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viernes, 2 de abril de 2010

En La Trágica Noche

Todos despertaron excepto Juan el centinela, estaba dormido en su lecho manchado por el color de la sangre; a sus compañeros apenas les dio tiempo de reaccionar ante el cruel ataque del que estaban siendo víctimas, uno de sus compañeros entre llantos y disparos trataba de salvarle inútilmente ya que Juan recibió una herida mortal que abría su vientre como el cráter de un volcán; luego de unas horas de intenso combate los soldados perdieron la esperanza de cualquier tipo de apoyo volviéndoseles esto un dilema entre el morir y el sobrevivir; poco a poco fueron cayendo cada uno de los soldados quedándoles a los sobrevivientes tomar una difícil decisión: Entregarse o morir en la lucha.


De aquel lugar solo quedaron los escombros de lo que fue un brutal ataque hacia los defensores de nuestra patria, en este ambiente se notaba la crueldad de la muerte que habría de ser calificada como uno de los peores genocidios cometidos en la historia de la raza humana. Cuando llegaron a realizar la triste tarea de recoger las víctimas se encontraron a sus hermanos coloreados por el pincel de la muerte, la muerte de Juan fue una de las más tristes ya que lo mataron a mansalva y sin darle tiempo de defenderse; todos los muertos fueron recogidos en las oscuras bolsas negras esperando algún día tener una buena sepultura cerca de sus familias, ya que habían dejado en esta un gran vacío que no podría ser llenado por la remuneración a la que sus familias tenían derecho.


A la luz del día quedó soledad, destrucción y penumbra, y en cada una de sus familias quedó una profunda tristeza que jamás aunque pase el tiempo será borrada de sus corazones; ojala la ley humana algún día haga justicia para que la ley divina limpie los corazones de cada una de las personas

afectadas por esta horrible tragedia.


A los soldados del Caguán


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