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lunes, 24 de noviembre de 2025

"Parálisis en ausencia de luz" poemas de Adela Şulea



SOY  LA  CHICA  MÁS  ENOJADA 
DE  ESTA  CIUDAD 

Soy el cuerpo emocional más enojado
y golpeado por esta vida.
(No sé cómo ni por qué tengo que ser yo
quien se quede callado).
Me duelen las manos, los dedos…
esas extensiones que se adhieren
demasiado rápido a la piel
y a las personas.
Me punzan todas las palabras que clavé en mi vientre
para asegurarme
de que nada floreciera allí.
Soy solo
el eco de mi propia impotencia.
Me rompo.
Primero en dos
en dos
Luego en cuatro
en cuatro
en cuatro
en cuatro
Después de eso, en siete.
(Nadie perderá el tiempo contando siete rebanadas
de carne tiradas detrás de la casa.)
Tengo clavos clavados en mis articulaciones.
(Por eso, cuando entro
en mi cuerpo,
se producen explosiones:
cada día
una Franja se arranca de mi piel.)
Mi cuerpo es un mar de manos
intentando tocar la vida.
Tengo una obsesión con mi escritura.
Soy un coche con cuatro ruedas
y sólo dos puertas
que sabe que puede llevarte
a tu destino final.
Soy el principio del arte
y el fin de la especie humana.
Soy el fin del arte
y el principio de la especie humana.
Yo.
                                  yo.
                                                                    YO.
Tengo mi nombre escrito
en los diez trozos de carne
que los niños dejan intactos en el plato
y se levantan
para ir
a comer
chocolate.


NADA  NUEVO  
EN  EL  FRENTE  ORIENTAL
 
Tal vez la mujer del autobús 4 tuvo
que desmayarse para que yo pudiera escribir este poema. 
Escribir sobre cómo la gente se reía y
maldecía al conductor preguntándole por qué se detuvo.
Escribir sobre el animal que ha estado silencioso dentro de mí
desde que era apenas un niño.
Y no puedo amar sin enojarme.
Y no puedo reír sin querer romperle
los ojos a quien se ríe conmigo.
Y no puedo abrazarte: mi cuerpo está
cubierto de cristal.
[Mi alma está atrapada en dos espirales, y
cada vez que (te) amo,
sus puntas se clavan más profundamente en mí].
Tengo televisores pegados al ADN.
Y fotografías pegadas a los huesos.
En mi corazón está grabado el pulso de los jeans rotos y
manchados de alquitrán que usaba cuando
era pequeña.
Nada nuevo en el frente oriental.
Nada nuevo en esta ciudad como una cripta.
Nada nuevo sobre mi cuerpo, en mi espalda.
(Tengo las mismas marcas desde que nací:
la vida me ha abandonado tantas veces que
pensé que ya no me reconocería como hija.)
Algún día te aburrirás de todo esto.
Algún día te aburrirás de las paredes de tu
casa, llenas de las señales que hizo tu madre
marcando la tasa de crecimiento de tu estatura.
Algún día querrás volver a tu monoambiente
con paredes enmohecidas sólo porque sabías
que el verde
te daba mucha seguridad.
(Plantaste un bosque de moho en las baldosas del baño.)
Nada nuevo en el frente sur.
Algún día extrañarás la forma en que
dibujabas tu vida en los labios de todos
los enamorados.
Y solo tenías calor cuando
todos se quitaban la ropa.
(Todo el mundo está haciendo cola.
Para cuando logras desabrochar un botón o abrir una cremallera,
algunos bordes se
cierran más rápido de lo que los abriste.)
Nada nuevo en el frente norte.
(Nadie quiere hablar con la chica
del frente occidental.
Tengo bloques podridos sobre mi piel.
Tiemblo frente a ti y lo único que
puede calentarme es la sangre que
dejaste en
mis labios.)
Tengo cuerdas por todo mi cuerpo.
A través de todos mis vasos sanguíneos.
Tengo agujeros por todo mi cuerpo:
por las balas que derramaste sobre mi pecho,
por los insectos que se metieron debajo
de mi piel para que pudieras besarme más fácilmente.
Nada nuevo en el frente oriental...
Dejaste mi corazón donde lo encontraste.
Entre dos balas que no sabían si
dispararme a mí o al niño que estaba a mi lado.
Toda esta guerra ha sido borrada de las fotografías,
pero todavía la veo cuando vienes
y cierras mis ojos.


