Una de
las primeras manifestaciones de inconformidad social documentada para la
historia de la protesta social en el país, se produjo en 1564 durante la época de
la conquista, en los tiempos en que la corona española buscaba configurar la
estructura de la administración de sus posesiones de ultramar con leyes y
burócratas, que chocaban con los intereses y pretensiones de algunos de los
primeros conquistadores y de sus descendientes, ahora convertidos en
encomenderos de indios.
Diferencias
sobre el uso de la población indígena como mano de obra para el trabajo en
beneficio de los encomenderos españoles, fue la razón del descontento y lo que
llevó a un sector poderoso de la recién fundada ciudad de Santafé, a
manifestarse, amenazando con la violencia, ante los representantes de la
corona. Lo anterior, desde pocos meses antes de la llegada al Nuevo Reino, de
Andrés Díaz Venero de Leyva, español de rancio abolengo que había sido nombrado
presidente de la Real Audiencia de Santafé por el rey Felipe II.
Refiere
el historiador Juan Friede (1989), que la intranquilidad que regía en el Nuevo
Reino y los bandos que se habían formado en pro y en contra de cualquier medida
gubernamental al respecto, se expresaba en el hecho de que a Venero de Leyva no
solo se le dieron amplias facultades, de las que gozaba como presidente de la
Audiencia, sino también un explícito permiso de gobernar sin necesidad de la
aprobación de los oidores y la licencia de venir acompañado de un destacamento
de esclavos negros armados para reforzar la seguridad de la ciudad de Santafé.
Después
de reunirse con el encomendero Gonzalo Jiménez de Quesada, con Fray Juan de los Barrios y con el oidor Diego
Villafane, buscando consejo para mediar entre las pretensiones de los
encomenderos y la aplicación de las Leyes Nuevas de Indias de 1542, que
buscaban mayor protección de la población indígena, el presidente de la
Audiencia convocó a una asamblea con las personalidades más eminentes del
Reino, para que esta hiciera un exhaustivo estudio del problema y sugiriera los
medios para proceder a cumplirlas.
Apenas
se conocieron en la ciudad las resoluciones de la Asamblea del Reino,
Se
Produjeron francas manifestaciones de protesta y en las plaza y calles
adyacentes, los encomenderos y gentes armadas “formaron ruedas y corrillos,
dice el cronista Aguadas, que eran señales de gran presunción e indicio de que
los vecinos que en ellos estaban trajesen dañados designios e intenciones”. La
misma autoridad de Quesada no fue suficiente para apaciguar los ánimos y no
faltaron quienes le acusaran de haber entregado la causa de sus compañeros a
cambio de la Encomienda que había solicitado a la Corona y que el presidente,
según se rumoraba, tenía encargado otorgarle. (Liévano Aguirre, p. 135)
Mientras
en la Audiencia, los oidores discutían los detalles finales del ajuste en la
implementación de las nuevas leyes, en la ciudad,
Reinaba
un espíritu de fronda y los Encomenderos y sus huestes recorrían las calles
dando gritos desobligantes contra las autoridades que pretendían despojarlos,
según decían, de los bienes ganados a costa de tantos sacrificios. Algunos de
los revoltosos llegaron hasta el extremo de maltratar a los indios en las
mismas calles, en gesto de insolente desafío, al presidente de la audiencia. No
obstante las turbulencias y desordenes que padecía la ciudad, el presidente
Venero no permitió que la Audiencia, donde había algunos oidores aterrados,
modificara la retasa (Liévano Aguirre, p. 135-136)
La
situación fue resuelta a favor de los indígenas, así lo hicieron saber orgullosas
las autoridades civiles y eclesiásticas que defendían la causa de los indios,
ya no habría más trabajos personales en las haciendas y minas de los
encomenderos, solo debían pagarles tributo. También, siempre en favor de lo que
era mejor para la población indígena, siguiendo la línea filosófica de Montesinos
y De las Casas, se afirmó que los encomenderos no tendrían derecho a los
impuestos de los indígenas y estarían obligados a restituirlos, si no cumplían
con la obligación de adoctrinarlos en la fe católica.
Referencias
Juan Friede. (1989). La conquista del territorio y el poblamiento.
En Nueva Historia de Colombia. Vol 1(69-117). Bogotá: Planeta
Indalecio Liévano Aguirre. (196?). Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá: Ediciones Nueva Prensa.
*Diego Alexander Herrera Duque. Magister en Historia, Universidad Nacional de Colombia, Historiador, Universidad de Antioquia, docente adscrito a la Secretaría de Educación de Antioquia, escritor e investigador independiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario