Despierto
a las 2:07am en un sillón, mi boca seca se siente a Vodka, tal vez Vodka del
centro de la ciudad, cuyo valor es igual a su contenido de alcohol puro;
cuarenta y tres o cuarenta y cinco por ciento se muestra en la etiqueta de la
botella, sesenta o setenta por ciento se siente al pasar como un trago
ardiente, que te rasca la garganta, como si pasaran miles de vidrios por ella, vidrio
ardiendo en llamas como la noche pasada, donde las luces, los gritos, las
carcajadas, los licores se mezclaban entre la algarabía, los chascarrillos, el humor
negro y el humo profundo.
Decido
tomar rumbo incierto, caminar por las calles sin tener recorrido alguno,
saberme como ningún otro, pensar los grados del alcohol y que cada uno me dé
una nota musical diferente, tener una reacción diferente al mismo acto, hoy,
mañana, pasado mañana y dentro de un año más; adorar mil deidades creadas por
mi conciencia infinita, infinita como cada acto que he de cometer en días y
devenires futuros.
Doy
vuelta a la primer esquina y me topo con un grupo de personas que no conozco,
decido seguir sin conocerlas, pues el éxtasis producto del alicoramiento me
lleva por mi camino; simplemente un ser alado, metafísica pura y etherna,
súper-conciencia individual, respuestas que resultan simples, verdad
particular, como todas en esencia.
Llego
a un parque, me siento en una de las bancas para ver pasar el silencio mientras
hablo entre pensamientos, mientras me desligo de todo lo que se ha creado como
moral y amoral; decido no militar en ningún bando, tomo mi camino y soy yo, ese
alcohólico que deambula las calles, buscando una respuesta más entre ese ser
que separa la imaginación, la deidad y lo real; la respuesta a toda moral
civilizada. Decido vestirme y mimetizarme con el paisaje, para luego explicar
como el consumidor se hace drogadicto a sí mismo, el observador, el alcohólico,
el navegante de internet, el fumador, el sexo-mano, la ninfómana, el paranoico,
el político, el más corrupto de todos: el hombre como el animal enfermo por
excelencia, el vicioso, el ser corrupto por naturaleza.
Saltan
las leyes naturales, las verdades individuales, soy alcohólico de pre-nacimiento,
ya desde mis antepasados estaba ebrio y feliz de gozar un buen momento
acompañado de aguardiente casero, hecho para recrear, para distensionar el
cuerpo, la mente y el espíritu; lleno de ritual, de magia, de felicidad
infinita desde un remoto paraje geográfico, donde los visitantes eran bien
recibidos y ellos bien llegados.
Tomo
un trago mas de vodka, en realidad desearía un trago de tequila con limón y
sal, tal vez una cerveza o un aguardiente, pero esta noche tocará vodka, ese
que no se congela por más frio que esté el alma. Observo de reojo mientras tomo
mi trago, hoy no lo quiero compartir más que con migo mismo, hoy no soy un hombre
social, un hombre para intercambiar palabras nocturnas y errantes, hoy no soy
un político mas de la noche de sábado, aunque no se bien qué día es hoy
realmente. No comparto un trago con nadie, pues hoy no merece nadie debatir
pensamientos sagrados como los de un buen bebedor. - ¡¡Pongo en alto al alcohólico y hago de abogado del diablo de este en
una noche transitoria como esta, pongo en alto al bebedor filosofo, político,
romántico y querendón, ese que siente la vida durante cada segundo como si
fuera el último momento antes de morir!! -.
El
amanecer se asoma espantando los últimos ebrios, unos dan pasos lentos, otros
con sus manos en los bolsillos para calentarlas, otros van cantando el himno
nacional, la más nefasta de las letras que en mi vida pude escuchar, un
patriotismo envuelto en el dolor y la sangre de muchos, miserables unos, héroes
otros, próceres unos pocos, importantes unos pocos menos que reconfiguraron el
territorio a su conveniencia, a la plebe la llenaron de días de fiesta para que
esta no se sublevara y a los esclavos les cambiaron el nombre por técnicos,
tecnólogos y mano de obra especializada. Yo me levanto y canto a mil voces “que
orgulloso me siento de ser un buen colombiano”.
