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lunes, 6 de octubre de 2025

"Estoica" poemas de Luis Hincapié

Rocas
 
Dolor de ausencia,
luna que escucha mis gemidos, 
oscuridad toda en mis ojos, 
inmenso como galopante
deambula mi corazón inquieto.
Es el encuentro 
consigo mismo,
vaivén
de las olas marchitas.
Quiero amarte 
sobre las rocas. 
Prenderte de besos 
y aullar 
como lobo desesperado.
En esta noche 
plagada de alquimias. 
 
Manhattan
 
Manhattan 
amanece en lo mágico
de sus calles y contrastes
donde se tejen historias
de cada cultura.
La imagen subraya
los pasos de los transeúntes,
el tiempo
envuelve anécdotas
en los rincones de sus edificios.
Ama,
surge
ama de nuevo
se estremece
y viaja en otras dimensiones.
Cada noche es un gesto
encapotado que germina
en las venas de sus habitantes…
 
 
Estoica
 
Te cruzaste
entre los caminos
del alma,
densa
sublime
llena de acertijos
y el laberinto
cubriéndote la piel…
 
Llegaste
con los tulipanes
en la mano
era octubre
y llovía intensamente,
nuestros ojos
parpadearon imágenes
destinadas a devorar
los cimientos del pensamiento.
 
Caminaste desnuda
libre como la marea
de tu cabello.
Sonreíste
hasta rendirte
inquieta a lo parco
de mi estoica mirada.
 


*Luis Hincapié. Pereira, Colombia, 1979. Hizo parte del taller literario La Fragua de Pereira, con el cual publicó el poemario Casa de Símbolos (2000). Desde 2005 reside en Nueva York. Allí fue integrante del taller literario Portal, que publicó poemas suyos en la revista El Barco Ebrio (2005-2006). En 2011 publicó una serie de poemas en el dominical Las Artes del Diario del Otún de Pereira. Es miembro del Colectivo Poetas en Nueva York, con el que participó en numerosas lecturas, maratones culturales y festivales de poesía, entre ellos el 8º Festival de Nueva Poesía "Poetas en Nueva York" (2013). En noviembre de 2020 recitó algunos poemas en el Festival Internacional de Poesía Virtual organizado por Poendemia Literaria/Palabras desde el ático-Facatativá. En agosto de 2021 publicó de nuevo para Las Artes, en abril del 2023 se publicaron tres de sus poemas en la revista virtual Innombrable de México y dos en The Third World Times de la revista mexicana del Conversatorio Ético, estético y político con traducción al inglés por la escritora Ana Laura Coronado Chiw y el escritor Abraham García Alvarado. En 2024 se publicó su poema "Sangrar" en la revista Hybrido de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 3 de diciembre del mismo año se publicó una entrevista suya y un poema en la revista digital EntreTmas de Nueva York. El 9 de febrero de 2025 la revista Cultura de VeracruZ publico seis poemas suyos.

viernes, 3 de octubre de 2025

"Hace nueve días" poemas de Diana Laura Haros


Hace nueve días
 
Te fuiste del plano físico
cuando las flores
estuvieron listas
para dar su polen,
para abrir sus capullos.
 
Te fuiste del plano físico
cuando las uvas se hacían moradas
madurando
una vez hubieron crecido.
 
Te fuiste del plano físico
el año en que nació Emilio
el año en que cumpliste quince
el año en que yo, cumpliré veinticinco.
 
Te fuiste del plano físico
cuando en terapia hablábamos de planes
qué hacer, a dónde ir, quién ser...
 
Te fuiste del plano físico
hace nueve días
y yo siento que ha pasado
muchísimo más.
 
Te fuiste del plano físico;
no lo he podido decir en voz alta
me quedo pensando en la nada
me quedo viendo, sin mirar.
 
Te fuiste del plano físico y
quiero seguir llorando, pero a la vez
quiero estar tranquila, por ti,
por el amor que te tuve
por el amor que me diste.
 
 
Extraña nostalgia.
 
He sentido una extraña nostalgia.
No sé si es a una época,
a ciertas personas
o a ciertos sentimientos.
 
