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martes, 20 de agosto de 2019

"Ideas de humo" poemas de Santiago Garcés Moncada



Guarida de besos 

Seductor espectro de otros tiempos más felices, 
llegas a mí sin avisar 
con tu piel de luna, 
en un crepuscular soplo clandestino 
llenando la noche de mi memoria. 

Es flor de pétalos de sangre 
tu boca en llamas, 
par de labios carmesí 
borrando inviernos de madrugada, 
tatúan primaveras transparentes en mi espalda; 
arde la sábana en leves brasas de pasado, 
segundos en fuga 
atados al tiempo inmóvil de aquel instante, 
navegando a la deriva de un recuerdo, 
un pecado tan sincero 
que da envidia al mismo Dios, 
el edén de tus infiernos. 

Yo, 
extranjero de tus tierras, 
de tu blanca piel de arena 
de cara al sol. 

Tú, 
mujer prohibida, 
diosa pecaminosa de la noche, 
amante presente, 
sin pasado ni futuro. 

Tú, 
tierra inexplorada, 
en un beso clandestino te hago mía 
y es este inmenso deseo 
que dejo atado a tu cuerpo, 
mi conquista, 
mi vida, 
mi castigo… 

Imagino el morder tu boca, 
mientras tu aliento y el mío 
después de un beso se chocan, 
y el calor de mi mano 
que entre mis sueños te toca, 
me llena de terremotos la piel bajo la ropa, 
bajo la piel misma 
donde las almas se tocan, 
como aves libres que, 
arrebatando trozos de cielo 
al firmamento de la cama, 
cantan felices 
y entre nota y nota se aman en susurros, 
tierno murmullo 
que es apenas un gemido de tu boca 
suplicante de mi nombre. 

¡Ay si supiera el corazón que eres ajena! 

Ay de mí si creyera que está mal 
hacer de mis besos tu guarida… 

No te marches verano detrás de historias de agosto, 
no te la lleves, detén la mañana, hazla mía. 

Vive en mi memoria, 
eterna y pura; 
hermosa ninfa blanquecina, 
repitamos esta historia en otra vida, 
en otro día pasajero 
que vendrá en un nuevo enero. 

Tuyo… 

Mía… 

Fantasías prohibidas 
que me proponen tus ojos 
al darme tu alma desnuda, 
llenando de escalofríos 
cada poro de tu piel mojada. 

Ayer… 

Tiempo… 

Asesino serial de memorias. 

Amanece y entristece la noche 
que entre su piel nos oculta 
y amándonos sin reloj 
pasamos las horas del día; 
el alba acecha a la noche 
y el tiempo no me da espera 
para marcar tu partida. 

¡Vuelve! 

No huyas al pasado inalcanzable, 
sé en un solo instante toda mía 
y quédate en aquel beso 
la eternidad si es preciso. 

Cierra los ojos 
y ven de nuevo a nuestro encuentro, 
el cielo nos espera bajo las sábanas, 
que han de arder como el infierno 
nuestros cuerpos de deseo. 




Ideas de humo 

Me despierto bruscamente por el ruido de las máquinas, 
me levanto lentamente por el peso de las fábricas; 
la ciudad se urbaniza ojos adentro. 

Comienza la jornada laboral de las neuronas 
consumiendo mis horas que son de otros días dúplicas, 
donde mi destino encuentro. 

Fabricando pensamientos 
con mi mano de instrumento; 
convirtiendo tinta en versos, 
signos en papel, dispersos. 

Acaba el día… 
Otra idea que venderle a la memoria. 




Secuestro de tinta 

¿Cuánta poesía habita en el cautiverio de un poema? 

Siempre entre renglones confinada, 
cadenas de tinta sangra el lapicero, 
carcelero de la magia dibujada 
en el gélido aire de la madrugada. 

Diáfanos espectros taciturnos, 
brasas siderales, 
firmamentos nocturnos 
heridos de amanecer, 
destilan de a poco el lenguaje del rocío, 
gotas de tinta que en la humedad de tu aliento 
curan el desierto de mi pensamiento, 
partículas de inspiración 
hacen combustión en el destello de mi iris, 
cárceles en forma de retina, 
resina endurecida por las apariencias 
que la luz quieren vendernos a escondidas, 
robando a las musas retazos de versos 
que mueren desangrados tras las líneas enemigas 
del poeta atrincherado 
en la poca experiencia de una vida. 

Poesía tan mía… 
Sé que no me perteneces. 

Peregrina amante clandestina, 
solo en la humildad de tu silencio 
encuentro sentido a mi llanto, 
tú que das vida a quien te mata a silabazos, 
filántropa silenciosa, 
sacrificada en el exorcismo de este verso, 
libertad que das a quien te confina 
en el cautiverio de una estrofa, 
cadenas de vocablos y diptongos 
te estancan tras la tinta de una sombra. 

Puntadas a tu ser, estas palabras 
cosen partes de tu esencia a cada letra, 
epitafios de olvido, 
placas de tinta plasmadas 
en el campo santo de un renglón. 

Corre el viento entre las hojas 
vuelto cometa de colores, 
como un verso que no se ha pensado; 
y vive en el anonimato de una idea, 
sueños imposibles 
a la espera del poeta, 
símbolo sin cuerpo 
creador de ideas, 
pensamientos más allá del lenguaje oscuro de la tinta, 
magia sin tiempo dibujada 
entre las letras de este verso que toma mi mano, 
breve intento de escapar juntos 
de la palabra inalcanzable 
que se dibuja en las transparencias de estas hojas. 




