Bajo la tierra sin estaciones
Tu cuerpo se esconde
Y entre nubes negras como una tosca luz
Tu recuerdo me abraza antes que la vida se derrumbe
y la muda fragancia de las palabras
detiene el tiempo en esta tierra agrietada
Entonces la voz de mi madre
Que soñaba torrentes lluvias
Golpeando valles oscuros y sedientos
Surge desde el sombrío olvido
No para hablarme de viajes sofisticados
Ni de metafísica arrabalera
Sino para traer la calma de su cuna
Con el ondulado pecho que sangra vida
Y el suave sosiego de su mirada
Vestida de pálidos tules
Quiere que duerma con su recuerdo
Sentada en la silla de mimbre
Junto al perro tuerto
Una jarra y dos tachos para el mate
Un brasero que reposa en silencio
Bajo la mesa arropada con plásticos floreados
Dulce imagen salida de un sueño
Sus caricias transparentes danzan en mi cuerpo
Como un eco que rebota
Y espanta al gusano de la muerte
Tu partida cortó mi aliento
Y casi me deja sin amanecer
Sin embargo, desde el campo de la muerte vuelves
Para recordarme los años que ya no están
Y aunque la lengua se me duerma
Y la mano se me seque
Tú mi único cobijo
No se va a borrar
*Martín Parra (Santiago,1973) es Magister en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha participado en diferentes congresos y ponencias sobre literatura latinoamericana, tanto a nivel nacional como internacional. Además, realiza contribuciones como reseñas y ensayos en diferentes medios electrónicos. Escribe poesía y narrativa desde hace varios años. En la actualidad prepara un libro de poesía, además de estar trabajando en un libro de relatos que obtuvo financiamiento concursable del Fondo del Libro de Chile 2020.
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