Foto por: Francisco Enríquez Muñoz |
“La mentira, el
relato de las cosas bellas y falsas,
es la finalidad
misma del arte”
Oscar Wilde
Introito.
La
literatura no copia los abusos y monstruosidades de la vida igual a como hacen
los reporteros de periódicos sensacionalistas. La buena literatura discurre
sobre hechos humanos, es verdad, pero sobre lo repetidamente acaecido que ella
recrea, levanta una nueva arquitectura narrativa, con un enfoque revelador, con
estilo e imaginación propios, con el destello de interiores verdades estéticas.
La literatura y las artes son mentiras bellamente contadas, afirmaba Oscar
Wilde, queriendo ratificar que ellas no imitan la vida, sino al contrario, se
hacen tan atractivas en su bella falsedad que conllevan a la vida a querer imitarlas (1). Este es el caso de las
novelas 2666 (2) de Roberto Bolaño y
Millenium (3) de Stieg Larsson, con situaciones
y personajes que no han existido jamás y que sin embargo son más reales que los
de carne y hueso.
Tanto
Bolaño como Larsson abordan asuntos humanos demasiado humanos, destacándose entre
ellos los ataques contra las mujeres en Ciudad Juárez (México) y en Suecia. Sus
creaciones configuran una estética de la violencia de género que emana, no la
verdad simple, sino la belleza compleja –lo feo entre lo armónico-, compuesta
de verdades en términos de belleza que indagan en la naturaleza humana los tensos
resortes que pueden desatar extrañas conductas.
La
sacrofobia y la ginefobia son, entre otros miedos, el tema de conversación
entre el investigador judicial Juan de Dios Martínez y la directora del
manicomio de Santa Teresa (Estado de Sonora – México), la psiquiatra Elvira
Campos, en uno de los pasajes de la novela 2666. Mientras el judicial se devana
los sesos tratando de hallar a un hombre que profana los templos (sacrofobia),
la psiquiatra insiste en que la ginefobia es un mal mayor que está extendido en
México, aunque disfrazado con los ropajes más diversos. Más que miedo, la ginefobia
es la aversión obsesiva hacia las mujeres, otra de las fobias que están
creciendo silenciosamente en el corral globalizado, agazapada en eufemismos,
invisibilizada por el espectáculo en que devino la cultura y por la supremacía
de temas políticos y económicos que dominan el espectro mediático. Stieg
Larsson, periodista y escritor sueco, abre su primera novela de la trilogía Millennium,
Los hombres que no amaban a las mujeres, con el siguiente epígrafe: “El 18% de
las mujeres de Suecia han sido amenazadas en alguna ocasión por un hombre”. Pero,
es en la segunda novela, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de
gasolina, donde Larsson desnuda en una punzante prosa de suspenso el denigrante
comercio sexual entre Europa del Este y los países bálticos, y la persecución delirante
por parte de varios hombres, incluido su padre y hermano, que padece el singular
personaje de Lisbeth Salander.
¿Cuáles
son las motivaciones que llevan a un par de escritores de distantes continentes
a escribir sobre la ginefobia, valiéndose del periodismo investigativo, una propuesta
estética, y la ficción? Para Bolaño es crucial dar cuenta, una tras otra, con
fechas, descripciones detalladas del sitio en que fueron hallados los cuerpos,
cómo fueron violentadas, cómo estaban vestidas, qué originó finalmente el deceso
de todas las mujeres asesinadas entre 1993 y 1997 en Santa Teresa
(transposición de Ciudad Juárez). Pareciera que el escritor chileno quisiera
restaurar la inocente humanidad de cada una de esas mujeres salvajemente
asesinadas, para al menos resistir al rápido olvido esa tropelía, negarse a la
indiferencia humana, ofrendar un homenaje a cada víctima. Larsson va más al
frente; no sólo desvela los aberrantes estigmas, usos, controles, torturas y
vejámenes que sufren las féminas, sino que crea un personaje, Lisbeth Salander,
quien detesta a los hombres que odian a las mujeres y asume la justicia por su propia
mano. Como si el sueco sintiera en carne propia el dolor de aquellas que han
sido ultrajadas, y sublimara en la vengativa y dura Salander la rabia acumulada
y la indignación contenida.
Tanto
Bolaño como Larsson están cruzados por la clásica novela policíaca. El chileno
hace gala de una prosa poética, con un despliegue de detalles que imprimen
fresca vitalidad a los ambientes y personajes, con sensible vuelo imaginativo
en el que reconoce hasta los seres no humanos que impregnan el entorno
narrativo. El sueco esgrime una prosa dura, afilada, explosiva, con frases
entrecortadas, con profusa ficción, desenlaces sorprendentes, personajes con fuerte
carácter, de reacciones imprevistas.