PARÁLISIS  EN  AUSENCIA  DE  LUZ 

Quiero que todo este dolor que siento me paralice.
En algún lugar, en una casa modesta en el campo.
En algún lugar donde nadie pueda encontrarme
y solo estemos yo y mi cuerpo paralizado
calentado por
las alfombras de la cocina.
En algún lugar donde las únicas personas que
pueden tocarme son los auriculares pegados a mi estómago.
(La música mata las mariposas que
una vez sentí por esta vida.)
Quiero que mi abuela me traiga un té de
manzanilla y un disco de vinilo con las mejores canciones
de los 80
Quiero que los médicos decidan mi destino
basándose en los posos del café
(Tengo recuerdos grabados en mis huesos; por eso
me canso incluso cuando estoy quieta.)
Me pregunto si alguno de mis antepasados ​​
sintió lo que yo siento ahora.
Y si lograron escapar de todo
ese dolor con la ayuda del agua sobrecalentada
y la tierra golpeada por sus manos.
Me pregunto si habrá otra chica como yo,
paralizada por el dolor en una modesta
casa de campo,
pidiendo a las polillas que adivinen su pasado en las cartas del tarot.
Necesito un corazón mucho más cálido
para inundar mi cuerpo con toda esta luz.
El niño que llevo dentro necesita un respiro.
Para dibujar la casita-cuadrado con sus
dos ventanas donde poder ver la vida
perfecta,
tal como la quería,
inundada del desinfectante de la luz, que
sé que nunca volveré a sentirlo.


*La jovencísima poeta rumana  Adela Şulea,  nació el 30 de diciembre de 2008 en Iași y cursa el 11.º grado en el Colegio Nacional "Petru Rareș" de Suceava del condado del mismo nombre. Según sus propias confesiones, comenzó a escribir a los 12 años. En los últimos dos años, ganó nada menos que siete distinciones literarias, incluyendo dos grandes premios nacionales -- totalmente merecidos, digo, porque Adela Șulea escribe excepcionalmente bien para su edad, demostrando una madurez asombrosa, no solo poética, sino también humana. Su debut editorial tuvo lugar en agosto de este año en la revista literaria electrónica "Planeta Babel". También colabora con el Centro Cultural "Bucovina" y el Teatro "Matei Vișniec" en Suceava y participa en las reuniones de varios cenáculos en el país o más allá de las fronteras. Su trayectoria hasta la fecha se completa con su participación en los festivales "Poezia e la Bistrița"/ "La poesía está en Bistrița" y FILIT Iași. Al preguntarle cómo llegó a la poesía, Adela respondió: «Creo que siempre he tenido la necesidad de escribir y transmitir un mensaje a la gente a través de las letras. He vivido en este universo desde niña, porque he estado en el escenario desde los cinco años, y desde entonces ni la poesía ni el teatro me han abandonado».

viernes, 21 de noviembre de 2025

"Guardián de las calles" cuento de Escrito por Hernando Diaz



Es una fría y oscura noche, las luces de la ciudad parpadean como estrellas lejanas en medio de una luna llena que esta algo cubierta por las nubes. En una de sus calles, un perro de pelaje negro y blanco, con ojos inteligentes, camina en esta fría y solitaria noche. Su nombre es Beto, aunque pocos lo conocen. Este valiente perro había aprendido a sobrevivir en la jungla de cemento por bastante tiempo, buscando refugio y comida entre los desechos de la vida urbana.

