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viernes, 25 de abril de 2025

"Aurora y sus recuerdos" cuento de Gabriela Elizabet González 

                                            A nuestra amada Aurora.

Descalza sobre la escarcha que deja la fría noche de invierno. Recostada sobre el pasto, mirando el cielo. El sol calentando su blanca cara de niña soñada. -Silvia, andá al pueblo y vende este queso. No demores que te necesito para que alimentes a los animales. Sin dudar, camina kilómetros para cumplir su tarea. En rancho de barro, en casa del patrón. Cierra los ojos y sueña. *** De a ratos ella se volvía gigante para mí. Recuerdo el brillo de sus ojos y el movimiento de esas manos que parecían enrollar el tiempo, doblar y acomodar los recuerdos como quién ordena la ropa en los cajones. *** Ahora sueña. Sueña con su propia casa, con una cómoda cama, con niños ; Sueña con el amor y con una familia. Imagina una porque nunca tuvo la suerte de conocer el calor de un hogar. Huérfana, pobre y sin nadie que la reclame. De casa en casa, al amparo de Dios y en las manos de quien se compadeciera. - cuando mamá murió, mi padre nos repartió como mejor le pareció. Nunca más volví a ver ni a saber de mis hermanos. Por allá lejos, un día me enteré que una había muerto loca y del otro no sé nada. Por eso hacían conmigo como les parecía porque no tenía quién me defienda. *** En otros momentos se hacía chiquita; la sonrisa como pícara y atrevida, inocente y risueña pero lejos de perder sabiduría, tejía su historia hurgeteando entre esos ciento siete años de vivir, de trote, de andar. -Ufffff, abuela! Vos sí que viviste de todo! En una mezcla de dolor y gozo, reunidas alrededor de los recuerdos saboreábamos el calor y el frío de cada tiempo; allí estábamos: yo aprendiendo, ella de a poquito, despidiéndose. *** Un gaucho embalentonado la ve y la reclama para él. Le insiste, la convence. Se la lleva para cuidarla. Llena de coraje y valentía se entrega a ser madre y esposa. Nueve hijos; tres varones y seis mujeres. Nietos, bisnietos y tataranietos. -Rosa! Dejá a las nenas. No las retes más que son buenas, no ves? Vengan m'hijas; vengan para acá con la abuela. -Rosa, no ves qué me hace mal a los nervios que retes a las nenas! Rosa, se reía y refunfuñando por lo bajo dejaba que protegiera a sus retoños; tierna y pacificadora, refugio de travesuras. Sentada, tranquila y serena en su casa de sueño, en su hogar. Cebando el mate, haciendo tortas fritas y buñuelos a voluntad de quien quisiera. En invierno, los mates eran de leche; en verano, dulces; a veces, demasiado. Anfitriona, siempre esperando la visita de sus hijos, de sus nietos. Esperando ver su herencia. Tejiendo mantitas y carpetas, una para cada uno. Nadie podía quedar sin uno de sus tejidos y a escondidas, les daba uno más si se le antojaba. Rodeada de amor y cuidados. Cantando sola en voz alta, inventando su ritmo y sus versos; caminando despacio; cada vez más despacio. *** Y ahora, en un día frío y triste. Un día de abrazos, silencios y nudos en la garganta miro para arriba, ahí adonde te llevamos. Arriba de cinco hileras, en el medio. "Tus nietas que te aman y siempre recordarán tu legado de fe y fortaleza".
***
-Dejá Chicha, yo barro acá después despacito. Tomate otro mate. -Gabita, andá a llamar a la Mariquita a ver si quiere tomar mate. Todavía me resuena su voz; áspera y suave. Todavía me parece que vas a estar ahí, en tu sillón mirando el mundo por la ventana y poniendo el agua a calentar para detener las corridas del tiempo con tus mates.

Un día yo también voy a despertar a un nuevo amanecer y allí voy a poder abrazarte de nuevo.


