El entorno vacila y los viajantes se disponen a instalarse. La vista es impresionante, hay desde ojos negros y rasgados, hasta los zarcos y “monos”. La penumbra de llegada permite que todos los viajantes se instalen en el sutil lugar que más les plazca. Entre tanto hay un ambiente de calma, alegría, cansancio acompañado de la fatiga de largos viajes que cruzaron las caravanas por toda la tierra de nadie, en algún lugar de un gran país que respira entre sombras que succionan su energía vital. El sueño y la palabra por un mundo mejor, no dejan de replicarse entre las grandes y pequeñas voces que surcan los abrasantes cielos de Cali.
Las comarcas, las risas, las tristezas compartidas. Todo fluye en voces de palabreros y cuenteros de una realidad ficticia que se inventaron un día en un televisor. La lluvia, el viento, el frio, el agobiante sol no son excusa para una comunidad que busca la igualdad y la emancipación tanto deseada. Unas veces se transfigura la imagen de los tantos caminantes, que acompañan con sus pies descalzos, las risas, el llanto y la esperanza de un pequeño país mejor. Otras veces son los miles de tonos de piel los que se unen a las risas y cantos que agitan la memoria colectiva, incitándola a vibrar sin temor, sin miedo y más importante aún, llevando el fluir de vientos bonitos que provienen de labios de todo tipo, a los corazones y almas de cuanto curioso se aproxima.
La univalle es excitante… cuanto tipo de pinturas, murales, rayones y demás, dan vida a unos bloquecitos de concreto, pero no tendrían vida tampoco, si no hubieran esas masitas de carne quienes son los que respiran, mueren y reviven cuando no los olvidamos. Cada personita, caminante, niño, niña, indígena, afro descendiente, campesinos todos y seres humanos, tienen un compromiso real, una tarea que hacer y poco tiempo para entretenerse, sobre todo cuando lo que se quiere construir es una nación libre, una utopía real y palpable para los corazones soñadores. Pero cuando queda tiempo para la diversión o el descanso, se escuchan tambores que gritan, guitarras que explotan entre polvo de estrellas y cenizas de ciudad, voces que aclaman el llamado a los ancestros, sueños que no dejan de soñarse para hacerse realidad, flautas que atraen niños y los invitan a marchar, cuerdas e instrumentos rotos pero no muertos, corazones de madera que vuelan juntos como si fuese un huracán el que los mueve. También se escucha poesía, risas, llanto y alegría. Se escucha amor, perdón, ternura, se escuchan besos y miradas que se juran los amantes. Hay una energía que conecta a cuanto ser respira y los une entre esta pasión y fuego amorfo que llaman, según ellos y nosotros: Unidad.
En la mañana justo unos minutos al salir el sol e iluminar la llama de nuestra convicción, salen las pequeñas caravanas con todo tipo de comida encima de sus espaldas, otros comienzan a transformar la infinita culinaria en alimento para dioses, nada se desperdicia y todo ¡sabe a gloria! Chocolate, limonada, huevos fritos, masitas, carne asada, arroz, frijoles o judías, toneladas y toneladas de amor cosechado, alimentan desde las barrigas más pequeñas, hasta las más grandes y glotonas. Pronto hay un afán de correr a refrescarse, quitarse lagañas, mocos y demás partículas molestas para escrupulosos de la limpieza, pero no para caminantes con destreza de aguantar varios días sin ducha, entre ellos… yo. Todos se disponen a ir a caminar la palabra de nuevo, todos quieren llegar a tiempo a los espacios de debate y construcción de una nación rica en conciencia social y amor para los hombres tanto como respeto e incomparable valor hacia nuestra madre tierra.