Esta noche, el viento sonaba escandalosamente, y Beto se acurrucaba en un rincón resguardado de un edificio abandonado en el centro de la ciudad. Aun así, su instinto lo impulso a seguir adelante. Sus pasos son cautelosos, aventurándose sigilosamente por la acera helada, sus patas dejan frágiles huellas en la escarcha.

Mientras camina, el sonido de risas y música provenían de un bar cercano. Beto se detiene, su curiosidad se despierta por el bullicio del lugar. Se acerca a una puerta entreabierta y olfatea el aire, embriagándose de aromas de comida caliente acompañadas de risas y murmullos humanos. Sin pensarlo dos veces, cruzo este frágil umbral, sus patas resbalan ligeramente en este suelo pulido y cálido.

Ya dentro, Beto observa un grupo de amigos en una mesa cercana, y entre ellos, una mujer de ojos brillantes que lo ve. Ella le sonríe y le lanza un trozo de su hamburguesa de pollo. Beto, agradecido, no dudo en acercarse y disfrutar de tan anhelado manjar, un regalo inesperado para su paladar. La risa de aquella mujer resonó en su corazón, y por un momento, se sintió parte de algo más grande e importante.

Sin embargo, la música que los acompañaba empezó a disminuir, haciendo que todas las personas en el lugar notaran su presencia. Un hombre alto y delgado se acercó, con una mirada severa la tensión entre ellos era evidente. Beto decide retroceder lentamente. Mientras esto sucedía, aquella mujer lo observa con tristeza, como si de alguna forma entendiera su frágil destino. Sin querer causar problemas, el perro sale del lugar y se adentra nuevamente a esta fría y desolada noche.

Beto continuo su camino por aquellas inseguras calles, sintiendo como la soledad lo acompañaba cada vez más. Pero esa breve conexión con aquella mujer lo llena de esperanza. Su corazón late con fuerza mientras piensa en todas las posibilidades que aún le pueden quedar. Tal vez, algún día, Beto encontraría un cálido hogar donde el amor y la calidez fueran por siempre.

Aquel perro levanta su cabeza, mirando maravillado las luces titilantes de esta fría ciudad. Con determinación, sigue caminando, sabiendo que, aunque la noche es realmente fría y solitaria, siempre encontraría un rayo de esperanza esperando por el en algún lugar de esta ciudad.


*Hernando Diaz B. Nació  en la ciudad de Bogotá, Colombia. Desde muy joven, mostró una pasión por las letras y la narración de historias, especialmente por el género de cómic. En su niñez, empezó a escribir cuentos cortos que provenían de su imaginación o experiencias personales, las cuales compartía con sus amigos más cercanos. A lo largo de su carrera académica, su pasión por los cómics lo llevó a crear su personaje Euri, el cual tuvo bastantes publicaciones en su ciudad Bogotá. Un hecho que lo impulsó significativamente en su camino como escritor.

En el año 2023, Hernando publicó su primera participación antológica junto a talentosos escritores locales con la obra "Lo que callan tus sueños" con editorial ITA. De igual manera, fue jurado en la beca de circulación de agentes literarios en 2025. En este mismo año, Hernando Diaz B publicó una novela corta llamada "Extinción", Ecos de un Legado Olvidado. Una novela de ciencia ficción en donde pone el tema de la familia como eje fundamental en la historia. 

Actualmente, se encuentra trabajando en una obra de 20 relatos llamada "Laberintos Mentales", y el nuevo número de obra "Euri", en los cuales explora temas de identidad y pertenencia en un mundo cada vez más tecnológico.

jueves, 20 de noviembre de 2025

"Señalamiento" poemas de Mateo Vásquez Grajales


Cauca profundo/2
Mi agua es silenciosa. Los muertos me arrullan.
 
