V - La Tragedia de la Fragilidad Humana
Lo
propio de toda reflexión ética, en el pensamiento trágico, no es el control
sobre las pasiones si no la vulnerabilidad ante ellas, ya que detrás de las
pasiones resuena la fuerza de los dioses. La vida ética es de la misma
condición del héroe trágico, es decir, frágil y vulnerable pues la condición
humana, en un mundo poblado por el mito y los dioses, es la inestabilidad. La
fragilidad determina el terreno de la reflexión acerca de la conducta, pues el
actuar se inserta entre la guerra y la pugna entre los dioses, y este conflicto
ontológico se traduce en conflicto ético, en el conflicto de tendencias de la
conducta, conflicto de deseos que colisionan ante las circunstancias.
La
existencia humana es vulnerable ante la multiplicidad de fuerzas que colisionan
entre sí, por tanto, el deseo humano nunca es unidireccional, pues nada en el
mundo según el pensamiento trágico tiene una sola dirección; sino que la
existencia humana se define por la confrontación de tendencias o deseos que lo
configuran. Dicho de otra forma, lo propio de la existencia humana es el
conflicto de multiplicidad de exigencias de procedencia divina, y que en su
íntima esencia son contradictorias. Martha Nussbaum lo refiere así:
Se nos pide que veamos
que una vida sin conflictos está falta de valor y belleza cuando se la compara
con aquella que contiene la posibilidad del conflicto; que el calor de las
exigencias que se presentan a la percepción práctica brota en parte de una
distinción y separación especiales que quedarían eclipsadas por la
armonización; que, en palabras de Heráclito, la justicia es lucha, o sea, que
las tensiones que permiten este tipo de lucha constituyen también en parte los
valores mismos. Sin la posibilidad de conflicto, la justicia cambia de
naturaleza.[1]
Lo
propio de la vida humana es el conflicto de fuerzas, deseos y afectos, pero
principalmente la vulnerabilidad ante estas fuerzas. Es por este motivo por el
que la virtud o areté es un bien tan
escaso, pues florece en medio de la adversidad y del conflicto. La vida
éticamente buena es al mismo tiempo una vida heroica, no por ser poderosa o
invulnerable, sino por que el terreno en donde crece es demasiado precario; en
el pensamiento trágico, más no pesimista, la vida virtuosa es bella justo por
ser frágil.
El
problema de la vida buena, es el problema del hombre a merced de los designios
de la fortuna. La vida de los hombres no está gobernada por el albedrio
individual y mucho menos por la libertad. El problema de la vida virtuosa no es
el problema de la libertad si no el de la fragilidad humana. Esto es lo trágico
de la existencia.
Ningún plan, ni ningún carácter, por más sabio o templado que
sea, puede gobernar absolutamente su propia existencia, y ésta terrible verdad
es mostrada por Sófocles en Edipo rey. El hombre se encuentra en la frontera
entre el conflicto de una realidad que entra en choque consigo misma. En este
sentido, las peripecias del héroe trágico no son solo las aventuras de un personaje
ficticio, sino que, en la tragedia, pueden verse la vulnerabilidad del hombre
frente a la violencia doble de lo sagrado que bien puede purificarlo o
destruirlo.
A manera de conclusión
El
pensamiento trágico transmite elementos cuya vigencia vale la pena identificar.
En la noción de fortuna puede verse que, las acciones humanas están
determinadas por múltiples fuerzas que separan la intencionalidad del agente, con
respecto al resultado de sus acciones, por tanto, muy poco de los acontecimientos
humanos es producto de sus intenciones.
La conducta y la existencia humana en
general esta atravesada por la multiplicidad y colisión de fuerzas opuestas en
donde la violencia es ineludible condición de su vida pues irrumpe
constantemente en el espacio de la fortuna. Sin embargo, la violencia propia de
este choque de fuerzas no tiene una carga negativa de suyo, sino que, si bien
es ineludible por ser propia del mundo, permite también la fecundidad y
sostenimiento de la existencia.
En este sentido, el paso del rito sacrificial a
la poética y pensamiento trágico, es la transfiguración de la lucha ontológica,
de su rostro terrible a su forma fecunda. Así pues, el pensamiento trágico pone
en escena al hombre ante las fuerzas del mundo que no puede controlar, y en
donde la virtud de la vida ética, es un bien raro y escaso que crece
frágilmente en medio de la tormenta de la adversidad.
[1] Martha C. Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en
la tragedia y la filosofía griega, p. 126
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