La mañana pasa tan rápido como un parpadeo al despertar y otro al ir a dormir. Se aproxima silencioso desde donde proviene el furor de nuestra vida, el sol que trae consigo el calor sofocante luego de un día de lluvias. Todas las miradas demuestran una fuerte convicción y creencia en sí mismos y nosotros. Personas pasan como hormigas y pasan y pasan, todos de la mano, todos y cada uno pendientes del más grande al más chico. Es entendible que el infortunio es la fortuna de el azar, unos dicen que los pequeños caminantes no sobrevivieron al fuerte puño eléctrico de la naturaleza, otros dicen que los pequeños caminantes están bien (un rayo sorprende a dos niños) y claro está la confusión permanente que no es más que símbolo de preocupación por el verdadero valor de la vida.
Las horas se van y los días pasan. Las personitas y demás, hablan, discuten, se reúnen para compartir la palabra y hacer que ésta misma cobre vida como si fuera un dragón que se dispone a volar para atacar la injusticia, la desigualdad, los corazones negros y los señores reptilianos que no dejan de soñar en cagarse un pequeño país lleno de grandes esperanzas, esperanzas que aclaman ¡libertad y unidad!
Ya para el atardecer el sofocante calor se convierte en una pegajosa sensación para el cuerpo. De nuevo las pequeñas masitas de carne ya con su estomago lleno, se disponen a dejar de descansar y proseguir hasta el anochecer, caminando la palabra mientras otros la “ahúman”. Al principio del fin del ciclo de la luz del día, ya a lo lejos se comienza a sentir ese olor, ese aroma que se distingue cuando a lo lejos se ve fuego, humo y mucho sabor. Las estruendosas tamboras del pacifico atan al cuerpo a moverse hasta morir, morir mil veces en miradas embriagadas, risas, gritos y regaños a las dos y tres de la madrugada, “ya que todo el mundo debe irse a dormir”. Entonces cuarenta pares de pies se detienen y se marchan, dejando a la vista los borrachos en el suelo, los vasos y el licor que se encuentra ya en la sangre de más de trescientos pares de pies multicolor. Los borrachos son llevados entre tantos a sus ranchos, los que sobrevivieron a la mortal explosión de embriaguez, tendrán un largo camino que recorrer antes de poder ir a dormir. Pero ya llegada la noche oscura, trae consigo el silencio más ensordecedor de la noche. Quien sabe cuántas cigarras logran esa sincronía perfecta que expulsa la sinfonía de la madrugada, a lo que para el mundo de los seres humanos llaman otro día.
Pasados ya dos semanas en una mente y tres días en el “mundo real”. Las caravanas hablan de plenarias, mandatos, exigencias y relatos. Durante la última tarde de lo que significó el congreso de tierras, territorios, sueños y soberanías. Así pues otras caravanas de masitas de carne, comienzan a cargar costales y chécheres, a unas “escaleritas” que bien fieles son a la hora de transportar tres veces su peso. Las masitas de carne, sentimientos de realización, convicción y compromiso, comienzan a subir a las cajas metálicas de no sé cuantas llantas, dejando atrás lo que se entendió como un espacio de discusión transparente, que realmente puede inspirar certeza de su trabajo.
-Porque, Sí no demuestra suficiente convicción de compromiso, el hecho de que tantas personas vengan de la puta mierda, a dormir en el suelo y a pensar humanamente un país posible… Sí eso, no demuestra trabajo de vida para la vida, sí eso no demuestra que nuestros gobiernos son una mafia legal, y que el país está en manos de politiqueros podridos y podridas. Además de un montón de cerdos a quienes no les interesa más el derecho a la vida de una masita de carne, que un papel basado en una economía ¡FALOCRATICA! Sí toda esa música, esa energía pura y sincera, sí esas manos sucias, ojos cansados, ignorantes de la “tecnocracia”. No demuestran la belleza del ser humano y el compromiso que puede hacer posible un planeta para la armonía natural, el equilibrio dual, la sabia conciencia de la vida y el espíritu universal...
¿Qué objeto tiene seguir viviendo? – ¡montón de parásitos capitalistas!
Crónica sobre: Congreso nacional de tierras, territorios, sueños y soberanías.