Eclipsando la luz que se esparce como
cristales rotos en el cerebro.
Lejos ya del altar de fuego, es hora de
mutar el tiempo y escupir espectros.
Estremezco sustancias, visones extraviadas,
me aviso arrojado,
abandonado en una costa inerte, lejos ya de
la primera armonía.
Hoy en tu aura muge la saliva ardiente de
mil doncellas,
trazos lascivos he indecibles de los
vientos, espantosa marca
que muere calladamente con la corona de
mayo.
Creamos aposentos, lechos, cuartos de pasión
clandestina,
donde se invierten arboles arcanos y cielos
tibios, creamos
un continente de diamantes y
joyas perezosas.
Y en la incertidumbre de lunas espectrales,
quisimos volver
livianas las demencias, cualquier señor
borraba nuestra alegría,
cualquier caricia entumía el alma y secaba
nuestras lagrimas.
Mira con lo que no empequeñece tus sentidos
¿qué hay tras las vestiduras de las calles y sus gentes?
¿qué hay tras esas formas?
Hidrato lubricante de existencias espesas,
donde solo
ebullen montículos de muertos y cerdos
coronados
queriendo fornicar con rameras de plástico.
Este brillo prefiere surcar los tres mundos
y buscar
entre noches y carreteras el gemir extático
de los pueblos,
un deseo que vuelve y mira tu sonrisa ,
diluida y distante
con la fragancia que dibujó promesas en los
labios.
Y brota una pena virgen que se desliza con
una burla pétrea
en mis hastíos febriles; pero...
¿qué mundos reclamas?
¿qué corazón lloras?
Hoy dreno de tu ardiente pecho el desengaño,
porque ese dolor
trae consigo filtros lumínicos, corrientes
etéreas que solo buscan
liberar angustias.
Este fuego ilumina el laberinto, bajo el
ardor y la penumbra
prohibida que sacude lechos pasivos o contornos sedosos, casuales.
Te contaré de las veces que despierto entre
sueños, saboreando
alquimias, desmembrando voluptuosidades...
Ciudades donde no se ve el sol, tierras
donde jamás
cae la sutil lluvia, aquí solo me sigue el
amigo difunto
y una amante monstruosa, hecha de cuerpos,
vidas y amores;
compañeros de mundos extravagantes que tocan
la locura y el símbolo.
¡Oh
extrañeza! sensación cambiante que me impulsa a decir esto,
trasfondo que me roba a la distancia ignota
de la imagen querida,
navegas levemente en algún pasado, en algún
sueño...
¡Oh eterno! Fuego adorado, has dejado la
marca
de un violento abandono.
¡Oh eterno! Con este ardor que prefiere
palpitar en honduras y mares
antes de dar su intensa danza a los riesgos
del viento.
¡Oh eterno! Aún callas demasiado...
Llévate mis ojos, que se pierden siempre arrebatados,
por extrañas noches y extraños hados, estos
mis ojos
encendidos, soñadores y moribundos que
aniquilan
las formas del verano en un vacío y en un
presente.
Hoy ellos se encuentran con tu promesa,
engaño inocente
que se mese entre los
rosales y el sepulcro...
Este que en tus cuerpos y en tus brazos
siempre es y
será otro, este que se posa en tu regazo
incierto para
arrullarte con cálidos besos nocturnos, para
derramarse
en tí como los pálidos ángeles se derraman
entre destellos lunares.
Cuando envista el verano moribundo, con sus ojos y lenguas salvajes
como un sol sangre, terrible, ígneo, que
diluye fundiendo, cada lugar, criatura y cosa
que destruye señores y tronos de lánguidas
glorias.
Cuando tus lenguas rojizas derritan el ídolo
mecánico y la colmena amorfa
tu trayecto mezclara el vidrio con los
cuerpos sedosos, el cobre y la plata.
Desnudaras los cielos de empaques
acartonados, derretirás las colinas coloreadas de
jardines plásticos, artificial viviente.
Tú y
yo, madre de mil senos, seremos estremecidos por los tiempos voraces
que convulsionan con la gente y los picos
modernos...
¡Levántense! desafiantes del matiz
voluminoso, asesinos del promontorio gris,
lloren por
el verano agonizante, rían por
ese brillo dorado que dejará en sus almas,
navegaremos en el ardor de mundos inquietos
y embriagados, esta anatomía postiza
y el seco asfalto ya no serán nuestro
veneno.
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