Puedo verlo en tu rostro, mi reflejo en tus ojos, mi música en tus labios, mis letras en tu piel. Los violines estallan en una armonía disonante. De repente callas, te vuelves cenizas y el viento te desvanece. Ya no vale la pena llorar por tu ausencia, no más, nunca jamás...jamás. El eco de tu llanto resuena en mi estómago, la resonancia de tu risa aún está grabada en mi garganta. Aún tengo tu saliva en mi lengua, aún tengo tu olor incrustado en cada poro de mi ser, de mi pequeño ser...pero tú ya no vuelves, ni puedo esperarte. Ahora solo me espero, espero el tiempo, espero el invierno, espero un último respiro, aquel último cigarrillo...esa última nota.
Eso es. Vive.
Los errores se vuelven aire. Respira. Inhala. Exhala. Muere. Muere por el veneno de tus fallas. Tus ángeles no pueden salvarte. Las rosas ya no te hacen cama. Ahora duermes en un colchón de zarzas, de zarzas ardientes, de gusanos, de insectos que te carcomen, de colores, de silencio...
Eso es. Llora.
…Los violines estallan en una armonía disonante... El caos asecha. La música ya no suena, ya no sueña. Las virutas de la melodía giran, giran, giran....y todo se detiene. En el silencio reconoces tus pecados, y tu voz resuena en las almas de los violonchelos.
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