México
y Suecia son los escenarios donde se desarrollan los principales acontecimientos
de las novelas. El primero con una sociedad dominada por la religión y la lucha
por la subsistencia; el otro, donde hay una libertad sexual ilimitada y se
distingue con uno de los mejores estándares de vida en el mundo. En Santa
Teresa, violan, cada día, a más de diez mujeres, muchas de estas violaciones
terminan en asesinato. Suecia es, proporcionalmente, uno de los países que más
putas compran, per cápita, de Rusia o de los países bálticos. Chicas entre los
15 y 20 años, procedentes de la miseria social de los países del Este, son
atraídas a Suecia para trabajar, o sea, entregar su cuerpo para que las violen
sistemáticamente. No hay otra actividad delictiva donde la aceptación social
sea tan grande y donde la sociedad haga tan poco para acabar con ella…
“A
todo el mundo le gustan las putas: fiscales, jueces, maderos, y algún que otro
miembro del parlamento. Nadie escarbaría demasiado para atajar la actividad” (4).
Bolaño
y Larsson no intentan explicar desde la sociología, ni la psicología, ni la
antropología, los determinantes profundos de los sucesos. Esa no es la tarea de
la literatura. Describen y recrean en una estética particular lo que
investigaron, ficcionan y empoderan. A través de un surtido diversificado de
personajes, ofrecen miradas múltiples a los hechos; pero es evidente que no sólo
se preocuparon por construir un proyecto estético. No hay proyecto estético de
envergadura que no sea soportado en un proyecto ético. Las grandes obras de la
literatura universal han sido la explosión de elaborados sentimientos y
percepciones que han tallado la vida interior de sus autores. James Joyce no
hubiera escrito Ulises sino hubiera sido vapuleado en su niñez por la religión;
Robert Musil no hubiera escrito El hombre sin atributos sino hubiera
visualizado en su adolescencia lo que auguraba el “prometedor” mundo industrial burgués que se iba devorando
lo que quedaba de la aristocrática cultura del viejo régimen; Fedor Dostoievsky
no hubiera escrito la parricida novela Los hermanos Karamazov si no hubiera
tenido el padre que tuvo; Franz Kafka no hubiera escrito El proceso sino hubiera
vivido en carne propia la fragilidad y el desvalimiento del hombre frente a la omnipotente
máquina burocrática.
Vidas paralelas.
Oriundos
de distantes puntos geográficos, sorprenden algunas sincronicidades entre los
dos escritores. Contemporáneos que nacieron con un año de diferencia; ambos
fallecieron a los 50 años, grandes lectores, noctámbulos, escribieron
frenéticamente al final de sus vidas, no vieron publicados sus trabajos más
elaborados, profesaron un profundo respeto hacia el periodismo investigativo,
se interesaron durante su juventud por procesos democráticos en distintos
lugares del planeta. Pero, el hecho más significativo que distingue las vidas
paralelas de estos creadores es una situación particular que vivenciaron con
mujeres, tal vez esté aquí el germen de un proyecto ético y estético que
abarcaría sus vidas. Ocurrió durante sus adolescencias; en el caso de Bolaño,
consistió en la desaparición de sus amigas, las hermanas Garmendia, en los días
posteriores al derrocamiento del presidente Salvador Allende en Chile. Este
episodio quedó registrado en la novela Estrella distante (5) cuando narró
la traición que Alberto Ruiz-Tagle o Carlos Wieder –miembro del taller de
poesía de Juan Stein en Concepción, junto con el mismo Bolaño y las Garmendia-,
hace a éstas, quienes se esconden de la dictadura.
Cuando
Stieg Larsson tenía 14 años, vio como sus amigos violaban una niña en un
camping. No hizo absolutamente nada para impedirlo; entonces, buscó a la niña
para brindarle excusas, pero ella lo rechazó (6). Esta experiencia lo conduciría
a una actitud antiginefobica, notoriamente visible cuando en un intercambio de
cartas con su editora, Larsson es intransigente con el cambio del título de su
primera novela en la que se sostuvo debía ser Los hombres que odian a las
mujeres, Man som hatar kvinnor –en sueco-. Fue después de su prematuro
fallecimiento que los editores españoles decidieron cambiarlo por Los hombres
que no amaban a las mujeres. ¿Qué diría Larsson si supiera que en Estados
Unidos hicieron una versión cinematográfica de esta novela con el título La
chica del dragón tatuado? Aquí se soslaya totalmente el sentido profundo del
texto literario al destacar un aspecto formal.
2666
Un oasis de
horror en un desierto de aburrimiento (7).