Deambulo por el espacio de mi habitación, 
giro dentro de mis pensamientos,
olvido las palabras y sólo tengo
un sentimiento en mi pecho.
 
Es solitario, raro,
diferente a la tristeza,
desigual al aburrimiento;
 
como si buscase algo 
que sé no voy a encontrar
mientras me mantenga
en este rumbo fijo.
 
Aquí no existe la peor parte,
sólo están las motivaciones,
los obstáculos 
y las costumbres.
 
Si sólo me rindo…
tumbada en la cama
mientras una ligera luz se refleja en mi cara,
 si pienso en las nubes del cielo,
me veo sobrevolarlas e ir con el viento,
si busco la luz de la noche;
 
probablemente así sienta calor,
con el cobijo sobre mí;
respiros profundos
y lentos pestañeos.
 
 
La acuarela de dos vistas
 
Te hice un regalo que tal vez sea solo una excusa
para poder volver a verte.
Te hice una pintura de acuarela
en la banca de mi comedor, que tal vez solo sea para despedirme.
Pasé horas tranquilas pintando trazos delgados, gruesos, quitando y poniendo.
Echaba pintura al godete, metía al agua el pincel,
lo pasaba por el papel..., avanzaba con timidez.
Una parte está muy bien, es bonita, agradable y alegre;
no es el lado izquierdo sino el derecho,
el que se mira más alocado,
el que parece que se divierte.
Quizás así estamos completos, con ambos lados,
una parte tranquila, otra parte moviéndose con el viento.
A veces caen brazos, las hojas se pierden,
el tronco resiste y la raíz se extiende;
pero todo él, es un gran abrazo,
un bello hogar donde estar.
 

*Diana Laura (H. Dauser) nació en Sinaloa, el 20 de noviembre del 2000. Cree en los beneficios de canalizar las emociones a través de la poesía, por tanto, sus palabras pueden percibirse como la exploración de sentimientos y sensaciones interconectadas a su entorno, además de expresar pensamientos y reflexiones sobre sus vivencias, su cosmovisión y el ser humano.

 

jueves, 2 de octubre de 2025

"En el colegio no me enseñaron" relato de Eisen Hawer López Chica


Hace diecinueve años me gradué como Bachiller Técnico, en un colegio donde pasé 11 años de mi vida. En ese colegio, que me enseñó a escribir en doble-línea, a dividir y multiplicar, a usar un computador, a pintar carteleras para las exposiciones, a cantar el himno nacional, recitar el juramento a la bandera y rezar el padrenuestro en formación, también me cerraron a la posibilidad de conocer un mundo diverso, vasto y, sobre todo, muy lejano a la realidad educativa de ese entonces.

Parte de lo que ocurre hoy en Colombia es debido a ello, a la precariedad  o el enfoque de la educación pública. En el colegio no me enseñaron, por ejemplo, que a los campesinos los desplazaban y asesinaban para quitarles sus tierras, y que el Gobierno siempre ha sido juez y parte de estos hechos; pero sí me enseñaron que La Ceja del Tambo (mi municipio) queda en el Oriente antioqueño, que limita con Abejorral, El Retiro, El Carmen de Viboral, La Unión, Rionegro y Montebello y que tiene un único Corregimiento: San José. No me enseñaron, en cambio, que en varios de esos municipios, La Ceja entre ellos, se desarrollaba un conflicto armado que se cobraba la vida de un montón de gente, campesinos en su mayoría, señalados de colaborar con este, aquel y el otro.

En el colegio aprendí que los principales ríos de Colombia son el Magdalena, El Cauca, El Atrato, El Amazonas y el Orinoco; pero no me enseñaron que las aguas profundas del imponente Cauca fueron convertidas en un gran cementerio fluvial donde las autodefensas arrojaron cientos de cadáveres. Tampoco me enseñaron que hubo una época en que la gente vivía del río, la pesca y la minería artesanal, que eran los ríos importantes canales de comunicación del país, y que todo cambió con la llegada de la minería a gran escala y la violencia incontenible por los territorios y los recursos. Me enseñaron a diferenciar entre una montaña, una colina, una meseta, un nevado y un volcán, pero no me enseñaron que la erupción de un volcán borró del mapa a Armero, en una tragedia que se pudo haber evitado; así como tampoco me enseñaron a entender los conflictos eternos que han existido por la tierra.