Me declaro bueno de principio a fin, antes y después de mi nacimiento. –
Y ahora como ciudadano del estado mundo me nombro emperador único e irrevocable
del estado perteneciente al callejón del infinito -. Luego de mi posesión como
emperador decido marchar hacia el lugar más alto de la ciudad para condecorarme
ante la deidad naciente en la mañana.
Al
llegar a la cumbre, me doy cuenta que no había sido el único emperador de la
noche, habían otros ilustres, entre esos uno que tarareaba una canción. Le
ofrecí un trago, no tenía nada más que ofrecer; hoy las palabras eran
innecesarias, por lo tanto he decidido seguir en mi silencio, con migo mismo a
pesar de los visitantes de la cumbre.
El
vodka daba sus últimos sorbos de vida; la amargura y la realidad se hacen
presentes en tal momento, donde la impaciencia de saber que pronto será el fin
de tan grato compañero, me hace pensar de nuevo en la realidad general, la
cotidianidad, el hombre referente a una hormiga.
Desciendo
antes de terminar con mi querido amigo, haciendo las paces y el duelo digno del
momento, hallando una caneca de basura y dando sepelio al difunto, cuya sangre
derramada fue poca.
Meto
mis manos a los bolsillos en busca de buenas noticias. La única buena que encuentro es que ha llegado a nuestro
país la absenta y a buen precio en el mercado negro. La mala es el alza a todos
los productos, entre ellos el aguardiente, la cerveza, el ron, hasta a la
chicha le subieron el precio. Ah… que calamidad pensaba yo, mientras la mañana
traía tras de sí un pequeño rocío, un sol caluroso y un carajillo entre manos.
Recuerdo
que hoy es el cumpleaños de la tierra; año cero, día cero y apocalipsis de boca
en boca. Las puertas cerradas, las ventanas aseguradas con tablas y una mancha
en forma de X en cada casa. Me pregunto si saldrá Moisés en la esquina
siguiente, gritando como un loco (otro mas), que el hijo del emperador morirá
esta noche. Sonrío pensando en que no tengo ningún tipo de descendencia, no me
preocupa y sigo mi camino.
Adelante
me hallé entre una marcha fúnebre, caras pálidas, vestidos negros, cabezas
cabizbajas, tristeza en el aíre. Me resultó cómico escuchar dos frases que
decían así: “quien en Cristo cree no morirá para siempre”; me producía algo de
temor pensar en muertos vivientes por las calles, podridas las carnes,
huesudos, compartiendo un trago mas por la vida; Qué ironía. La otra frase que
escuché mientras marchaban era: “… dale el descanso eterno”, no se sabe si
quieren estar allá, en el mas allá o en el más acá.
Hay
momentos para escapar del mundo, donde el mundo es el centro de ese escape;
euforias que se escapan entre las mieles del alcohol, entre el aguamiel y los
alcoholes refinados de la contemporaneidad. El alcohólico no quiere escaparle
al mundo por medio de unos tragos, quiere repensarlo de otra forma, no siempre
común, no siempre corriente, pero muchas veces practica para salir con otro
tipo de respuestas, inesperadas, o totalmente esperadas. No es despreocuparse,
son estilos de vida de acuerdo con el tiempo-espacio en que se encuentra
situado el ser, son las diferentes respuestas a las vivencias, y no, no siempre
son escapes, a veces son epifanías en medio del alcohol.
Que buen escrito!!! me gusto mucho. Da cuenta de los delirios existenciales propios de una buena tusa o borrachera. Todos los hemos tenido. Mira esto: http://www.youtube.com/watch?v=pEPFtNPIBfs
ResponderEliminarMe encanto esta parte: Adelante me hallé entre una marcha fúnebre, caras pálidas, vestidos negros, cabezas cabizbajas, tristeza en el aíre. Me resultó cómico escuchar dos frases que decían así: “quien en Cristo cree no morirá para siempre”; me producía algo de temor pensar en muertos vivientes por las calles, podridas las carnes, huesudos, compartiendo un trago mas por la vida; Qué ironía. La otra frase que escuché mientras marchaban era: “… dale el descanso eterno”, no se sabe si quieren estar allá, en el mas allá o en el más acá."
Buen escrito! para seguir reflexionando y desde luego cuestionando desde nuestra posicion de divagantes ebrios al poder y sus fuerzas aniquiladoras del sujeto y su libertad.