Un
escritor prestigioso, del que muchos hablan pero nadie ha visto, es el centro
de admiración de 4 profesores de literatura. Estos leen todas las novelas del
escritor, escriben ensayos sobre ellas, asisten a congresos para dar
conferencias. Anhelan conocer al nominado al premio Nobel, Beno Von
Archimboldo, quieren conversar con él, lo buscan en los sitios donde dicen lo
han visto, pero todos los intentos son infructuosos. El reputado Archimboldo,
no se deja ver en ningún evento público, envía representantes a las
editoriales, no hace lanzamiento de sus libros, no da ruedas de prensa, no pasa
a ningún teléfono, no dicta cátedra, esconde su identidad en un seudónimo que
nada tiene que ver con su origen alemán, a excepción del von, definitivamente
muy germano.
La
última opción para hallarlo es la ciudad de Santa Teresa. Hacia ese lugar se
dirigen tres de los profesores, el francés Jean-Claude Pelletier, el español Manuel
Espinoza y la inglesa Liz Norton. No pudo viajar el italiano Piero Morini. Esta
ciudad, donde asesinan mujeres que botan en cualquier vertedero, es punto de
llegada de todos los que tienen velas en
la vida interna de la novela. Sus habitantes afirman haber visto al escritor,
pero Archimboldo es apenas un antifaz, al final de la novela se descubre que
Hanz Reiter, un veterano del ejército nazi, es el hombre amado y buscado. Ni
siquiera su única hermana, Lotte, sabe que él es el famoso escritor. Un hijo de
Lotte es encarcelado en Santa Teresa acusado de asesinar a una de las tantas
víctimas de delitos sexuales, entonces, por solidaridad con su hermana y
sobrino, archimboldo viaja hacia México, cuando todos los que lo buscaban allí
hace rato han regresado a sus países.
Novela
anti policíaca porque no se descubren los asesinos en serie, excepto unos
cuantos uxoricidas. El paisaje cotidiano de víctimas que aparecen como otro
arbusto más, se erige en un altar del horror al que concurre la curiosidad
mórbida de la sociedad. Cadáveres de mujeres abandonadas en cualquier basurero,
en el desierto, en los cerros, en las carreteras, en los baldíos, detrás de los
depósitos industriales, en las calles,
en los potreros, en edificios en construcción, en los arroyos, en sus propias
casas, en las canchas de fútbol. A pesar de la recopilación de elementos
probatorios, investigaciones, interrogatorios, fotos, expedientes, los crímenes
quedaban en la impunidad. Bajo el polvo del desierto de Santa Teresa reposaban
los cuerpos que representaban el erotismo, pero también la muerte, la atracción
y la fatalidad, la inocencia y la perversión, el placer y la aniquilación, la
fiesta y el luto. El cuerpo de mujer como otro campo de batalla del imaginario
del hombre, carne y piel desgarrados por Eros y Tánatos, por el deseo y la destrucción.
Hombres que llegan al cuerpo de la mujer no para compartir sino para dominar.
Mujeres desde los 11 hasta los 50 años,
estudiantes, obreras de las maquiladoras, camareras, empleadas, amas de casa,
prostitutas, meseras. Faltan autopsias, desaparecen los exámenes balísticos, la
indiferencia de los círculos sociales es pasmosa. Nadie escribe una crónica que
profundice en los hechos. Tuvo mayor eco en la prensa local un ataque a las
imágenes de las iglesias, que las mujeres asesinadas durante meses. Los
periodistas caen en lugares comunes, al relacionar las muertes de mujeres con
actividades del narcotráfico. Un cura que lee teología de la liberación informa
mejor que la policía sobre lo que sucede en la frontera con México. La academia
está atendiendo a los profesores de literatura que visitan la ciudad, y éstos
están hechizados por un espectro que creen ver corporeizado en algún gigante
santateresano. El aburrimiento los acecha. Ni siquiera en el DF se dan por
enterados. Las autoridades pretenden disimular su impotencia al difamar a las
víctimas, pues ellas se lo buscaron, “medio puta, decían los policías” (8). La
tragedia cotidiana es objeto de banalización en los medios policiales y,
posteriormente, en los periodísticos; los judiciales hacen chistes: “las
mujeres son como las leyes, fueron hechas para ser violadas”.
La
mayoría de las víctimas fueron estranguladas, violadas anal y vaginalmente. A
una de ellas le encontraron restos de semen en la garganta, “lo que contribuyó
a que se hablara en los círculos policiales de una violación `por los tres
conductos´” (9). El marqués de Sade parece emerger de aquellos conductos para
advertir que el vicio y la destrucción doblegan la naturaleza de aquellos
hombres que fundan en el placer físico egoísta y en la dominación, sus impulsos
eróticos. ¿Qué resorte recóndito lleva a un hombre a asesinar a una mujer
después de que ésta le ha ofrecido el más anhelado placer? No dejar evidencias
de su brutal coerción, deshacerse de la única voz que lo puede acusar,
parecieran ser las respuestas. Si tanto el bien como el mal son cosas
rutinarias, si es verdad que todos somos insignes malvados, si todos los días
mueren personas, es evidente también que en estos crímenes sexuales hay un plan
racional que va desde el rapto, la violación y el asesinato, que los convierte
en las peores demostraciones de horror. La humillación y sufrimiento de las
mujeres es indecible porque desde que son raptadas saben a conciencia lo que
les espera. Son horas del terror más despiadado, saben que no saldrán con vida,
la impotencia es absoluta contra la fuerza masculina.