Me enseñaron a leer el evangelio cada domingo, a marcar rimbombantemente el cuaderno de religión, y a obedecer sin reparo los designios de la biblia, dios, la iglesia católica, y la profesora Beatriz. No me enseñaron, en cambio, que en el mundo existen más de 4 mil doscientas religiones, y una incontable, realmente indeterminada, cantidad de dioses… tampoco me enseñaron que la santa inquisición persiguió, reprimió, condenó y asesinó todo lo que se pareciera a ciencia, educación y otras formas de pensamiento, y quemó libros y personas en hogueras infernales.

En el colegio no leímos a Germán Castro Caidedo, ni a Juan José Hoyos, ni la obra de Gabo desde la perspectiva histórica. Tampoco nos contaron que existía un libro llamada “El olvido que seremos” y que habría sido un deleite literario para ese preciso momento de la vida, pues se publicaba justo hace 19 años, cuando estábamos en el último grado de colegio, y que nos habría conmovido y acercado a la realidad que necesitábamos y necesitamos comprender. Pero sí leímos el resumen pirata de “El cantar del Mío Cid”, la Constitución Política, La Biblia, ¿Quién se ha robado mi queso?, La culpa es de la vaca, El caballero de la armadura oxidada, y algunas obras colombianas que debíamos leer para luego exponer en público, más como un resumen o informe de lectura oral, que como una conversación o debate que nos ayudara a comprender y reflexionar sobre el ejercicio de lectura y el contenido, principalmente. Rememoro, entre las opciones de lectura, La casa de las dos palmas, La Vorágine, La Mansión del Araucaima, La Casa Grande, La Rebelión de las Ratas y Cóndores no entierran todos los días. Sobre este último recuerdo una anécdota que luego les contaré.

En el colegio me enseñaron sobre el descubrimiento de América, sobre Cristóbal Colón y La Niña, La Pinta y La Santa María. Sobre la independencia de Colombia, sobre los símbolos Patrios, la antioqueñidad, los indígenas que “habitaron” (porque para nosotros, los indígenas eran algo que le pertenecía a la prehistoria) estas tierras. Pero no nos enseñaron sobre la guerra atroz entre liberales y conservadores, por qué y cómo pasaba. No nos hablaron sobre los movimientos cívicos, sobre el paro del 77, la época oscura del narcotráfico en Colombia en los 80s y 90s, ni de este mismo fenómeno y su relación entrañable con la política colombiana.

En el colegio aprendí a obedecer sin reparo, a repetir, a hacer planas, a llenar cuadernos de información replicada de una cartilla a un tablero, del tablero a los cuadernos, de los cuadernos al lóbulo temporal del cerebro para el examen y, finalmente, después del examen, al bote del olvido. Pero no me enseñaron algo tan elemental como respetar la diferencia. Todos debíamos ser los mismos, y siempre había alguna ofensa o insulto para quien fuera nerd, negro o negra, flaca, pecoso, gay, quien profesara una religión diferente al catolicismo, para el peludo, el flaco, la huérfana, el que la mamá vendía chance o empanadas, el dientón,  la gorda. Mientras en clase de ética y valores nos hablaban del respeto, de ese sofisma que “todos somos iguales”, se reproducían conductas discriminatorias y arbitrarias, donde la última palabra en ser escuchada era la del estudiante. Mi directora de grupo, en noveno, citó a mis padres para decirles que a pesar de que mis notas eran excelentes y no tenía queja alguna de mi comportamiento, había algo inaceptable: tenía el pelo largo, y debía cortármelo. Mis padres accedieron. Si hubieran podido, mi cabello habría sido exhibido: todo un trofeo para la profe, y un botín de guerra justo para el Colegio, que enviaba un mensaje claro a los otros peludos que de a poco germinaban con timidez en los demás grados. Había una preocupación latente por impedir los asomos de pensamiento crítico, y por eso regía el miedo, disfrazado con capa y máscara de “respeto y la autoridad”.