* Gabriela Elizabet González, de 39 años, vive actualmente en Argentina, en la provincia de Buenos Aires, ciudad de Zárate: conocida por su preciosa y extensa costanera, su imponente puente Brazo Largo y el tango. Nació en esta ciudad. Ciudad de callecitas y canciones. Creció cerca de la vía del tren; escenario de sus travesuras y sueños infantiles. Estudió el profesorado de lengua y literatura y comenzó el camino de la docencia hace ya más de quince años. Llena de experiencias y con ganas de abrirse camino, comenzó a publicar cuentos y poemas en revistas literarias. El mundo de las letras es su pasión y su gran desafío.

jueves, 24 de abril de 2025

"Un café" poemas de Federico Rizzo Sebben


Ser
 


esencia de ser 

existencia humana de 

caleidoscopio 

 


Siglo XX 


La niebla envuelve 

al Hombre, 

fragmentado en  

un 

esmirriado  

grito ahogado. 

Escuálido esqueleto 

deambulando sobre el 

fango de Ávalon… 

Solitario espíritu, 

¡oh pequeño Adán de las 

manos 

de Dios olvidado! 


 

Un café 


Un café 

humea, 

una crema 

nada 

en el mar 

Oscuro… 

eco de voces 

disueltas 

en cada cucharada, 

caricia del sorbo 

tibio y 

un cigarrillo 

se consume en 

la ciudad; 


 

Siglo XXI 


Crepúsculo psicodélico, 

importación de credos, 

vida en mariposas 

al viento marchitas. 

Putrefactos  

tubérculos, 

de sangre gota gélida. 

En heces andantes gusanos. 

Cambalaches de  

ilusiones. 

Calidoscopio mediocre. 

Crepúsculo psicodélico. 


*Federico Rizzo Sebben. Uruguay. Vive en un balneario de nombre mítico: Atlántida. La literatura lo acompaña en su vida. Ha obtenido premios en certámenes literarios a nivel nacional e internacional. Posee tres libros de narrativa breve publicados: Los misterios del castaño (2017), Caleidoscopía (2024) y Acenizados (2024).

miércoles, 23 de abril de 2025

"Hijo mío" poemas de Yuleisy Cruz Lezcano


Hijo mío

Hijo mío, me gustaría
hacer alianzas
entre tu vida y la mía,
sembrar madreselva
en los rincones de sombras.
Quisiera limpiarte las venas
con un dedo
para dibujar nuevos caminos
bautizados
con los copos de nieves.
Quisiera doblar las hojas
de tus días
y que te lluevan recuerdos
de viejas y felices Navidades.
Hijo mío, hoy que no estás,
quisiera solo sentir al menos tu voz
para recoger
de las flores que brotan
en tu sonrisa,
unos cuantos pétalos de simple esperanza.
Quisiera encender las estrellas de mis años
en este índigo nocturno que busca
constelaciones para enseñarte siempre
el camino que te trae de nuevo a casa
...tú tienes esa luna en tu iris
que me falta
para volverme marea alta.


Invierno

El invierno me anticipa
de una primavera,
pierdo las estaciones
especialmente pierdo
el sentido de amores renovados
para dividir con alguien
la mesa, cualquier Navidad,
sillas y platos sucios.
Mis manos están sucias,
mastican polvo y telas de araña,
brindan por una noche de tormenta.
La lluvia de caricias pasadas
me dice que no estoy hecha
para almacenar caricias,
ni siquiera tengo ya ojos,
ni besos para dar alma
a la forma de abrazar el vacío.
Se me caen de las manos
las caricias que no doy,
mi cuerpo abandona las sábanas,
recibe la indiferencia,
y el desamor hace de mí
un perro rabioso que repite
un verso, un invierno,
mirando la soledad
de las heladas calles.