Existe
ginefobia porque prevalecen rezagos de estigmatización a la mujer por ser ella
misma, por empoderarse, por decidir qué hacer con su cuerpo. Por ser bruja
instintiva, porque es discriminada desde doctrinas religiosas por aprensiones
morales, porque no se acepta la alteridad. Pareciera que la humanidad
necesitara de rebrotes, de fuertes dosis de animalidad, de inocencia salvaje,
de horror y de sadismo para confirmar que la vida sigue siendo la primigenia vida
con sus impulsos eróticos y tanáticos. No existe el hombre sin sombra. Y la
cultura, a través de las instituciones ha querido acallar el instinto con una
incomprensión insana que produce su resurgimiento enloquecido. En lugar de
ayudar a conducir los instintos, los impulsos a la danza de los cuerpos y el
deseo, la convierte en la “danza macabra”. La represión, los prejuicios, la
mezcla sexo-sangre, devuelven el humanitas al animalenses bestializado.
Bolaño
hace visibles a las víctimas de delitos sexuales, devuelve el rostro a las
mujeres que fueron apenas un número estólido en las estadísticas forenses; rescata
sus sueños, sus logros, sus habilidades. Vuelven a ser, la niña inocente, la joven
curiosa, la madre solícita, seres vivos con pensamientos, sentimientos,
ideales. Revive su condición de protectoras, con hijos a los que quieren
entregar toda su energía y sus ingresos, mujeres que caminan largas distancias
para llegar a las fábricas, mujeres a las que no les importa pasarse noches sin
dormir empalmando un turno con el otro, mujeres cuyo sueño era vivir cerca del
mar, mujeres de los pies a la cabeza, mujeres que le rezan a la virgen de
Guadalupe, mujeres que cocinan a su prole, mujeres que cuidan un patio con
plantitas y gallinas, mujeres con las piernas abiertas -muy abiertas-, ,
mujeres que quieren estudiar computadores o irse a Estados Unidos a cambiar el
destino, mujeres que anhelan ser artistas. También, evoca a las menores de edad
que morían sin que nadie hiciera nada para evitarlo, niñas que apenas empezaban
a despertar a la conciencia, niñas cuyo pecado era tener un cuerpo de mujer,
niñas que no se desprendían de sus muñecas, niñas alquiladas a las maquiladoras.
Nadie
tiene idea de lo que acaece en Santa Teresa, excepto Elvira Campos, la
directora del manicomio, algo similar a lo que ocurre en Ensayo sobre la
ceguera con la mujer del médico, la única que no pierde la vista cuando todos
los demás se quedan ciegos. Elvira ve ese oasis de horror en un desierto de
aburrimiento, donde se destinan más investigadores judiciales a perseguir
profanadores de templos y pequeños ladrones que a investigar los asesinatos de
mujeres. Elvira no se ha contagiado de la ceguera general que no es más que la
insensibilidad y robotización de la gente; ya ha visto demasiado, piensa que a
los 55 años, próxima a cumplirlos, debería suicidarse. Soñaba, a veces, que lo
dejaba todo, tomaba un avión a Paris, se hacía arreglar la nariz, los pómulos,
se aumentaba los senos, rejuvenecía 10 años. “Una nueva vida sin mexicanos ni
México ni enfermos mexicanos” (10). Como para Hamlet, Dinamarca era una cárcel”,
así era México para Elvira. Ella hace teatro en el teatro de los enajenados, se
reserva su espacio privado, tiene a raya a su estulto pretendiente. Elvira
también se debate entre el ser y el no ser, entre el envejecerse en una
sociedad de locos o escapar a la libertad.