Señalamiento
En las paredes del pueblo hay un listado. Veo que mi nombre sigue ahí. Yo, que ahora soy una sombra.
 
Desamparados
¿Dios nos dio la espalda?, te pregunté, abuelo. Respondiste que no con la boca llena de tierra.

 
*Mateo Vásquez Grajales nació en Medellín, Colombia, en el 2001. Participó en el 34° Festival Internacional de Poesía de Medellín (2024), y fue el ganador del Concurso de poesía inédita en la Categoría Abierta Nacional, celebrado por el XXIV Festival Internacional de Poesía de Cali (2024).
 

miércoles, 19 de noviembre de 2025

"Crónica de una palabra diminuta" por Mónica Cabrera López


Una brisa sutil —más suspiro que vientecillo— se coló por la rendija de la ventana. Fue apenas un aliento, pero lo bastante perceptible para despertar a Don Papiro, que dormía extendido sobre el escritorio, entre migas de galleta y manchas redondas dejadas por la taza de café.

—¡Ha llegado el momento! —exclamó, con voz de pergamino antiguo—. Hoy debemos prepararnos para dar comienzo a una historia.

A su lado, Carboncillo, un lápiz corto, mordido y cansado, rodó perezosamente, sin entusiasmarse.

—¿Otra vez con eso...? —gruñó—. ¿Qué historia, Don? Si el tipo que vive aquí no escribe una línea desde hace tres inviernos.

—¡Por eso mismo! —replicó Don Papiro, inflando su superficie como si pudiera erguirse—. Hoy será distinto. El destino nos ha elegido, Carboncillo. Tú y yo seremos los peritos de una epopeya.

Carboncillo suspiró. Ya no tenía suficiente mina ni para dibujar una ceja arqueada.

—Mire, Don... con todo respeto: soy medio lápiz, usted es una hoja arrugada, y el escritor lleva días mirando el cursor parpadear como si fuera una luciérnaga agónica. No hay historia. No hay tinta. No hay musa.

—¡Pero hay fe! —tronó Don Papiro—. ¡Y mientras haya fe, hay posibilidad de verbo!

Carboncillo rodó un poco más, resignado. Ya conocía ese tono de su amigo: era el preludio de alguna locura tierna.

En el rincón más sombrío del escritorio, la Goma suspiró con fastidio.

—Otra vez esos dos —murmuró—. ¿Cuántas veces habrá que borrarles las ilusiones?

—Shhhh... —la interrumpió la Regla de madera, que todo lo medía—. Deja que sueñen. El mundo necesita de locos como ellos.

En cuanto Don Papiro declaró su cruzada, las vibraciones se propagaron por el escritorio como un llamado ancestral. No tardaron en llegar los otros: la Goma, siempre suspicaz; la Regla, recta y ceremonial; el Sacapuntas, excéntrico y gruñón; y la Pluma Fuente, que vivía retirada en su estuche de terciopelo, convencida de que ningún siglo posterior al XIX merecía su tinta.

—¡Este papel se ha vuelto loco otra vez! —protestó la Goma, rebotando ligeramente sobre sí misma—. ¡No aprendió nada desde aquel cuento incompleto de 2011!

—No es locura —intervino la Regla, colocándose en el centro del escritorio como si fuera a dictar sentencia—. Es exceso de esperanza, que a veces es peor.

—¡Cállense todos! —interrumpió el Sacapuntas, que había sido traído de Argentina y conservaba cierto tono tanguero—. ¿Quién de ustedes ha sentido la emoción de girar y girar hasta dar punta a una idea?

Todos lo miraron en silencio.

—Exacto —continuó, inflándose—. Solo yo. Así que déjenlos. Si el papel y el lápiz quieren jugar a ser inmortales, déjenlos. ¿Qué otra cosa nos queda?

—Nos queda dignidad —sentenció la Goma—. Y yo no pienso desgastarme otra vez borrando palabras huecas.