Maravillas

¿Se puede inmortalizar un sonido?
¿Un sonido como el de una armónica
que se cuenta como medida
cuando declina el día?
Una voz pequeña
me hace este tipo de preguntas,
luego levanta la barbilla
ofreciendo su rostro al viento,
con los ojos cerrados
parece estar buscando respuestas.
El viento recita su camino
sobre los nidos que se agarran a las ramas
escribe nombres,
un pájaro abre el ojo de la garganta
y al fondo de la sombra
abre la curiosidad,
ofrece la máxima amplitud de un verso.
Otro pájaro se acuerda,
es el inventor de sonidos maravillosos,
puede inventar el tiempo de la niñez
y su alma,
la borrosa mañana en la neblina
camina por los ecos.
Las compartidas maravillas, las preguntas
tienen en su interior una nota
y sentidos que coinciden con esa nota.
La risa es un sonido
más hermoso que la música,
se detiene en un momento y siente,
en sus plegarias hay un sonido
que abraza, enamorado
del camino que aparece.
La boca ríe y sabe
que hacer con el día
cuando el sol se esconde.
Todas las risas tienen música
y son visibles.
La risa es el sol de los niños
se le puede tirar fotos
y contemplar para entender
que después que ríe un niño
la palabra misma pierde
todo sentido.


*Yuleisy Cruz Lezcano. Nació en la isla de Cuba el 13 marzo de 1973, vive en Marzabotto (Bolonia; Italia). La poeta emigró a Italia a la edad de 18 años, estudió en la Universidad de Bolonia y consiguió el título en “Ciencias enfermeristicas y obstetricia” consiguió, además, un segundo título en “Ciencias biológicas”. Trabaja en la salud pública. Este año fue candidada al Premio Strega en Italia, con su último libro “Di un’altra voce sarà la paura”, que fue presentado en el Salone Internazionale del libro di Torino, ha sido presentado en la televisión de Estado de la República de San Marino, en Tele Granducato de Livorno, Toscana, en distintas estaciones radio: Radio Pop Napoli, Radio Nord Borealis, será presentado en la televisión en el programa de Andrea Villani Street Talk y al Festival del Borgo Antico di Bisceglie, que es uno de los festivales de literarios más importantes de Italia.

martes, 22 de abril de 2025

"La hoguera" relato de Andrés F. Torres Cortés



En la mirada de mi esposa hay una tristeza hostil. Sus ojos color almendra refulgen fijamente como una flecha tensada por el arco. Temo que la angustia nos arrebate la poca humanidad que nos queda. Todo comenzó el día en que ella se quedó sin empleo en el bufete. Preocupada por el futuro, se culpaba por no haber previsto el recorte de personal. Prometí que saldríamos de esto y que nuestra felicidad bastaba con amarnos, sin prestar atención a las dificultades.

Días después, me llamó el decano de la facultad para decirme que mi cátedra de literatura había sido ocupada por alguien: mayor experiencia, mejor hoja de vida. Cinco años en la Universidad Salesiana de Bogotá arrojados a la basura. De la preocupación, mi esposa pasó al reproche. Bigotón, un tierno schnauzer que adoptamos recién llegados a nuestro apartamento, ladraba alegre, absorto, compañero fiel e inocente; incapaz de percatarse de la ausencia de sus galletas preferidas.

Pasaron los días, las semanas y en el calendario tachamos algunos meses. Los amigos nos dieron la espalda y nuestros padres pontificaron sobre el matrimonio, pero sus oídos ensordecieron cuando les pedimos dinero prestado. Nos cansamos de tocar puertas, de visitar las páginas web de empleo y de asistir a entrevistas que siempre finalizaban con la estúpida frase: “No nos llame, nosotros lo llamamos”. Fueron amables al principio los bancos, después fueron las llamadas hostiles y las amenazas judiciales. Nos resignamos a no contestar los teléfonos, antes de que tuviéramos que venderlos a un precio irrisorio. Bigotón movía felizmente su cola a pesar del cambio de dieta a dos croquetas al día.

