Hombres, poetas y hechiceros, enfermos de amor festejado en las ferias de collares y deseos baratos, místicos, monos con lujosos atavíos de vendimias dementes, mendigos de harapos de seda y cables derretidos, ídolos de papel, narcóticos ocres y volátiles embriagando a borregos de la razón y la luz, las criaturas mutan atrapadas por las sombras de amos impalpables, mientras seducen las pasiones desechables y los mercados del espíritu.
Y el eco de los señores aún resuena desde el etéreo reino de piedras preciosas y carbón, resuena y ruge como una bestia condenada en el deforme cuerpo de las ciudades:" Con que suerte de inmanencia nos arrojaron al mundo como estrellas abandonadas en el espacio absoluto".
Nos ciega un camino de luz desconocido, transfiguramos altares por amores plásticos intentando beber del seno de ídolos, fantasmas estériles, petrificados por la brea del desconsuelo y el asfalto.
Ya pateado por el amor, ya por la senda obscena, ya por un horizonte alegre, ya succionado por los pezones y diluido en el sudor lujurioso, siempre acosado y derribado por el hastío de la embriaguez y la locura.
En el albor de este abandono, nos ciega un camino de luz desconocido...
Los años han pasado ya desde mi último nacimiento, parece increíble que los rostros contrastados de ropas glamurosas o miserables sean el único humor de estas calles sometidas, en el rumor y escozor de la feria del mundo y sus caprichos, en el juego de poder de señores irónicos... nos ciega un camino de luz desconocido.
Y en el presente de la travesía interminable, ahora que la voluntad vaga por aquellas regiones de sol y de leyenda, en aquel lugar donde aún no me toca...
Te aniquilas o escapas entre las granjas plastificadas, entre riveras de humo, cartón y metal; te aniquilas o escapas por le río escatológico y las fuentes repletas de malgastadas esperanzas; te destruyes y deformas para reposar tu fuerza en las caderas deseosas de las noches maquinales revolviendo tus pliegues de gracia con las estaciones vengadas por aquellos "señores".
¿Alguna vez restauraremos el celeste abismo, paraíso presente y olvidado?
¡Alguna flecha que atraviese mi extraña ironía! Lentamente vuelvo al día sublime donde mí latir fue arrastrado por los cuatro vientos y todos los ojos vieron por la coraza de los arboles sabios.
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