Bajo la
clara luz de marzo
Bajo la clara luz de
marzo he padecido los encantos
de la infelicidad. Me he sometido al desolado placer
que dejan las ciudades
al peso del sol sobre mis ojos
como el que va a la guerra sin escudo
como el que va a morir junto a la tarde.
He padecido los horrores de una libertad
que no me pertenece
de un aislamiento o represión
que tampoco me pertenecen.
Cuando la noche es abatida por el mar
callo para vivir. Miento para saberme frágil
para no languidecer ante la culpa
y el martirio por los que amo.
Bajo ciertos aullidos de realidad
busco la posible perfección en mis palabras
en las manos de quienes alzan su austeridad
pese al silencio atroz que los corroe.
Expongo la vida como en un gran museo
ante el lavabo y el suburbio
ante la casa / el día y sus salutaciones
con la misma ilusión del que mira una foto
del que busca un sendero para evadirse.
He padecido los encantos de la infelicidad
allí / «donde los ojos lavan sus imágenes».
Casa
de tránsito
Como un autómata me resigno a vivir.
El sol sangra sobre la piel curtida de los marineros
y solo alcanzo a ver pequeñas barcazas en el día.
Agua y música forman el jardín.
La casa se me encima: Muerdo fango / arena /
cerebro de excluido. Trato de centrar los bordes
de esta casa que se desprende y busco
cómo cortar sus láminas
ese abrir y cerrar de puertas en la memoria
cuando «toda casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas…»
Tiempo
«Vamos a ver allá en tus
ojos / tiempo»
a esa lluvia que comprime y se escurre
bajo tierra / a ese sol que solemne
recomienza su círculo.
Vamos a ver el mar
cuando la piedra sangre: Allá / en
tus ojos.
Marinero
Para cualquier marinero parece estimable
esa manía de vivir el mar.
Trenzado por la luz de otro mar
sale a moldear sus aguas
a repetir el círculo de la noria en los confines.
Trae ciertas esencias
que lo obligan al retorno
tal vez impulsado por una abstracción
al tiempo que espera el próximo cardumen
o la avidez de una espuma
menos sombría.
En todo marinero se azoga el océano.
Su tormenta es la ola.
Abre los ojos
el jardín
«Abre los ojos el jardín»
y sobre un colchón de hojas secas
la llama quiere eternizarse y ser solo viento.
Su anhelo es permanecer en el instante
de quienes la contemplan.
El árbol padecerá en su momento
lo que el tiempo no pudo retener.
Será la luz espíritu dañado.
Será la llama quien devore al bosque.
Será abismo.
Hojas
que barre la lluvia
Para Danilo Valido
He cruzado un charco de aguas estancadas
y la lluvia cae repetidamente sobre el muro.
La invoco y solo consigo advertir lo que muere.
Mohoso / el muro se lamenta de ti.
La ciudad se lamenta de ti
y corres porque de nada vale detenerse.
La hoja del árbol se aventura en caer.
El austro empuja y se aventura en caer.
Todo cae sobre las hojas que barre la lluvia.
Estos textos pertenecen al
poemario Donde los ojos lavan sus imágenes de próxima aparición en EUA.
*Ramón Elías
Laffita (Baracoa, Cuba, 1968) Poeta. Narrador. Editor. Escritor para niños y
jóvenes. Subdirector de la Editorial José Martí en La Habana, Cuba. Tiene
publicado los libros de poesía: Las
tribulaciones de Adán (1991), Contaminados
por la sombra (1998), Sueño
mágico (Poesía para niños, 2002), Palabras
hacia la noche (2005), Sótanos
con olor a brea (Editorial Letras Cubanas, 2014); (Editorial Unos &
Otros, EUA, 2016), Historias para
despertar (Poesía para jóvenes, 2017) y Donde los ojos lavan sus
imágenes (2019). Como antólogo Espacio
mínimo (2008) y Lira al viento.
Antología poética Cubano-Navarra (Ediciones Eunate, España 2020). Sus textos
narrativos aparecen recopilados en Nosotras
dos, (Ediciones Unión, 2011),
Una cala a la narrativa cubana de hoy (Elefanta Editorial, México 2018).
Su labor como poeta se ha reseñado en países como Rusia, Croacia, El Salvador,
Brasil, Dinamarca, Venezuela, EUA, Alemania, España, México y Canadá. Ha obtenido
importantes premios nacionales e internacionales. Miembro de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
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