Una
serie de personajes desencantados habitan la narrativa de Bolaño, como una
profesora de secundaria que escribe poesía y se suicida porque no soporta
“todas esas niñas muertas”; la muchacha que no cree ni en el amor, ni en la honestidad,
ni en las puestas de sol ni en las noches estrelladas, ni en los libros, porque
en su casa sólo hubo libros nazis, política nazi, economía nazi, mitología
nazi, poesía nazi, novelas nazis, obras de teatro nazi. Un pintor que sólo
pinta mujeres muertas. Pero también hay un cazador que se iba al bosque,
hiciera el tiempo que hiciera, a buscar su pene y sus testículos que le habían
arrancado. Este hombre sin atributos terminó casándose y vivía feliz; un hombre
que logró imponer su deseo a la realidad (11). Allí radica, tal vez, la
felicidad, pareciera decirnos Bolaño, en intentar siempre imponer el sentido de
la posibilidad al sentido de la realidad. Los dos sentidos que según Robert
Musil permiten, en su interacción dinámica, que “siempre el mundo podrá ser de
otra manera”. No obstante, los muertos de Pedro Páramo parecen trasladarse a los
barrios pobres de Santa Teresa, a las zonas de maquiladoras, a las fábricas cercadas
por barreras de alambre en las chabolas perdidas, “esperanzadas apenas en un
hermoso atardecer”. Y susurra también El laberinto de la soledad, que tiene la
virtud de que lo allí predicado no solo aplica para México sino que es
extensible al género humano:
“La
contemplación del horror, y aún la familiaridad y la complacencia en su trato,
constituyen contrariamente uno de los rasgos más notables del carácter
mexicano. Los Cristos ensangrentados de las iglesias pueblerinas, el humor
macabro de ciertos encabezados de los diarios, los “velorios”, la costumbre de
comer el 2 de noviembre panes y dulces que fingen huesos y calaveras, son hábitos
heredados de indios y españoles, inseparables de nuestro ser. Nuestro culto a
la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor, que es hambre de
vida, es anhelo de muerte, el gusto por la autodestrucción no se deriva nada más
de tendencias masoquistas, sino también de una cierta religiosidad” (12).
Millenium
Ecuaciones
absurdas.
Las
heroínas y anti heroínas de la literatura cambian de porte e ideales de acuerdo
a las épocas. Emma Bovary, Ana Karenina y Madame De Renal, con lo osadas que
eran, resultan apenas unos modelos decorativos al pie de la figura indómita de
Lisbeth Salander, coprotagonista de las tramas de la saga Millenium. Mientras aquellas desdichadas esposas soñaban con
liberar su cuerpo reprimido en un encantador amante -a la postre obtenido-, en
Salander, las urgencias carnales son resueltas con cualesquier chico de playa,
con una lesbiana o un periodista listo. Su menuda figura aparece siempre en los
momentos cruciales, justo cuando se requiere de una prueba contundente para
neutralizar a algún bandido, o cuando alguien está en peligro de perecer y su
concurso lo evita. Joven solitaria que tuvo maltrato de su padre machista y
violento durante su infancia; en su adolescencia fue obligada a asistir a
control psiquiátrico bajo la tutela y administración de un abogado. Salander se
convierte en una hacker de categoría mundial conocida con el pseudónimo de
Wasp, boxeadora, estudiosa de las ecuaciones matemáticas, extraordinaria
investigadora con memoria fotográfica, una verdadera heroína; pero ni siquiera
sus ex compañeros investigadores de la empresa Milton Security confían en ella
por su silencio y fuerte carácter.
Rodeada
de hombres que odian a las mujeres, Lisbeth actúa a la defensiva encerrándose
en su pequeño portátil y su íntima bisexualidad. La policía la acusa de ser la autora
de un triple asesinato que conmueve a Estocolmo, cuando precisamente ella apoya
la causa de la criminóloga y el periodista asesinados. Causa que tiene que ver
con lo que ha padecido la misma Salander: maltratos y abusos por parte de los
masculinos. Mia Bergman y Dag Svensson, estaban a punto de publicar una tesis y
un libro sobre el tráfico y violencia contra las mujeres. “From Russia with
love, Traffiking, crimen organizado y las medidas tomadas por la sociedad” -la
tesis de Bergman-, consistía en una serie de entrevistas a putas. Svensson,
entre tanto, denunciaría a los puteros y ataba cabos entre las empresas
encargadas del comercio sexual. Una vez se publicara el libro, planeaban
denunciar penalmente a los implicados en abusos a chicas menores de edad, entre
ellos jueces, fiscales, policías, abogados, periodistas, uno de los cuales
había escrito textos sobre trata de blancas.
Hay
ecuaciones razonables como la ecuación virtudes públicas + vicios privados =
integralidad humana; pero hay también otras ecuaciones tejidas con peregrinas
asociaciones que echan raíces en el imaginario de la opinión pública, como la
que sufre Lisbeth con la ecuación “joven
bajo control psiquiátrico = trastornada = psicópata = peligrosa asesina”. Es
verdad, que Salander tenía un carácter violento, y era capaz de matar, pero
sólo lo haría por defensa propia. También era excéntrica, pero nunca hacía nada
en contra de su voluntad y sin analizar las consecuencias, “especial, si. Loca,
no” (13). En su niñez, los dados se cargaron hacia un profundo trauma fruto de
una violación que incubó una personalidad paranoica, sin motivos para creer en
las autoridades ni en nadie. Las agresiones de su padre contra ella y su madre,
además de los abusos de su tutor, no fueron tenidas en cuenta en los informes
psiquiátricos, los que sólo dieron credibilidad a las reacciones defensivas de
Lisbeth que fueron catalogadas de antisociales.