En un rincón, Carboncillo observaba en silencio. Había escuchado todo, como siempre. Y aunque no creía en epopeyas ni finales felices, sabía que Don Papiro lo necesitaba. Y eso, aunque absurdo, era razón suficiente.

Se aproximó al borde del escritorio, donde su amigo lo esperaba, vibrando de emoción.

—Muy bien, Don. Si está convencido de hacerlo... lo haremos, pero será a mi manera.

Don Papiro permanecía inmóvil. Estaba en silencio desde que la asamblea se había dispersado entre murmullos y bostezos. Carboncillo, que lo conocía bien, sabía que aquella quietud era peligrosa.

—Don... —dijo en voz baja—. ¿Está bien?

Don Papiro no respondió. Solo se estremeció al paso de una corriente de aire que olía a tinta seca y tiempo perdido.

—¿Por qué no me responde?

Emitió un sonido. No fue un suspiro, sino algo más profundo: un crujido melancólico. Como si le doliera no haber sido escrito nunca.

—¿Y si esta vez sí? —aventuró Carboncillo, con el tono de quien no cree, pero quiere creer.

Don Papiro respondió con una voz delgada, apenas audible:

—Es que… si no soy historia, ¿qué soy?

Carboncillo sintió un nudo en su astilla. Se arrastró hasta el borde superior de Don Papiro.

—Tal vez no logre una epopeya… —dijo, mientras apuntaba la mina contra la superficie blanquecina—. Pero puedo grabar en ti una palabra.

—¿Cuál? —preguntó Don Papiro, esperanzado.

—No lo sé aún. Las palabras no se piensan, Don. A veces surgen solas, como migas del alma —respondió, y con la poca mina que le quedaba escribió:

"Despertar."

El trazo no fue firme, ni elegante, pero fue trazo.

Don Papiro se emocionó. Contuvo las lágrimas, temiendo que el agua borrara esa única palabra, pequeña y temblorosa. Por primera vez, ya no era solo una promesa vacía: tenía contenido, tenía inicio.

Desde su estuche, la Pluma Fuente lo observó con curiosidad. La Goma, pese a sí misma, sintió un estremecimiento en su caucho. El Sacapuntas giró sobre su eje, murmurando:

—Valientes, los dos.

Afuera, la lluvia comenzaba a cesar. Dentro, aunque el despacho continuaba en penumbras, como todos los días desde hacía meses, algo —casi imperceptible— había cambiado.

El escritor —despeinado, con la barba crecida y los ojos agotados por el desvelo— se acercó al escritorio arrastrando las pantuflas, resignado a perder el tiempo con dignidad.

Se sentó, sin mirar. Apoyó el codo sobre la mesa y, por puro hábito, tomó el lápiz más cercano.

Carboncillo contuvo la respiración, si es que un lápiz puede hacerlo. Don Papiro crujió suavemente de emoción.

La mirada del escritor se posó sobre la hoja arrugada y leyó, con asombro, la única palabra escrita en ella.

Esa palabra lo golpeó sin violencia, pero aun así lo sacudió. Sintió algo en su pecho —dormido hacía mucho— girar sobre sí mismo como un engranaje viejo que vuelve a funcionar.

Instintivamente, llevó a Carboncillo al Sacapuntas y lo giró. Una, dos, tres veces.

Carboncillo, entre vértigo y júbilo, gritó en silencio. Don Papiro hubiera aplaudido… si hubiese tenido manos.

El escritor se acomodó, irguió la espalda, respiró hondo y comenzó a escribir. Una primera frase. Luego otra. Y ya no pudo parar.

Mientras las letras se enhebraban como perlas tímidas en el cuerpo de Don Papiro, todos los objetos del escritorio permanecieron en silencio e inmóviles. Solo la Regla —por una vez— se permitió desviarse un milímetro.

La historia había comenzado. Y aunque no era perfecta, era la historia que Don Papiro siempre había soñado.

