Se escuchó entre mares de preguntas y preguntas, un silencio, corto e interminable, pequeño y a la misma vez profundo como pozo sin fondo, esa clase de silencio que atormenta a las personas. Pero ¿qué clase de silencio atormenta a las personas? Ninguna en particular y por ello todos los silencios los atormentan, el silencio ya no es opción en una sociedad como esta o eso se cree ingenuamente naturalizando el ruido.
Si, ruido, nada más horrible que eso, no es armonioso, no es agradable al oído escucharlo, es solo algo de relleno. Son esas cosas que uno ve, oye o dice sabiendo que se pudo entender todo sin ello. Son esas hojas que sobran en un libro, que están solamente para que parezca más grande e intenso, son esas apariencias construidas que en esencia son totalmente relevantes.
Hay melodías que parecen de relleno pero no lo son, como la caída de un pétalo, el olor de una flor o el sonido del mar; esas cosas que alguien podría aclamar nimiedades, pero que sin esos detalles desaparecería lo atractivo en la vida, dejaría sin emociones encontradas al lector de una historia.
El silencio entra aquí, en estas dulces letanías de la vida, a veces temidas u odiadas sin justa causa. A veces definidas negativamente como la ausencia del sonido, donde falta algo que debería estar pero no está. En vez de verlo positivamente, como algo esencial que está en ese momento, pero no es notado del mismo modo para todas las personas. En este mismo silencio, donde se pueden escuchar los ecos de preguntas: pasajeras como el rocío, venideras, y ancestrales de antaño. Esas preguntas que no necesitan una respuesta, esas preguntas que surgen como un arte creciente y natural.
No es una pregunta muchas veces manipuladas, esas que se formulan porque ya se tiene la respuesta de antemano, o esas que se busca una respuesta hasta el cansancio, cualquiera sea la respuesta mientras que se encuentra una. Ese preguntar de personas autómatas que necesitan una respuesta necesariamente, como cual efecto le tiene que seguir su causa, sin poder comprender otro tipo de lógica. Dicho preguntar carece de sentido, este mismo preguntar es el relleno, es el ruido que no nos dejan escuchar atentamente otras preguntas.
Pero al fin de cuentas todo esto es necesario para entender las cosas, si quitamos algo aunque sea el relleno o los detalles, se modificaría todo el sentido completo. Ambas formas de preguntar son necesarias y en cierto modo se necesitan, lo complejo no es encontrarlas, sino comprender el momento y el lugar para realizar cada una, el justo medio de ambas es lo ideal para poder concebir la plenitud de las preguntas.
* Santiago Agustin Pereyra Nouveliere, vive en la provincia de San Juan, en el país de Argentina, estudiante avanzado en la carrera de Licenciatura en Filosofía, de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Arte (FFHA). En la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ).
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