En esa media noche, se abrían los cielos purpúreos y brillantes,
ascendían ondulaciones energéticas de una dama verde,
espesa y ardiente.
La dama deseosa, habitaba en la entrada,
quería invadirme con cada centímetro y poro de su cuerpo,
amarme hasta la locura.
De su vientre emergía un paraje etéreo
una travesía interminable:
¡Caímos estallamos, nos liberamos de la materia!
¡Caímos estallamos, la mortalidad no era nuestra dueña!
¡Soplaba el fuego, éramos divinos!
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