 

*Mónica Cabrera López nació en Montevideo, Uruguay. Desde muy joven se sintió atraída por el lenguaje y el conocimiento, lo que la llevó a emprender estudios de Derecho. Pero no fue entre códigos y leyes donde encontró su voz, sino en los ritmos más exactos y desafiantes de los números. Así fue como cambió las letras jurídicas por la Administración de Empresas, en busca de un lenguaje propio para interpretar el mundo. La vida, generosa en movimientos, la llevó a habitar distintos países de América Latina y el Caribe. Cada lugar dejó en ella huellas, preguntas, historias. Hoy reside en San Antonio, Texas, pero su mirada conserva esa amplitud nómada, forjada entre culturas, paisajes y acentos distintos. Su escritura nace de esa confluencia entre la lógica y la emoción, entre la estructura y la intuición. Escribe desde la certeza de que cada experiencia, cada desplazamiento, es también una forma de narrarse. En 2023 publicó su primer libro, La vida en un Cuento, disponible en Amazon.

jueves, 13 de noviembre de 2025

"Ensayo sobre la sordera" poemas de Guillermo Acuña González


ENSAYO SOBRE LA SORDERA
 
Todos los días se izan ceremonias.
sus actas de nacimiento
imprimen
Indelebles en la tinta
que cede
y se dibuja.
 
Se disipan personas,
sus pasos percuten
en la levedad
de un hermoso suelo lunar
en el que se levantan
siglos y tormentas.
 
Aún en este minuto
alzadas las astas
del color,
anidan y buscan
el detalle.
 
Aún se trazan,
andan a tientas
pero se tocan.
 
Sí que se tocan.
 
Todos los cielos
se cosen a sus sombras,
las sacan a caminar
les parece permitido
el dolor y el olivo .
 
Todo al mismo tiempo.
 
Por eso, los siglos
cruzan las ventiscas
sus tianguis en otra parte,
la dulzura de un silencio
almidonado
casi estancia
todo música.
 
La importancia
de cierta vibración
en el pecho.
 
 
 
Una sinfonía,
el silicio ardiendo
cerca del tímpano. 
 
Siempre un mar
que se expande,
se contrae.
 
Como ciertas voces
que a ciegas
postulan
para callarse. 
 
 
QUEDARSE CALLADO
 
Para que eso,
sombra,
o segundero,
haga su trabajo.
 
Decir con eso
que pasa:
tanta desgracia 
tanta humedad
solo sucede
evapora
está allí
para acometerse.
 
Partir de cero:
nuestra ropa
hace siglos
nos hace el cortejo:
imposible seguirnos el rastro:
nos viste el dolor y su secuencia. 
 
Entonces se prenden
pentagramas:
garabatean ciertos sonidos
como los del principio
de los tiempos:
la huella sideral
de Gardel
saludando el viejo tocadiscos.
 
Culpan la cercanía
de sus olores internos. 
están con ellos
y parpadean.
 
Eso son.
 
Como una película
de cine sin cortes
silente,
la luz baja.
 
La urgencia
de viajar
por ejemplo a  Cuba,
elevar anclas
con el alma llena
un día de mar embravecido.
 
 
EVERY BREATH YOU TAKE
 
Aquí es cuando
el bolero
toma un color incierto:
A vos,
a sal,
A parábola.
cada una de las estaciones
y sus bandas sonoras
Yo dibujo
y ensayo.

*Guillermo Acuña González (Costa Rica, 1969). Sociólogo con una especialidad en comunicación social.  Docente universitario, investigador social y especialista en temas migratorios a nivel regional centroamericano. Trabajó en FLACSO Sede Académica Costa Rica durante 10 años. Fue Director del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la Universidad Nacional, en Costa Rica, en el periodo 2012-2017. Es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional, Costa Rica. En la actualidad se desempeña como Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional (UNA) en Costa Rica.