Érase una vez en los años ochenta
La nostalgia que me había producido el irme del lado de mi amada,
con la promesa de un ¡volveré!;
en cuyo vientre crecía nuestra pequeña esperanza,
el fruto más exquisito de nuestro amor.
Fui buscando defender mis ideales
y los de mis compañeros;
El sueño de un país mejor
para nuestros hijos y para nosotros.
Llevaba con migo la esperanza y el deseo
de conocer a mi pequeño retoño;
Pero una luz segadora truncó mis sueños
y caí abrazado a nuestra madre tierra;
Con la única alegría
del saber que mi pequeña había llegado a este mundo hace trece días,
a hacerle compañía a su madre
que pasaría mucho tiempo sola y desamparada.
ADIOS MIS TESOROS
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