Salander
se percata desde sus 12 años que está prácticamente sola en el mundo, que debe
enfrentarse a sus agresores masculinos sin apoyo de las instituciones, y
difícilmente su madre puede ayudarla. Desde entonces todas sus facultades y
talentos se disponen a desarrollarse febrilmente para soportar una adolescencia
marcada por un tratamiento psiquiátrico que incluía la tortura, justificada por
dictámenes arbitrarios como el síndrome de Aspergers, una forma de autismo. Era
una coartada de funcionarios y delincuentes para mantenerla encerrada como una
loca con el fin de evitar que revelara quién era su padre. Cuando una ecuación
absurda es reforzada con documentaciones psiquiátricas y especulaciones
policiales, termina aceptándose como axiomática. Se cumple aquí la paradoja
formulada por Kafka, por la cual el hombre no tiene opción ante la Ley, está
condenado a priori, y su inferioridad y desvalimiento es tal que termina autoinculpándose.
Al igual que en la novela 2666, las
víctimas se convierten en victimarios, y las investigaciones se desvían hacia
chivos expiatorios, como si obedecieran a un libreto para ocultar o proteger un
monstruo mayor.
En
un mundo en el que el hombre ha devenido en insecto fácilmente atrapable en una
telaraña jurídica voraz e ineludible, las autoridades hacen de la justicia un show
mediático y los periodistas suplantan a los jueces, transgrediendo debidos
procesos. Expresan apreciaciones subjetivas, carentes de razonamiento lógico en
derecho, condenan y deshonran a personas que no han sido vencidas en juicio,
las que finalmente son declaradas inocentes de acusaciones fruto de montajes
prefabricados. Tiempos en que no se ha terminado de cometer un crimen y ya las
autoridades tienen uno o varios sospechosos a los que se somete al escarnio público.
Con el poder mediático, los periodistas convierten la vida de un inocente en un
infierno. A Lisbeth la tildan de psicópata y sociópata por defenderse,
desconfiar y ser sola.
La
tercera víctima por la cual acusan a Lisbeth es el abogado Nilsj Bjurman, su
administrador de tutelaje, quien aprovechando su condición la violó
repetidamente. Salander no lo pudo denunciar porque figuraba como incapacitada
y nadie le creería; cuando creció y se hizo independiente, ingresó al
apartamento de Bjurman, lo encadenó a su cama y tatuó en su abdomen un texto
que difícilmente podía borrarse: “Soy un sádico cerdo, un hijo de puta y un
violador” (14). Lisbeth lo amenazó con entregar a los medios de comunicación una
película que mostraba como la violó, si no redactaba informes acerca de su buen
comportamiento. Bjurman es asesinado una hora antes de ser asesinados la
criminóloga y el periodista. Coincidencialmente, Salander visitó esta pareja la
misma noche de los acontecimientos, otra de las ecuaciones que maneja la
policía, por la cual iguala la visita a los amigos que fallecen a una visita para
asesinarlos.
Lo
relevante en la prosa vibrante de Larsson es la presencia de una estética de
resistencia contra la violencia de género a través de la construcción de provocadores
personajes femeninos mezcla de realidad, sueño y ficción. Lisbeth Salander es
un personaje alucinante, arrollador, fantástico. Una Juana de Arco que domina
la tecnología informática; lleva en su bolso un bote de gas lacrimógeno, una
pistola eléctrica y un martillo para defenderse de los ataques masculinos. Nada,
que no le apetezca, hace; no se preocupa de lo que los demás piensen de ella, es
muy competente, y no es, en absoluto, como los demás. Pasaría desapercibida con
su uno y cincuenta centímetros y 42 kilos de peso, sino fuera por su conducta
introvertida, en permanente defensiva. Desconfiaba por completo de las
autoridades, no permitía que nadie se entrometiera en sus asuntos personales;
si alguien intentaba gobernar su vida veía en esto una provocación y, tal vez,
incluso, un hostil ataque (15).
A
Lisbeth la habían entretenido los rompecabezas y los enigmas. Ajedrecista
intuitiva, a los 9 años dominó el cubo de Rubik; jamás falló en los test de
inteligencia de los periódicos. Más tarde, siguió la evolución de las matemáticas
desde Arquímedes hasta el actual Jet Propulsion Laboratory de California. Se
asombró con el método de Andrew Wiles para resolver el Teorema de Fermat, lo
cual contribuyó a que le atrajera la idea de lo absoluto. Lisbeth evitaba ligar
con hombres, su tiempo estaba destinado a ensayar inmersión en el jacussy de su
apartamento, a analizar y leer en su computador hasta las 4 de la madrugada.