Con las facturas, papelería inútil que crispaba los nervios de mi esposa, me fui haciendo a la idea de llevar una vida más austera. Se acabó el whisky bourbon, la cerveza alemana, el jamón serrano y el queso de búfala. La exquisita ropa de mi esposa, géneros, linos, tafetanes y terlenkas de distintas marcas exclusivas, se invirtió en comida enlatada cuya calidad, y cantidad, era cada vez peor. Ni pensar en los servicios del peluquero, el psicólogo, el veterinario de nuestro perrito. Él batía incesante su cola en un intento inútil de aliviar los problemas.

Tras empeñar el último mueble, el vacío se apoderó del apartamento dotando al sonido de un eco estentóreo. Como monjes comíamos el alimento sentados en el suelo y dábamos nuestras sobras a Bigotón. Demacrado mordía y lamía el plato, deseoso, como nosotros, de que la porcelana se pudiera comer. Y con el vacío llegaron las discusiones. Mi paciencia menguó al punto de que el amor que profesaba a mi esposa se tiñó de duda. Bien decía mi padre que el conflicto matrimonial le teme a la abundancia. Él, que pasó por dos terribles divorcios que lo llevaron a la quiebra y casi lo llevan a la locura.

Teníamos más deudas que comida en la nevera. Un día nos cortaron el agua, otro día el teléfono y otro día el gas. El hambre hacía venia al vacío y por el vacío mi esposa enfermó. El poco dinero que quedaba en mis bolsillos lo invertí en sus medicinas. El perro ladraba desesperado por el hambre, desesperándome a mí también. Las horas del día trascurrieron pesadas; oía ladridos a cada instante, mi esposa ardía en fiebre y nuestras tripas gruñían sin sosiego.

Entonces la noche se hizo presente.

Ella imploraba por comida. Al intentar encender el bombillo de nuestra habitación llegó la última tragedia: nos habían cortado la luz. Los ladridos de Bigotón me tenían harto y el delirio febril hizo que mi esposa gritara cosas terribles. Mi raciocinio perturbado, la locura que produce el hambre y el cansancio, determinaron una decisión monstruosa.

Primero reuní todas las tarjetas de crédito, todas las cartas de los abogados y todas las facturas. Apiladas en una montaña de considerable tamaño, las encendí con los últimos dos fósforos que encontré en la cocina. La hoguera iluminó la sala, mientras el famélico perro empezó a chillar como las cuerdas desafinadas de un violín.

Lo siguiente que hice, sin remordimiento alguno, me hizo ignorar el tiempo. En mi memoria persiste un crujido, un silencio sepulcral y una labor difícil. Llamé a mi esposa a comer. Pálida y desorientada se sentó conmigo alrededor de la lumbre. No pidió explicaciones ni hubo discusión. Tomó el caldo que le preparé con mi cariño trastocado, sus dientes destrozaron sin piedad la carne. Los huesos quedaron limpios en el plato.

Ahora, tras la placidez que da la llenura, me mira. Sus ojos almendrados y tristes comprenden la locura, el salvajismo en los que hemos caído. Prefiero pensar en esa mirada de fulgor y no en el hambre que aún me acosa; en el olor putrefacto que habita cada rincón de nuestro hogar. A veces oigo ladridos, otras veces creo que son simples sollozos. Por momentos siento que ella ya no está conmigo y que lo que resuena en mi interior son solo los ecos de su ausencia. Mientras tanto el hambre no cede y, no sé por qué, pero por algún motivo no soy capaz de levantarme y largarme de este cascarón de apartamento que me parece cada vez más etéreo, tan ajeno a mí y a lo que hacía unos meses consideraba mi refugio y mi felicidad. Pobre Bigotón, cuánto lo voy a extrañar…


*Andrés F. Torres Cortés. Bibliotecólogo. Reside en Bogotá. Ha publicado algunos microcuentos en el espacio literario “La esquina delirante” del periódico El espectador. Entre sus autores favoritos están: Mariana Enríquez, Fernando Vallejo, Umberto Eco, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Marguerite Yourcenar, William Ospina, entre otros.

lunes, 21 de abril de 2025

"Palabrero de alas" poemas de Ángela Penagos Londoño


Palabrero de alas
 

            A mi padre Luis Arturo Penagos 
              
Toma mi mano, 
llévame una vez más 
a la palabra. 
tú pondrás 
un soplo tibio sobre la heredad 
de los sueños. 
 
