…Es la sala de los ecos,
góticamente abovedada,
con sus suelos trasmutados
en etéreas cascadas.
Como si no sostuvieran
sus techos irrecordables,
con sus muros atardecidos
y sus lánguidos pilares.
Encima de sus cúpulas
nunca, algo humano ha sido
ni sus tronos ni sus leyes,
sus miserias y castigos.
El sonido se disloca
las palabras se disuelven
y sus mentiras no llegan
a estas alturas celestes.
El templo de informes voces
con sus fauces descarnadas
y sus ojos de espanto reta,
sentidos, materia y nada.
Logra guardar sus silencios
por el miedo de lo vivo
pues al que logra violarla
lo persiguen sus latidos.
Como una magra conciencia
como el deseo del veneno,
las cicatrices del tiempo
un cadáver en el lecho.
Que busca sus espaldas
y le besa detrás de la cabeza.
Cada culpa y cada miedo
cada odio, cada recuerdo.
Le acarician con dedos
de fantasma la cordura
hilando escalofríos
tejen hábilmente la locura.
Nadie abandona la sala de los ecos
Nadie sin decidirse a morir primero.
leé EL CONDENADO A MUERTE de STIG DAGERMAN, es un sueco... me gusta el ritmo del poema, quizas la locura sea esa muerte, pero ¿quién podría habitarla?
ResponderEliminarLa sala de los ecos es un espejo que refleja insipiente el deseo del muerto, muy vacano el poema
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