En los años de la violencia como si de un
extraño sueño se tratara, comienza la leyenda, un sutil piano que acompaña a la
intriga es el preludio del susurro femenino: Auras… (entre ecos…) prólogos de la locura Nadaísta, de otro
tiempo, poética, alteradora, “sensitiva
como un gonococo esquizofrénico, inteligente como un tratado de Magia negra”, versaría
entre las montañas el profeta de la nueva
oscuridad.
Recuerdos
latentes, pasado vivo en el presente, actualidad de la
angustia (entre pasos), un Nadaísmo no dicho llama a la puerta, lleva por
nombre Armando, el recuerdo
que regresa, el reproche, el capricho, la herencia de lo que no han hecho, la
ausencia en la presencia viva de los ojos, (entre sueños), una promesa de
mañana, no quiero nada. Un cuadro
lleno de sangre, una historia que no nos han contado.
En la plaza la voz del
profeta resuena entre las masas, un encuentro de amigos encadenados al poema,
Caos y disturbios por versos que nunca han sido nuestros llevan al viaje
prometido (entre brumas), dispersos los nombres Aura, Antonio, negativos de fantasmas entre narrativas
infantiles, ratas eruditas balbucean letras panfletarias, como bestias acuden
al llamado de la guerra, la violencia en LSD.
Una máquina de escribir
atestigua los acontecimientos, invitación no realizada que termina entre copas
y Rock and Roll, la eternidad, vivir como muertos, (un modelo de ser), historia
y literatura encendida que revuelve, amores de mala muerte, cópula en
sanitarios viejos (entre fluidos) de cuerpos que se comparten, centenares de
pájaros llaman a la puerta, graznidos y cacareos que quieren devorar los
nombres.
Y se vuelve a contar la
misma historia, aquel mito de salvajes que vivían entre fieras, primitivos,
naturales, como aquellos sentimientos que escaparon
del lienzo, un malestar es la promesa de la nueva obra, la locura, el
delirio, tirar a la basura toda nuestra herencia, (entre llamas) arden las Marías, las risas, los
aplausos, el estado Colombiano ha
muerto de nuevo, un escupitajo Nadaísta adorna la fosa del cadáver.
La juventud amenazada
ante el acto creativo, un juzgado de seres y cerdos los lanzan al vacío, (lo
estamos haciendo por su bien), un orgasmo inesperado (entre música) de niños,
los alados bailan el vals con la muerte, la llegada ocurrente de un nuevo
amante, la respiración entre cortada con el gemido, hoy no sabemos quiénes
somos, mañana podremos ser los muertos prometidos a esta nueva, exasperante
suerte.
Ahora por fin ha llegado,
eso que no hemos esperado nunca, una carcajada desconocida sale de mi boca y la
radio atestigua eso que nos negamos a aceptar, todos sabemos quiénes son los
asesinos, olvidamos, no queremos pronunciar sus nombres, el Edipo es cuestión
de idiotas, la niña quiere asesinar al padre y fornicar con su madre: Colombia, Nadaísta paridora, incestuosa
bicentenaria de malas letras.
Posturas de la
Necesidad (lo inevitable), aquella muerte siempre fue mía, el poeta la llamó mujer y Aura se acostó con ella, locura y poesía, dos caminos que se
entrecruzan en un horizonte imaginario, muerte de estado, muerte del profeta,
la historia retorna y hoy pactan de nuevo los guerreros, decir la nada es decir
algo nuevo, el Nadaísmo es la invención permanente de aquello que aún nos
negamos a inventar.
(Este es el tiempo en
que no tenemos nada que perder)
Mauricio Arcila Arango
México D.F. 08/08/2013
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