“Hasta el momento he vivido casi 1.000 muertes, todas a mano propia…”
Atreverse a padecer una y mil muertes,
todas mías, todas diferentes.
Ya morí de pié y en cuclillas,
morí en tu cama y a destiempo,
lo hice llorando mares
y pariendo desiertos,
que nacen en la garganta
y acaban en todo el cuerpo.
Morí de todas las formas:
me suicidé en un beso,
me embosqué de noche
y escondido tras la sombra
del mayor de mis recuerdos;
me asesiné de espaldas a la vida,
a primera sangre y como último deseo;
a quemarropas y apenas con lo puesto
(o por pena por lo puesto),
me inmolé más de una vez
hasta perder los sentidos,
hasta sentir con el alma
hasta implorar por el olvido,
ese que por aquí no ha venido.
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