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miércoles, 27 de mayo de 2020

"La coartada perfecta" Relato de Freddy Auqui Calle


La Coartada Perfecta


Dentro de las incontables dificultades que las parejas enfrentan cuando deciden casarse, la más compleja posiblemente es amoblar la casa, comprar los infinitos enseres. 
Gaby y yo, después de tres años de intenso noviazgo, nos casamos. 
Alquilamos una enorme casa en el centro histórico de la ciudad, y con la ayuda de un crédito en el banco, logramos amoblar la casa.
Los sillones, la cama, los escritorios y algunos otros objetos menores los escogí yo, y toda la línea blanca Gaby. Estuvimos de acuerdo en casi todo, pero cuando fuimos a comprar la aspiradora tuvimos serios problemas. Yo quise comprar una aspiradora muy sencilla, común, (no me parecía necesario comprar una muy sofisticada) pero Gaby quiso una de última generación. Quizá tenía razón porque el gato botaba mucho pelo y debíamos cuidar las costosas alfombras. 
Finalmente acabamos comprando esto que ahora estás viendo querido lector.  
Es un robot aspirador que tiene semejanzas con las pequeñas mascotas del hogar… Si se le pone el automático puede andar con libertad por toda la casa.  Está equipado con ruedas automáticas y se puede trasformar en un aspirador circular, lleva un cepillo lateral rotatorio y con sus múltiples tentáculos puede acceder al sitio más inverosímil. Lo succiona todo, el polvo y hasta la suciedad que el ojo humano no alcanza a ver. Y lo más sorprendente es que no dispone de bolsa como los aspiradores de toda la vida, sino tiene una especie de estómago donde descompone toda la porquería.

— Le vamos a llamar Pedrito, me dijo un día Gaby. 
— ¡Eh!… ¡las cosas tienen su propio nombre! le contesté.
— Ay, ¡mi amor! ¡No seas antipático!

A pesar de mi reparo tuve que aceptar su decisión. A la guitarra la llamó María, a la nevera Blanca, al microondas Máximo, a la casa le puso el nombre de su abuela Agustina. En fin. Yo no podía contradecir las lógicas de mi flamante y bella esposa.

Entre amor, sexo y comida, los días y los meses transcurrieron maravillosamente. Pero en el paraíso también existen dificultades. 

Hace tres semanas empezaron los problemas. 
— Freddy, tengo algo que decirte.
— Anda. Dime.
— Estoy preocupada porque he comenzado a notar que Pedrito se mueve solo.
— ¿Cómo? No te teniendo…
— ¡No me estas escuchando! ¡Pedrito se está moviendo solo a pesar de que esté en modo manual o apagado! ¡Y creo que ha comenzado a tragarse las cosas!
Escuché sus gritos y la tomé entre mis brazos porque se echó a llorar. 
Lo primero que pensé es que se estaba volviendo loca. Nunca imagine lo que iba a suceder después.

El fin de semana transcurrió tranquilo. Pedrito permaneció en su lugar y nadie tuvo ganas de usarlo. Pero el lunes, cuando fui a trabajar, los problemas volvieron.
— ¡Pedrito se ha tragado mi anillo de bodas! Me contó llorando, como solo lo puede hacer una desquiciada. 

Fue una semana infernal. Al anillo se sumó la ropa, la guitara, una bonita marioneta que usaba en sus salidas al teatro, algunos libros, la maleta de viaje que compré en Estados Unidos.
El miércoles llamé por teléfono a su prima Liz y le pedí que le acompañe a Gaby mientras yo estaba en el trabajo: accedió con gusto. Entre las dos podrían ayudarse si es que Pedrito realmente se ponía violento. 
Pero nada fue suficiente. Ese día desapareció el gato y entonces Gaby se desquicio totalmente. Lo quería como se quiere a un hijo.
Me hubiese gustado quedarme en casa para cuidarla en todo momento, pero no puedo darme el lujo de abandonar mi trabajo.

Ayer regresé muy tarde del trabajo y encontré la casa vacía. Gaby y Liz habían desaparecido. Llamé mil vences a su celular y le dejé incontables mensajes, pero no hubo respuesta, estaba apagado. Llamé a su madre, a su abuela, a su hermano Andy, pero nadie se había enterado de lo sucedido. 
Me quedé dormido a eso de la una de la madrugada.
— ¡Pedrito! ¿Has sido tú? Le pregunté muy enojado cuando desperté por la mañana. Naturalmente pedrito no se inmutó.... Entonces le quité la batería y lo arrastré hasta el dormitorio, le dejé en un espacio señalado como para comprobar si por la tarde, cuando yo volviera del trabajo, este se había movido.

Aquí estoy, recostado en la cama. Pedrito está donde lo dejé por la mañana, no se ha movido ni un milímetro de su lugar. Gaby ha desaparecido. Fui un tonto al creer el cuento absurdo sobre Pedrito, aunque, ahora que lo veo aquí en frente, no me faltan ganas de desármalo y comprobar si ha sido él. Pero no, no hay ninguna huella de sangre en su boca o en el suelo, ni ninguna señal de que en la casa se hubiese desarrollado un acto de violencia. No. Estoy seguro de que Pedrito es inocente. No así Gaby. La muy hija de puta, seguramente se fue con otro…

*Freddy Auqui Calle, Quito-Ecuador. Formación académica de grado y posgrado en el área de la Ciencias Sociales. Desempeño laboral como docente de educación superior e investigación social (Senescyt). 


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