Brotar –me escribió O. desde una estación de servicios –es cocinar y fumar: tallarines blancos, un pucho con todas las colillas que alguien olvidó sobre el lavaplatos o sobre tus piernas.
Agujeros, sin memoria, dibujan las
quemaduras de las sábanas tendidas bajo el sol.
I
La deriva de tus manos, el crujir de tus hojas. Estas
siendo fumada: te encuentran en las cafeterías con lentes de sol, en plena
noche.
II
Buses que salen. Buses que entran. El
terminal es un comienzo. Algunos amaneceres se deshilachan entre los dedos sucios de tus pies.
Parece definitivo; alguien parte y otro se
queda.
III
Tu esperanza es directamente proporcional a la leche en
polvo que te resta en la cocina, más el orgullo secreto frente a tu no
despreciable colección de bolsas usadas
de té.
Mirándote al espejo, sabes que nadie vuelve. Dudas que se
salvan y tú, entre todos, tampoco
volverás.
IV
Será un imperativo entrar a una librería que no vende
libros para conseguir hojas, sobres, lápices y un pisapapeles con forma de gato
que mueve la manito, pues, te divierte la idea de tener un gato chino que mueve
la pata como si fuera un pequeño dios construido por niños que nadie sentó
sobre sus piernas.
En la ciudad de dos palabras –escribirás en las tardes –el cielo
dibuja nubes de avispas.
V
Brotar es dormir la mañana entera. Revolcarse entre el
polen y los caídos. Componer con el crujido de tus bronquios, una cajetilla
diaria. El dibujo de un camello dirigiendo una caravana varada en la arena.
[extracto de “Breve coloquio para plantas” de Rodolfo Reyes Macaya (Chile)]
[extracto de “Breve coloquio para plantas” de Rodolfo Reyes Macaya (Chile)]
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