LII
Vuelvo al poema
como seducción en la escapatoria,
como relicario de orfandades,
como lascivo encanto
en la triste noche,
como hojarasca sin una pizca de viento,
como aluvión que devora la siembra,
como abismo que carcome el sueño,
como derrota cuya consecuencia
oculta la ceniza,
como sombra que se asemeja a tu ausencia,
como relámpago en la intemperie,
como insomnio que deja los ojos inflamados
en el cuerpo del animal en llamas.
Vuelvo al poema…
Canto sagrado
Felonía que rompe corazones,
devoción del gozo oculto.
Intensidad del río en los adioses
tinta derramada hacia la nada.
Reminiscencia de los años mozos
como lenta espera del ocaso.
El paseo del domingo
en la impotencia acumulada de lluvia.
Juegos iniciales como estirpe andante
en el vuelo sin tiempo,
quebranto por la ilusión fallida.
Pasión de sábanas ante el cúmulo del insomnio
y el fragor de la batalla entre dos serpientes.
Sensación perturbadora que deviene del olvido.
Escote para los ojos esclavos,
cuello atado al cántaro del siguiente día,
olor de bienaventuranza.
Son los sueños cuya bitácora alerta el
diluvio.
Condena que nos deja este clamor poético.
Canto sagrado
El fruto de
otra larga noche
La apuesta diaria desde
el génesis,
sombra en el umbral como
cicatriz de lo desconocido.
Acertijo de las cosas
insondables,
conjuro de vida expuesto
de cuerpo entero;
orfebrería en plena
aurora.
El poema como mortaja
del mundo
en la cadencia del
tiempo.
Los colibríes, huéspedes
de honor en el amanecer fulgurante;
revelación en el
escenario de la incertidumbre.
Apremio por los códigos
marchitos,
desnudez del miedo que
moja la pólvora,
fatiga en el reino ante
el desprecio del soberano.
Anuncio de lo sagrado en
el borde de lo efímero,
alusión de las aristas
que queman las hendiduras del alma,
alucinación como
recoveco que envuelve a la muerte.
El poema en el hermético
palpitar peregrino,
huella y caricia en el
corazón con armadura de celofán,
sonido de viejos acordes
que retumban en la memoria de los otros,
angustia que decanta su
propia sombra,
luz y senda que
despierta el apetito de la luna voraz.
*
Aníbal Fernando Bonilla (Otavalo-Ecuador, 1976) Máster en Estudios Avanzados en
Literatura Española y Latinoamericana en la Universidad
Internacional de la Rioja (UNIR). Licenciado en Comunicación Social. Ha publicado,
entre otros, la recopilación de artículos de opinión ConTextos
(2009), Evocación de la tierra habitada
(2011, 2014), Oda en plenilunio y balada del ángel (2012), Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del
barro (finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo
Cero 2018), Íntimos
fragmentos (2019), y Tesitura
inacabada (2022). Poemas suyos han sido incluidos en varias
antologías y publicaciones dentro y fuera de su país. Columnista de diario El Telégrafo entre 2010 y 2016. Actualmente
es articulista de El Mercurio, de Cuenca,
así como colaborador en la revista digital venezolana Letralia, Tierra de Letras, y en el portal loscronistas.net. Ha participado en eventos de carácter literario, cultural y político
en España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia, como el XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca (2012), el XIII Encuentro Internacional “Poetas
y Narradores De las
Dos Orillas” en Punta
del Este (2014), en donde recibió la
distinción “Idea Vilariño” por su trayectoria literaria, y el III Encuentro
Internacional de Poesía en la Ciudad de los Anillos en Santa Cruz de la Sierra (2016).
El fruto de
otra larga noche
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