No me enseñaron sobre educación sexual, aunque otros 10 estudiantes y yo tuvimos la posibilidad de hacer un cambalache: cuando cursábamos 7mo grado, una caja de compensación ofreció un Programa de Educación Sexual y Reproductiva llamado “Gestores”. Eligieron a algunos estudiantes y nos propusieron hacer el proceso a cambio de las horas obligatorias de servicio social, o alfabetización. Accedimos sin reparo, pues era librarnos con cuatro años de anticipación de una responsabilidad ineludible. Ese programa, y la profesora Doreley a quien recuerdo con muchísimo aprecio, una psicóloga muy joven, divertida, con una chispa y una energía increíbles, y una naturalidad para hablarnos sobre los temas que siempre nos eran prohibidos, fue una de esas experiencias de mi época de colegio que marcó mi vida, mi adolescencia y muchas formas de relacionarme con el mundo, además de entender muchas cosas sobre mi cuerpo que, hasta ese momento, me producían pánico.

En el colegio me enseñaron, en clase de artística, a dibujar cuadrados, círculos, triángulos, figuras de colores, figuras con las figuras de colores; me enseñaron sobre “historia del arte” (de la cartilla al tablero, del tablero al cuaderno, y ya saben lo demás…) teoría del color y otras teorías que ya no recuerdo. Pero no me enseñaron sobre Débora Arango y su obra, Alejandro Obregón, o Pedro Nel Gómez, tampoco sobre Ricardo Rendón Bravo, sobre la caricatura y su fuerte contenido social y político, ni me enseñaron, en ese colegio, que el arte es una de las más poderosas herramientas para la construcción y la cohesión social, para la resistencia y la esperanza, para la vida misma.

Y no quiero parecer desagradecido. Muchos momentos y aprendizajes del colegio han formado lo que hoy soy y hago. Varias profes de una dedicación y entrega admirables, la calidad humana de muchos de mis profes de escuela y colegio, es lo que más recuerdo, pues poco sirve un conocimiento sino no hay una intención de construcción e incluso de duda sobre ese conocimiento, una grieta que permita dialogar con los estudiantes, como una pequeña fisura que deja entrever un haz de luz que lo cambia todo, que ofrece otra perspectiva. La primera profesora de mi vida, en Preescolar, 9 años más tarde fue mi profesora de español y literatura. Ella fue una de esas personas que marcaron mi vida para que siguiera entre páginas de libros, historias y letras.

Si es cierta esa frase cliché de que “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, se preguntarán por qué seguimos repitiéndola si “sabemos” que han sido tantas décadas en marchas, paros, manifestaciones. Yo creo que la educación tiene la respuesta. Los medios de comunicación también, pero ese es tema para otro escrito.

Entonces, si no queremos repetir esta historia de hoy, que es la misma desde hace muchísimas décadas, conozcámosla, pero en serio. El poder del docente reside en esa posibilidad de cambiar la historia. Y no una, sino muchas. Además de las familias, son los docentes quienes marcan la vida de sus estudiantes, son quienes les inspiran a saber, a entender, a cuestionar (sobre todo a eso, a dudar y cuestionar) y a ser, en su integridad,  o quienes cierran las puertas a un horizonte de conocimientos y al entendimiento del mundo. Los docentes hoy, y siempre, han tenido el poder de cambiar la historia.

Así como la primera, otra frase cliché de película sería “Todo poder conlleva una gran responsabilidad”. Pero sin el melodrama hollywoodense, el rol de los docentes también es y debe ser político, porque realidades como la actual deben suscitar muchos cuestionamientos en los estudiantes, la pregunta es ¿están preparados los docentes para responder a esos interrogantes? o ¿es mejor darle la espalda al problema, y defender la idea ilógica de que los salones de clase no son espacios de discusión de esos temas?