Porque fuiste ayer 
hierba en mi memoria, 
espejo en el horizonte, 
rumor de ternura 
en el fresco olor de la lluvia. 
 
Enséñame el camino, 
brota en la piel 
de la tierra 
como beso sin tregua 
en el silencio  
de las cosas. 
 
Es hoy de nuevo. 
te reconozco  
en los almanaques antiguos 
que miran mis ojos 
en la sangre 
del cordero.  
 
 
Negro óptico 
 
Mira con esmero 
como se despereza 
la brea de la noche. 
 
Los árboles 
están hechos de azul, 
el café perturba el cielo, 
blanca es la flor del trébol 
en el pico del abismo. 
 
Entre tanto 
mis ojos en tus ojos, 
son un enjambre acuoso, 
bajo la luna de ríos de trigo. 
 
Cuando la luz golpea 
en la clorofila, 
nace la vida, 
matriz infinita, 
carta de colores, 
en el relámpago 
de la noche. 
 
 
Puerto del buen regreso 
 
                           -Alejandría- 
 
Escucho el canto 
de los grandes pájaros 
con alas de viento marino, 
marco la brújula 
al oeste de todas las distancias, 
en la palabra 
que desde lo alto 
corona el cielo. 
 
Los pescadores 
llevan a sus espaldas 
crepúsculos de espejos rojos, 
el Mediterráneo 
se asoma por la ventana 
de siglos. 
 
Soy caminante de mundos, 
dejo entre la arena 
lo que fue ayer, 
con la primera luz 
de las pupilas. 
 
Un soplo tibio 
sobre la escollera 
-marea de la noche- 
ancla de navíos 
en los viejos tablones 
de cubierta. 
 
 
*Ángela Penagos Londoño. Su nombre tiene de una mujer alondra, su abuela. Su padre, Arturo, vendedor de telas, de vida simple y saberes antiguos, su madre, Lucía, entre de trece lunas, alimento nutritivo de los afectos. Guarda en el cofre de la memoria imágenes de la casa vieja, de paredes de bahareque, corredores de fiesta y patios con huellas de sus antepasados. Dice que se parece a ella en el blanco anhelo, en el tejado dulce, en la arcilla de guacas y conjuros. Es escribana, poeta, contadora de historias, gestora cultural, diseñadora de experiencias creativas. Escribe para amar, reclamar y recordar. Es fundadora y presidente de la Red de Mujeres Artistas de Medellín – Remart. 
Ha publicado los libros: Silencio del mándala (2008), Umbral del ángel (2009), Ecos de marimba (2012), Flor de arizá 2016, libro ganador de estímulos de la Secretaría de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Medellín, Diosa del Verbo (2021), Titania (2022), La luz que llega (2023), invitada por el Grupo Editorial Cátedra Pedagógica para hacer parte de la “Colección Autores Latinoamericanos”. Savia entre mis venas, poesía – ritual libro ganador de estímulos de la Alcaldía de Medellín, 2023. Ha sido reconocida con el premio de poesía por el Museo rayo en el 2019 por su obra Titania. En el 2020 recibió la distinción de la Pluma de Oro del Parlamento Internacional de Escritores en Cartagena de Indias. Es finalista a los premios: Women Changing the World Awards 2025 como Líder del año. Fue nombrada en el Consejo Consultivo Departamental de las Mujeres en Antioquia, organismo técnico y político cuyo objetivo es servir de instancia consultiva frente a la aplicación de la política pública de las mujeres.