos, poemas y ensayos en diversos espacios físicos y virtuales. 

 

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