Yo, en lugar de alguna respuesta, estoy lleno de dudas. Y cada vez que logro responderme alguna, me surgen otras tres, pero voy formando el entramado complejo de la realidad, leyendo otros libros, buscando otros referentes, explorando el mundo que, hace diecinueve años, no sabía que existía, el que se veía tan extraño, ajeno y lejano, allá, cuando estaba todavía en el colegio.


*Eisen Hawer López Chica (La Ceja, 1990). Es comunicador social-periodista egresado de la Universidad de Antioquia en el año 2012. También es escritor, lector, activista literario, miembro fundador y actual director general de la Revista Kronópolis, con la que recibió la Mención de Honor en los Premios CIPA a la excelencia periodística en la categoría “Periodismo comunitario” en los años 2020 y 2021. Publicó el libro de relatos Acto de contrición y otros cuentos (Sílaba Editores, 2021), con el que ganó la Convocatoria de Estímulos 2021 del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia. Todos mis muertos, su segundo libro, también fue ganador de la misma beca en el año 2024. 

martes, 30 de septiembre de 2025

"Raíces invisibles" poemas de Emmanuel Ortega Tobón


Raíces invisibles

El eco de lo vivido se disuelve entre el instante y el misterio.
Antes, cada calle y cada ventana abrazaban
La incertidumbre cromática del lápiz y el pincel:
Las dos caras de un ser, esbozadas en la quietud
De una tarde extinta.
 
Todo susurró en la distancia:
Un trazo, una sombra en crecimiento.
Vestigios de un tiempo sin nombre,
Entre nombres ajenos, reflejan y retratan la alteridad:
Bestias, rostros, faunas,
Historias y poéticas de otros cuerpos
Se filtran y graban en la piel,
Como una caricia olvidada,
Una conquista que se desvanece,
Por más latente que ardiera en manos y vientre.
 
Las impresiones se diluyen,
Extraviadas en un corredor sin sonidos ni luces.
Raíces invisibles crecen,
Trenzándose en lo que fue,
Recorriendo la vértebra y la memoria,
Y extendiéndose hacia lo que ya no es.
El alma apenas entiende, respira y vive,
Sin reconocer quién fue.
 

Aire de nostalgia

El aire nostálgico del ayer regresará,
Como una luna en la mañana, que brilla entre la niebla,
Como un eco sin sonido que arrastra el olvido,
Donde el tiempo ya no importa.
 
Serán los días perdidos,
Las risas olvidadas de rostros
Que se fueron sin dejar huella.
 
El recuerdo se disuelve
Entre las pupilas, el murmullo de la brisa,
Y el sol de una infancia que se fue
Vuelve a tocar la piel.
 
Inmediatamente pasarán las casas, los rostros, las sombras
De lo que fue y ya no es,
Y se irán como hojas arrastradas por la corriente.
Esa alegría escondida en un rincón,
Tan efímera y tan viva,
Volverá; se filtrará
Por las rendijas del presente.
 
El recuerdo se alza en un estruendo de dedos y relámpagos,
Destronando otro horizonte y su ocaso,
Como la melodía de un piano
Olvidado en una vieja iglesia en Bizancio.
 
Es una reminiscencia lejana,
Un punzante dolor que entra y no se marcha,
Un abrazo que nunca se dio
Y un nombre que ya no se llama.
 
¿Quién fue aquel que corrió detrás
De los sueños perdidos?
Todo se esfuma,
Y solo quedan las grietas que penetran hasta lo hondo de la tierra:
Ese aire de nostalgia
Que se oculta entre los pliegues del recuerdo.
 
Son los átomos del ayer,
Gravitando, aún presentes en la piel,
En cada roce, en cada suspiro.
Y el olvido se disfraza de memoria.
 

Interludios de soledad

Entre ciclos lunares y solsticios
Un eco se quiebra en la brisa.
La pluma, errante en la página blanca,
Traza un sendero de ceniza.
 
Las huellas y el rostro cambian
Ante el vacío, la espera, el desencanto.
Sombras anidan en el pecho,
En las manos que escriben otra historia.
 
