Despedida
Nos dejó de repente
Como quien se sienta a descansar
Y jamás vuelve a levantarse.
Cansados llegaron, con sed de ella
Adustos anunciaron
La fortuita despedida.
Cuentan que quiso verme, por vez ultima
Juntó sus manos y elevándolas al pecho
Pronunció blancamente mi nombre.
Golpes se escuchan
En la puerta
Que no alcancé a abrir.
-El Mutilado-
Nada pude
Más que atisbar
Un último pensamiento.
Eres la muerte
Inmaculada sonríes
Invitándome, al arcano
viaje.
Nada pude más que
recordar,
Antiquísimas mitologías,
falsas personificaciones
Que poco correspondieron
a tu realidad.
Nada pude,
Más que tomar tu hediondo
cráneo
Saciar mi funesta
soledad, la longeva depresión.
Sin perder la llama aun
entre tus dedos,
Tomaste mi corazón
Nada pude, más que
implorar tu amor.
Venus infernal, ave
plutónica,
Cicuta griega; nada pude,
Más que morir a tus pies.
Eres la muerte, y, eres
bella
Tus labios guardan
Un extraño sabor a
humedad.
Nada pude más que horadar,
Con atrofiadas manos, la
gruesa tierra de tus vacías cuencas.
Arrodillado, lloré tu
nombre y deseé vivir otra vez.
Los
girasoles
Desflorados y secos
Azotados por el viento, esperan.
Frente a un hierro que no sabe que es puerta,
Ante tu centenaria indiferencia, se marchitan los
girasoles.
Sales sin mirar al suelo, pisas todos sus colores,
Amas a otro hombre.
Y creí que amabas a los girasoles.
No reposaran en fresca agua,
Nada sabrán de tu tacto,
Su amarillo jamás pintara tus mañanas.
Muertos los girasoles,
Indignamente mezclados con el polvo.
Recorrerán las triviales calles,
Que ya no nos atrevemos a pisar.
Elegía a Robinson
De su muerte, poco o nada
se supo
Dicen que la carroña
avanzada,
La hinchazón y el pus,
pululaban.
Tus labios cerrados con
fuerza,
Como quien guarda una
palabra de fuego,
Los ecos olvidados de un
rojo pasado.
Los inhumanos asesinos poco entendieron;
Sólo bastó ondear con
delicadeza,
Un trapo con olor a tierra.
Raptado con sus libros, magia del hombre
Que aún añora conservar y darle vida
A la taciturna sombra de
los sabios.
Crecerán con furia, las flores que dejó plantadas,
No en vano sus palabras
fueron
A infantes, borrachos y
prostitutas entregadas.
Ahora, serás sólo el
recuerdo
De que las balas no
penetran tan profundo,
Como la sonrisa de un niño,
en un rostro envejecido.
*Hernando López Grueso. Estudiante activo de licenciatura en Filosofía, tiene 21 años, escribe desde muy infante, lector asiduo. Cuenta con publicaciones de cuento y novela corta en la revista ütopia, Santiago de Cali, Colombia, 2018.
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