Señora mía: Oración egoísta a una diosa de carne 

Señora mía, 
tú que habitas en los cielos de este loco enamorado 
que se siente enloquecido y apenado por no verte, 
por tu ausencia omnipresente 
que lo hace sentirte siempre, 
entre el frío ajeno de tu amor ausente, 
mi gobernante, mi amiga, 
dueña de mi corazón, de mis tinieblas, 
es el vino de tus sangre liberación en mis venas, 
es el calor de tu cuerpo el que suelta mis cadenas 
que hacen estruendo al romperse 
en tus labios que las queman, 
santo es tu silencio, oculto 
en esta oración clandestina 
de un amante ausente que te piensa y calla, 
dibujando las siluetas de tus labios y tu pelo 
en un negro pensamiento donde brillas con más fe. 

Dame el beso de cada día mi flor de nácar, 
de pétalos blancos y pómulos rosados 
por la sangre de tu savia roja y viva, 
dame el elixir de la vida entre tu néctar, 
mi jazmín de olores fuertes y sensuales, 
que sin el pan de tu cuerpo siento que muero por dentro, 
atravesado por tus espinas de cristal, mi rosa de hielo, 
flotando en el purgatorio alejado de tus cielos, 
como persiguiendo el firmamento de tus horizontes negros, 
tan lejos de tus infiernos donde ardería contento 
si entre nosotros, mi reina, se ofrendaran nuestros cuerpos. 

Ven a mis ojos completa, 
sacerdotisa desnuda, 
cual catedrales de sal en las que entro a rezar 
irrumpiendo sin permiso y sin pensar, 
donde arranco los secretos 
que los gemidos de tu reino oficia, 
a mi boca sedienta entre tus aguas benditas y saladas, 
a la luz de una vela que apaga tu aliento acelerado 
y nos deja en la penumbra del encuentro de los labios, 
en la oscuridad arqueada de los párpados cerrados, 
donde queman los enigmas cual quimeras aferradas 
a las pieles de dos cuerpos que se encuentran en la cama, 
aferrados a la nada de una oración inventada. 

Soy tu esclavo, soy tu amigo, 
soy el loco empedernido que daría la vida 
por un beso amargo de la negra bilis de soberbia altiva, 
que muestras a todos como tras murallas, 
las que rompo a besos hasta desnudarte 
para hacerte mía y para a ti entregarme. 

Hágase tu voluntad en mi ser, 
que sea tu deseo mi fuerza al arder, 
al luchar por verte y por no olvidarte, 
al intentar no extrañarte y dejarte libre al querer abrazarte, 
al saber que puedo perderte al mirarte, 
por lo que mejor te pongo en un recuerdo bello, 
enmarcado en un pedestal 
sobre la hoguera de mis sueños imposibles, 
donde alcanzar tus pasos o seguirte el vuelo es tan sencillo 
que levito entre las notas de tu voz, 
como un coro celeste que me deja besar tus labios 
en la tierra de mis sueños o en el cielo entre las nubes de tu pelo, 
que son solo dos puntos dibujados en tu cuello 
donde te escapas de mis dedos, mi fugaz magia, mi anhelo, 
mis deseos de carbón al fuego, 
como lunares oscuros que se ocultan tras tus negros cabellos 
donde peco sin arrepentimiento, 
pero tranquilo bajo la salvación del bautismo de tu sudor alcalino 
en el que me sumerjo para resucitar entre tus manos, 
apretado mi cuerpo por tus piernas cual cadenas, 
que amarran pero no encierran, 
en la mezcla de dos lenguas que susurran profecías, 
en el silencio de un beso 
perdona mis pecados y aprende a amar mis defectos, 
como yo que aprendí a amar todos tus demonios negros 
y a flotar entre tus humos al habitar tus infiernos. 

Aléjame de la tentación de robarte la vida en un beso 
y quémame entre tus llamas, que he de arder entre tu cuerpo, 
sin esfuerzo y con más fuerza 
que el sol del verano que quema en mis recuerdos, 
déjame estar en tu oasis en medio de tus desiertos, 
líbrame del mal de tu veneno o quítame la vida en un te quiero, 
bríndame tus aguas para calmar mi sed que es desvelo, 
que es anhelo de tu cuerpo, 
hidrópica necesidad de tocarte, 
insaciable deseo de besarte 
que me hace pensarte noche y día, 
líbrame del mal de tu olvido 
y ámame sin sentido, sin razón ni motivo, 
pero con pasión como lo hago yo en cada latido. 

Amen. 


*Santiago Garcés Moncada Nació en Itagüí el 3 de junio de 1999, ha sido participante de talleres de poesía y de la creación de espacios de lectura en la Institución Educativa Concejo Municipal de Itagüí en la que obtuvo el segundo lugar en el concurso de CUENTOS Y POESÍA  en su primera versión (2015), fue participante del taller de periodismo dictado por el periódico El Mundo, para la creación del periódico estudiantil (2016), fue orador de la cooperativa financiera COTRAFA en su concurso de oratoria en las versiones XVI (2015), XVII (2016) Y XIX (2018), también participó del taller de lectoescritura “People and Stories” (gente y cuentos) traído a Colombia desde Cambridge, Massachusetts, dictado en el año 2016, ha sido participante de varias lecturas en lugares públicos de Medellín e Itagüí, fue invitado al festival internacional de poesía de Medellín en su versión XXVIII (2018) y XXIX (2019), también fue invitado a leer en el homenaje póstumo del poeta Ernesto García Mejía organizado por el colectivo Poesía Orgánica, participó como coautor del libro “Deshielos de Tinta” lanzado en agosto del 2019, actualmente es participante activo del taller de poesía LETRA-TINTA suscrito a RELATA Min cultura y dictado por el escritor Rafael Aguirre.

1 comentario:

  1. Katherine González23 de agosto de 2019, 21:31

    ¡Qué poemas tan lindos! Me encantan. Felicitaciones por ese talento para escribir, espero poder seguir leyéndote.

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