Con una moral propia, en su mundo las cosas eran o “corretas” o “incorrectas”;
como investigadora, siempre entregaba resultados por encima de lo normal, pero
en el trato social…desastrosa.
Otro
sorprendente personaje es Miriam Wu, pareja de Lisbeth. Una reconocida lesbiana
en los clubes de moda de Estocolmo, quien participó en un Festival del Orgullo
Gay y había escrito artículos sobre sexo lésbico BDSM. No ocultaba que se
dedicaba a ligar con mujeres y sus mayores fantasías eran dominar a sus parejas
y usar los juguetes sexuales. Miriam Wu padece el asedio de los periodistas y
la persecución de la policía. Los miembros de esta institución la llaman “la
mujer de 31 años”; cuando la interrogan le increpan su preferencia sexual, a lo
que ella se defiende: “No he cometido ningún delito y la manera en que yo elija
vivir mi vida y las personas con las que me acuesto no son asunto tuyo ni de
nadie” (16).
Estamentos
sociales influyentes se entrometen en la vida privada de las mujeres, evidenciando
la homofobia como otra práctica en una sociedad que ha sido reconocida como garante
de los derechos sexuales. Satanizan a bandas de rock lesbianas, promueven
violencia y odio contra ellas. Los diarios destacan la relación de Lisbeth con Miriam
Wu, publican detalles de cómo hacen sexo. Larsson muestra otra faceta de la
sociedad mundial que no ha podido globalizar el respeto por la piel hacia
dentro de los individuos; devela el truco de exponer la vida privada de las personas
para hacerlas más vulnerables a otro tipo de juicios. El autor sueco parece
ponernos en el tapete el “síndrome del Conde de Bressac”, ese personaje sórdido
de la novela Justine o los infortunios de la virtud, del Marqués de Sade.
Bressac odia a ciertas mujeres porque ve en ellas un estado óptimo del ser;
goza al verlas sufrir, física o moralmente. La sociedad pretende moldear a la mujer,
imponerle ajenos caminos cuando ninguno le satisface, ni siquiera el de la
virtud que escoge Justine, en el cual sólo consigue agravios y traiciones.
Lisbeth no sigue ni el camino de la virtuosa Justine, ni el de su hermana, la licenciosa
Juliet. Emprende su propio destino haciendo lectura de las contingencias que ha
atravesado, es ella misma, no es ninguna otra mujer.
Harriet
Vanger es otro personaje deslumbrante de la trilogía Millenium. Se refugió durante 37 años en Australia para huir de las
violaciones que le hacían su padre y hermano. Desapareció misteriosamente a los
16 años; su tío paterno –el único que no la dio por muerta-, contrató los
servicios de Mikael Blomkvist para que investigara el paradero de su sobrina. Blomkvist,
el otro coprotagonista de la saga, es un periodista de la revista Millennium y
el mejor amigo de Lisbeth, también su compañero de investigaciones y aventuras
al límite. Fue salvado de morir por la misma Salander, de las manos del
incestuoso Martin Vanger, padre de Harriet (trama de Los hombres que no amaban
a las mujeres). El periodista, con la ayuda de la hacker, pudo probar los
fraudes del empresario financiero Hans-Erik Wennestrom, lo cual lo catapultaría
al prestigio y aseguraría la solidez económica de su revista. Salander se
aparta de su vida por celos; pero es Blomkvist el que la rescata de los ataques
de su padre y hermano. La última novela de la trilogía (La reina en el palacio
de las corrientes de aire) devela el origen ruso de Alexander Zalachenko, padre
de Lizbeth, su conexión con redes de proxenetas, distribución de anfetaminas y
venta de información a la Sección Secreta del Estado.
En
la trilogía Millenium no sólo asistimos a la denuncia de ginefobia, homofobia y
xenofobia en una sociedad que se ha considerado respetuosa de todos los
derechos humanos, sino que también revela (y éste es quizás su mayor logro) la
profundización de la revolución de la mujer iniciada en el siglo XX. Hecho que se
evidencia en la incursión de ésta en las tecnologías, en los deportes de
dominio exclusivo masculino, en las elites de investigación, en el rompimiento
de estructuras de control social y moral, en la búsqueda de otro destino
distinto al rol de dama de compañía y estuche reproductor que tradicionalmente se
le ha impuesto. El singular personaje de Salander es una versión moderna de la
ingeniosa Sheherazada, con la diferencia de que en lugar de salvar su vida con
el relato de cuentos maravillosos, Lisbeth lo hace desde la acción audaz, el
despliegue de la inteligencia y el aprovechamiento de las debilidades de sus
enemigos. Lisbeth Salander es uno de esos únicos personajes reales que lo son
porque no han existido jamás en el mundo. Con su creación, Stieg Larsson ha
puesto su cuota demiúrgica para satisfacer la petición que hiciera Oscar Wilde:
Si no se hace algo por modificar nuestro culto monstruoso a los hechos, el arte
se tornará estéril y la belleza desaparecerá a la tierra.
