Desuniones
Son un oír de errancia musical
un huir desde la tierra más ajena
es un ceder constante de clarividencia
Pretexto de tu sombra
has puesto a la sombra de lo que muere mi pobre emblema
sometido a la soledad de todo lo que nace de sí mismo
Los huéspedes
Un muro derrumbándose por palabras
son manos atadas deseando no separar su deseo final.
La flor de delirio canta al viento
conjuros para no nacer.
Un lugar intimo
al silencio le respondo en silencio
no hay portales
alguien ha decidido ir hasta al fondo
Configuraciones de presencias y sombras (fragmentos)
I
Yo en el silencio como niño perdido en el invierno de un bosque, yo en el corazón de lo que nada dice. Debajo de mis muertos, como purísimas sin alabanzas estoy, contemplo la transformación de lo que no se ve, de lo imposible, al puro drenar, a las intenciones de caer hasta sentir el gélido mural que nos detiene.
III
Premoniciones de tu noche en tus palabras, te vas a apagar tú mismo, te vas a soplar, te vas a dormir y nunca más despertar.
No hay conjuro que despierte a quien configuró su silencio dentro de un vaso transparente.
VI
Consonante que duerme sin nacer al costado de los labios del muerto, pequeña elegida para mi desaparición en el lenguaje de las cosas vivas, mi llave para decir que estaré bien cuando me posea el pretexto del silencio.
Los días y las noches
Busqué mis días y noches en cárceles apagadas.
Ando en el silencio como una casa de extraños, donde cada cosa está al alcance de los espejos, dentro no me encuentro, dentro siempre estoy detrás de los espejos.
Me abrazo al lenguaje donde el fuego es del color del agua, hay posibilidad de enajenar la vocal ahogada para salvar las heridas, allí el cuerpo del poema construye lazos con mis huesos, allí la melodía de la muerte es una con el murmullo de las sirenas del otro lado del rio.
Quienes derrotaron las puertas de la casa de las apariciones me castigaron a dolerme del otro lado de mi rostro, yo fui son palabras tan remotas, cómo hacer que me responda quién soy el poema y no quien habla en el poema.
Cantan mis voces desde las ventanas rotas, yo he sido el que fui en la noche de lunas sangrientas, que nadie niegue, que nadie llame a la muerte inhóspita gracia núbil, yo nombre a mis sombras en la persecución del llamado, yo fui quien subió a la torre más alta y encontró degollado al príncipe con su espada.
Los pájaros han escondido sus nidos en las ramas del árbol donde hice mi hoguera.
Hablo porque en mis voces saltan desde el mortal baladí, saltan a mitad de la noche con un solo pie de una cuerda a otra, encienden el verbo incandescente como una antorcha para cruzar la piedra de la locura al otro lado, fueron ayer las mismas palabras que me ahorcaron al nacer, no soplan las oscuras flores de mi pecho, ni dicen los ensalmos para no nacer, esta forma de objeto que se hunde en la muerte, este animal herido de vientre nadando en cianuro.
*Joaquín Alvarado (Nicaragua, 2001) Actualmente estudia Psicología, ha sido publicado en Círculo de Poesía (Mx) y otras revistas Latinoamericanas.
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