Escribir es una tarea difícil. Lo es porque encierra en su sentido un trasfondo de vitalidad que supera la idea convencional de la escritura como una mera representación de ideas por medio de palabras; porque expresa en su configuración arbitraria nuestros modos de relacionarnos con la vida. Digo con la vida y no solo son la lectura, como dicen muchos, porque leer es una forma de vivir como lo es también amar, caminar, comer, cantar, gritar callar… Para escribir es necesario vivir, de lo contrario ¿qué podría decirse?
Pero vivir tampoco es una tarea fácil. Sobre todo, porque la vida, la tuya y la mía, no es necesariamente la perpetuación de un estado de ánimo, la aceptación de los deberes o el sostenimiento de una decisión. Vivir es mucho más que eso, sobre todo si se entiende la vida como el lugar donde zozobran los sueños, pero también donde se edifican nuevas elucubraciones. Contingencia pura y permanente. Por eso la escritura es un acontecer inacabado que congrega la metamorfosis de la vida.
Para escribir no es suficiente la pulcra utilización de la palabra. Tampoco la brillantez e inteligencia de los académicos; la fina capacidad de quienes se entregan con rigor a la elaboración detallada de los más diversos discursos. No es suficiente, pero es el inicio. Escribir, al igual que vivir, es un acto de rebeldía. Por eso, al decir de Jaime Jaramillo Escobar:
No debe confundirse redactar con escribir (…). Porque mientras redactar sólo requiere una gramática y el conocimiento de lo que se desea expresar, escribir es creación y por tanto requiere inventiva, imaginación, fantasía, originalidad, elocuencia y genialidad en algún grado (2005, p. 88).
Es, en efecto, la vida la que le pone el ritmo al pensar. Vida, pensamiento y escritura coexisten y comparten una misma naturaleza: la de estar en permanente construcción. La de sucumbir persistentemente para dar lugar a otra vida, a otro pensamiento, a otra escritura. No quiero decir con esto que el mero hecho de vivir nos habilite como escritores. Digo que la escritura es una acción que nos asiste cuando aparece la irremediable herida, no para cerrarla, sino para tender un puente que nos permita cruzar al otro lado, caminar sobre el vacío que deja la herida para mirarnos luego desde la otra orilla.
Por eso el papel del escritor consiste en estar al margen de la función habitual del signo. Consiste en emanciparse de la función-signo, que dispone un sentido para el Tópos Koinós y da lugar a la función re-presentada, a la palabra plural que nos recuerda “que nunca está todo dicho, que nunca se puede decir todo, que nunca hay nada del todo decidido, que la vida humana siempre significa más, que significa aquello que no se puede decir” (Mèlich, 2012, p. 163).
En palabras de Luis Fernando Macías:
La escritura, el pensamiento y la expresión, suceden en el vivir sencillo y es la vida misma donde se desarrolla y perfecciona como producto del crecimiento individual y la convivencia, a partir de las preocupaciones, inquietudes y propósitos vitales, definidos por experiencias, estudios, lecturas y reflexiones (2008, p. 64).
No es descabellado decir entonces que la escritura no puede estar escindida de la vida. No puede estarlo porque la vida es el paroxismo del pensamiento. Sin lugar a dudas, la exacerbación de los padecimientos del alma.
Referencias
Jaramillo Escobar, J. (2005). Método fácil y rápido para ser poeta. Fondo Editorial Universidad EAFIT.
Macías, L. F. (2008). El juego como método para la enseñanza de la literatura a niños y jóvenes. El tambor arlequín.
Mèlich, J. C. (2012). Filosofía de la finitud. Herder.
*David Esteban Zuluaga, nació en Medellín, Colombia. Su formación académica está centrada en la filosofía de cuya travesía han resultado dos libros: Ludwig Wittgenstein: de la esencia a la contingencia (2013) y Wittgenstein hipertextual (2019). Entre su producción literaria se pueden considerar: Contra intelectuales o la importancia de la filosofía (2014), Desencuentro, cuentos para no encontrarse (2015), Una experiencia piloto (2018), Re-nacer (2018), Artesano de palabras (2021), entre otros.
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