Interpoética
Él
me crea
con el recurso doble de la mirada:
por un lado me existe, me conforma,
y por el otro soy su semejanza.
¿Soy yo entonces?
¿O soy sus brazos, ojos geocéntricos y piernas meridianas?
Si logro percibirme,
su rostro adopta una condición hipotética de espejo.
¡Dios mío! me retraigo…
Soy el otro.
con el recurso doble de la mirada:
por un lado me existe, me conforma,
y por el otro soy su semejanza.
¿Soy yo entonces?
¿O soy sus brazos, ojos geocéntricos y piernas meridianas?
Si logro percibirme,
su rostro adopta una condición hipotética de espejo.
¡Dios mío! me retraigo…
Soy el otro.
Niña vergel
Hiedra.
Cuerpos alcatraces de hiedra.
Besos narcisos de hiedra.
Jardín del Edén de sábanas menstruales.
Ingles de dientes de león con dientes de fina hiedra.
Eva de las trenzas tristes. Eva tiene trece.
Trece años tienes, trece años, Eva.
Madre de órganos de cristal.
Lágrimas de violetas.
Muñecas de porcelana encinta.
Cuerpos alcatraces de hiedra.
Besos narcisos de hiedra.
Jardín del Edén de sábanas menstruales.
Ingles de dientes de león con dientes de fina hiedra.
Eva de las trenzas tristes. Eva tiene trece.
Trece años tienes, trece años, Eva.
Madre de órganos de cristal.
Lágrimas de violetas.
Muñecas de porcelana encinta.
Hiedra.
Metáfora
Cuando
no me pongo mis ojos de prisa,
te leo cada cuerpo que eres
en cada espacio que haces tuyo con tu casi ser.
Y bien sabes, me gusta el juego de buscarte:
tomar el tren renglón seguido
y virar los ojos hacia dentro
cuando otras extendidas como tú
me ofrecen su tipografía,
porque como tú sólo tú misma.
Y así, después de un sinfín de esquinas numeradas marcialmente,
posponer lo ya sabido para que me dures,
deslizar la voz para que no te llegue:
¡Ésta es la mía! ¡La de siempre!
y abrazarte en la mentira doble de que si eres tú y a la par la idea de otra.
Ya sé que yo te quise así,
alquilada;
pero a veces te quisiera igual segura
como cuando te veo dormir, toda hecha discurso;
no como cuando te creces
y vas por ahí de signo en signo,
arrastrando un nombre en el que ya no cabes.
Dices que será la última,
pero cada vez que vuelves es primera vez
porque regresas siendo menos tú.
¿Cómo llamarte entonces?
¿Cómo saber cuál de todas las pieles que mudaste es la tuya
si sólo te paseas en líneas y contornos?
¿Saben tus otros hombres acaso que te gusta ser así, voluble?
Quien te intente aprisionar sólo tendrá la estela de tus voces,
la curva de serpiente ya hecha polvo,
la idea de mujer ya trascendida,
porque no saben como yo,
que te creas en el acto de crearte,
que no existes sino en una red continua
haciéndonos creer que te cazamos,
cuando en realidad nunca dejamos de ser presa.
te leo cada cuerpo que eres
en cada espacio que haces tuyo con tu casi ser.
Y bien sabes, me gusta el juego de buscarte:
tomar el tren renglón seguido
y virar los ojos hacia dentro
cuando otras extendidas como tú
me ofrecen su tipografía,
porque como tú sólo tú misma.
Y así, después de un sinfín de esquinas numeradas marcialmente,
posponer lo ya sabido para que me dures,
deslizar la voz para que no te llegue:
¡Ésta es la mía! ¡La de siempre!
y abrazarte en la mentira doble de que si eres tú y a la par la idea de otra.
Ya sé que yo te quise así,
alquilada;
pero a veces te quisiera igual segura
como cuando te veo dormir, toda hecha discurso;
no como cuando te creces
y vas por ahí de signo en signo,
arrastrando un nombre en el que ya no cabes.
Dices que será la última,
pero cada vez que vuelves es primera vez
porque regresas siendo menos tú.
¿Cómo llamarte entonces?
¿Cómo saber cuál de todas las pieles que mudaste es la tuya
si sólo te paseas en líneas y contornos?
¿Saben tus otros hombres acaso que te gusta ser así, voluble?
Quien te intente aprisionar sólo tendrá la estela de tus voces,
la curva de serpiente ya hecha polvo,
la idea de mujer ya trascendida,
porque no saben como yo,
que te creas en el acto de crearte,
que no existes sino en una red continua
haciéndonos creer que te cazamos,
cuando en realidad nunca dejamos de ser presa.
María Velázquez. Estudio Letras
Hispánicas en la UAM-I desde el 2012. La razón primera fue la poesía, hasta que
por casualidad descubrí que también podía leer en las personas comunes lo que
no podía en las metáforas: cuentos.
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