En el pozo de los huesos,
Se hunden fragmentos de imágenes y versos,
Restos de días, de meses, de horas
Que aún resuenan en bibliotecas vacías.
 
En muros de cristal resquebrajado,
La tormenta talla su signo en el viento.
Los ojos de mármol desafían el recuerdo
Mientras el alma cruje en su naufragio.
 
El destino pulsa sus cuerdas rotas,
Y donde las musas caen en su última danza,
Una melodía se asoma al retrato,
Entre lo erótico y thanático.
 

*Emmanuel Ortega Tobón (Medellín, Colombia, 1995) es poeta, filósofo y profesor. Actualmente cursa la Maestría en Educación en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín. Desde temprana edad, ha cultivado una profunda pasión por la poesía y las artes plásticas, enfocándose en el instante fugaz del ser, lo efímero de las emociones, el tiempo, la memoria, el cuerpo, la identidad y los misterios de la creación artística. Su obra se distingue por una voz introspectiva y simbólica, donde convergen lo filosófico y lo poético. Ha publicado en prestigiosas revistas literarias de alcance nacional e internacional, como Innombrable (Colombia), Alcantarilla (México), Ouroboros (Colombia), Santa Rabia Poetry (Perú), Almiar (España) y Palabra que dormía (Noruega). Asimismo, ha participado en varias antologías poéticas.

lunes, 29 de septiembre de 2025

"Hermenéutica de la Piel" poemas de Liliana Davila Jurado


CAPULLOS

Han quedado a tu paso los incontables capullos
las pupilas descubiertas
y un torpedo de sensatez atravesando mi lengua amarga,
los capullos pronto dejaran de ser capullos
el escondite descubierto
pronto será un lapso de eternidad
que se diluirá en el pasado,
y aquellos recuerdos omnipresentes
no acariciarán más
los laterales de mi torso
¡el olvido!,
¡el olvido!,
¡oh! mis queridos capullos.


RETORNO A LA TIERRA 

Toda yo deslumbrada,
la montaña habita mi plexo solar
por las mañanas verde
por las tardes dorada
las mazorcas espigadas señoriales
prendidas de la caña gruesa
se reverencian ante la lluvia súbita,
yo solo abro mi boca tragándome las gotas
de repente me fecundan el alma
y renazco nuevamente.

Me he tragado un puñado de tierra
enorgullecida de mis dientes marrones
la llevo en mi interior para mi retorno,
aspiro el cielo hasta derretir mis fosas nasales
mis pulmones me pesan de tanta paz
ruedan capulíes a mis pies,
brillantes y maduros bajo el sol
me piden descansar eternamente en mi paladar
qué difícil es el retorno,
extrañar
tendré que conformarme con llevar la tierra por dentro.


DESDE MI TALÓN 

Con mis vestidos batiendo al aire
me enfrento al tiempo de mi corporeidad
he caminado con pasos alargados
el borde espumoso del mar ha arañado mi talón
sobresaliente
engrosado
se ha hundido en la arena mojada
—ese frío besando mi planta áspera—
es un amor acrónico
no es un lapso
ni un momento
no es fortuito
ni tampoco eterno
es mi ser con el peso en mis pies
engullidos por la finitud del frío de arena
huyendo de la superficie ardiente
buscando el descanso
cargando mi vida
y la que aún tendré
desde hoy en adelante a orillas del mar.


*Liliana Davila Jurado. Cusqueña de nacimiento, antropóloga, gestora cultural, escritora, poeta. Publicaciones colectivas: «Imágenes de un cotidiano narrativa fotográfica e intervenciones literarias» Infinitos Indistintos, Brasil 2022, «Cuentos y poemas de amor» Ciudad Librera, Lima 2023, «Memorias del olvido» Letras Negras México 2023, Antología poética: «Anhelos de paz» Red Némesis, Lima 2024, «Calladita te ves mejor» Fanzine, Editorial Autómata Lima 2024, Revista electrónica Santa Rabia Poetry, Perú 2024; colaboraciones poéticas en diversos portales webs y redes.