Conclusiones
A
pesar de las diferencias culturales, geográficas, de idioma, religión y de
sistemas político económicos, los seres humanos somos los mismos en todas las
naciones. Gozamos de fortalezas, motivaciones, ilusiones; pero, también
padecemos problemas, angustias, necesidades, sueños frustrados. En una palabra,
en todos los lugares del planeta, los seres humanos estamos en falta, y según
como abordemos las respuestas a esta falta, dependerán nuestras realizaciones.
La ética juega un papel importante en este desenlace, pues ella guía el cómo en
los intentos de satisfacer el deseo.
La
ginefobia es una de las expresiones resultantes de las equívocas resoluciones
del problema existencial de la falta. No se reduce a evidentes signos de
intolerancia contra la emancipación y autonomía de la mujer. Algunos miembros
de las comunidades creen que a través de la manipulación y el abuso de la
mujer, resuelven la falta; mientras que otros emprenden el camino de la
comunicación y el aprendizaje mutuo con el sexo opuesto para avanzar en el
reconocimiento del otro y la comprensión de los retos. La ginefobia al extremo,
traducida en la eliminación física de la mujer, es la negación del erotismo y del
goce en la otredad, en el cuerpo ajeno. La práctica del erotismo pone en
dinámica las descargas intrínsecas de la vida y la muerte, sin necesidad de
llegar al crimen; nos libera de la violencia y nos acerca subliminalmente a la
muerte, pues es ambiguo en su doble cara de placer y aniquilamiento, ejerce una
saludable fascinación por ser dador de vida, también de muerte representada.
El
cuerpo de la mujer se ha convertido en caballo de batalla de los imaginarios
masculinos para representar todos los innombrables. El deseo, la vida, el amor,
la gracia, el arte, la inocencia, la maldad, lo ominoso, la falta, la
naturaleza, la muerte, la esperanza, la felicidad, tienen cuerpo de mujer. La
mujer, entonces, genera pasión, pero también miedo a ser devorado por ella.
Cuando este miedo se desquicia, se vuelve agente de violencia y muerte física;
más aún, cuando está azuzado por otras variables del entorno, entre ellos,
lucro, redes de prostitución, narcotráfico.
En
el panorama de la literatura contemporánea, surgen dos escritores que abordan
el tema de la ginefobia; Stieg Larsson es visceral para hablar del maltrato a
la mujer, su indignación es tal que crea una heroína justiciera que mata
hombres que odian a las mujeres. Roberto Bolaño asume una posición de humano cronista
judicial que da vida a esas víctimas que a nadie interesa excepto a sus
familiares. Ambos proponen una estética de la resistencia desde las más idóneas
armas que un escritor puede esgrimir: las letras.
Notas
- Wilde, Oscar. La decadencia de la mentira. En: Ensayos y artículos. Barcelona: Edicomunicación. 1999.
- Bolaño, Roberto. 2666. Barcelona: Editorial Anagrama. 2010.
- Millennium es el conjunto de tres novelas del escritor sueco Stieg Larsson. Ellas son: Los hombres que no amaban las mujeres. Madrid: Ediciones Destino.2008. La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Madrid: Ediciones Destino. 2008. La reina en el palacio de las corrientes de aire. Ediciones Destino. 2009.
- La chica que soñaba con una cerilla. Versión PDF, Página 234.
- Bolaño, Eduardo. Estrella distante. Barcelona: Editorial Anagrama, 1996.
- Higuita, Otto. Stieg Larsson: inclaudicable activista e insoslayable escritor. En: WWW.Rebelion.org
- Verso de Charles Baudelaire que Bolaño utiliza como epígrafe a su novela.
- 2666. Página 576.
- 2666. Páginas 576-577.
- 2666. Página 669.
- 2666. Página 894.
- Paz, Octavio. El pachuco y otros extremos. En: el laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica. 1989.
- La Chica. Página 385.
- La chica. Página 367.
- La chica. Página 379.
- La chica. Página 442.
Bueno...maravilloso artículo y encima escribes de lujo, me lo guardo para darle vueltas porque no merece menos. Gracias mil, de verás. Llego aquí ,por cierto, tras una noticia que me ha saltado hoy sobre el ruandés de 71 años que padece Ginefobia y lleva 55 años encerrado en su casa. Salgo de aquí con más esperanza, no te digo más ;)
ResponderEliminarQué bueno seguir apostándole a la utopía, fraterno saludo Valquiria.
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