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miércoles, 10 de diciembre de 2025

"Eterno once" poemas de Saraí Belén Gutiérrez

 

Eterno once
 
Cierra los ojos, solo es un mal sueño, tú aún sigues aquí. 
La Virgen me lo dijo, la paloma lo negó. 
 
¿De qué habla esta gente? 
Todavía me visitas todas las madrugadas y aún te veo sonreír. 
Me abrazas antes de salir. 
 
Tu voz sigue dando ese eco que me despierta, 
y la canción sigue sonando por el radio. 
 
A veces me culpo porque no estés aquí. 
Envidio a la última que te tuvo en brazos y no te amó tanto como yo. 
Sabes que esta medalla no me reconforta si no estás conmigo. 
No pude hacer nada por ti. Por favor, volvamos al 20. 
¿Aún puedo ayudarte o no? 
¡Despierta! No me estás escuchando. 
 
 
Almíbar
 
Te encuentro en el sabor a almíbar,
En el olor a vainilla,
En el sonido de los pescados chocando contra la madera
Dentro de un pan “bingo”
Pero mis recuerdos se están empezando a ir hacia aquella
Torre Eiffel.
Aun se abre la ostra y me muestra tus perlas
Aunque ya no me visitas en mis sueños y
la última vez no me quisiste abrazar
Solo me viste desde el umbral.
 La semilla no sabe igual si no la preparo para ti
Siempre me decías “estoy escuchando”
¿Pero aun tan lejos me sigues escuchando?  
 
 
Monedas Antiguas

Venía de la costa,
donde los ríos eran de coco,
las pangas tenían forma de pati
y los pescados se adornaban con cintas coloridas.
Llevaba monedas antiguas en los bolsillos
y un boleto de lotería
que lo habría proclamado rico,
de no ser porque su mala suerte
se había interpuesto en un número.
Desolado,
mientras limpiaba los mariscos,
pensaba en qué habría hecho con tanto dinero.
Ahora solo le quedaban veinte pesos,
que ni siquiera le ajustaban para regresar
a aquel lugar donde no había nacido,
pero quizás había encontrado la felicidad.
Quizás.
Los pájaros de vainilla se derritieron
y los caracoles lloraban por su regreso.
Derramaron tantas lágrimas en la arena
que era imposible caminar
sin sentir el ardor en las plantas de los pies.
El mar se tragó al sol,
y solo así la marea se apaciguó.
Por las noches se podía oír
el clamor de la luna
y el intento banal de las estrellas por consolarla.
En cambio, ellas,
que creían que nadie lo esperaba,
no conocían el desastre
que había dejado su ausencia,
porque para ellos no existía vida
sin aquel que siempre sonreía.


Vainilla
 
Tu nombre siempre rondaba por la casa vacía, ahí estabas.
Caminando errante te ven, para mi estas en el edén.
Todas estas que ya no te apreciaban al contrario yo te atesoraba,
Como lo había prometido.
No era tu favorita, pero eso no me importaba
Podía vivir con la idea de que nunca me dejarías nada.
Tu predilecto, es que amabas. En realidad, yo no lo reprochaba
Ahora lo único que importaba eran aquellas tardes de sueños
En que dormías sobre la silla, en la radio sonando Julio iglesias
Y me decías esa te la dedico y yo ingenua sonreía.
Las historias del caribe, los remos chocando contra los pescados,
Los cofres por la madrugada.
Jamás lo podre olvidar.

 
*Saraí Belén Gutiérrez, nicaragüense de 19 años y estudiante de tercer año de Comunicación, ha encontrado en la escritura un refugio para expresar experiencias y sentimientos que durante mucho tiempo guardó en silencio. Publicó su primer cuento en 2019 en “Te cuento en español”, junto con el Centro Cultural de España en Nicaragua, y posteriormente compartió historias en plataformas digitales.
Su poesía se caracteriza por el desamor, la nostalgia y la reflexión sobre lo que fue y lo que pudo ser. La inspiran la cotidianidad, la ausencia, los recuerdos y el temor a reencontrarse con lo perdido. Aunque no define un estilo concreto, se inclina por una escritura realista y transparente que incorpora lugares reales y juegos de palabras, buscando dejar huella en quien la lee.
Además de escribir, estudia Comunicación, lo que le ha permitido comprender el poder de las historias y la forma de transmitirlas. Para ella, la escritura es un acto de resistencia y sanación. Continúa construyendo su camino literario, con el deseo de que sus letras acompañen y sanen a quienes se identifiquen con ellas.

martes, 9 de diciembre de 2025

"Nights Without Adress" poemas de Nasser Alshaikhahmed

 

WHEN THE VIOLET FLOWS 


A shadow on the sand

‏Figurative takes it 

And buries it in the memory of the place.


A love poem

‏Written with pomegranate blossoms…

‏And these blue waters

‏That resemble lapis lazuli,

‏A crown on a smooth rock.


‏We go with the evening as the companion of the night, 

the companion of the palm trees and the songs of strangers.


‏We were accompanied by the scent of the soil,

‏And a hint of ancient clay,

‏And a wind that sways the sigh of the door.

‏I feel its pulse in my hand,

‏Like an eternal violet spring,

‏Poetry flows through my mind like shores,

‏And the moon accompanies me,

‏two stars as silent escorts. 



CUANDO FLUYE LA VIOLETA


Una sombra sobre la arena

la figura toma

y la entierra en la memoria del lugar.


Un poema de amor

escrito con flores de granada…

y estas aguas azules

que semejan lapislázuli,

una corona sobre la roca lisa.


Vamos con la tarde, compañera de la noche,

compañera de las palmeras

y de los cantos de los forasteros.


Nos acompañaba el aroma de la tierra,

un soplo de arcilla antigua,

y un viento que mece el suspiro de la puerta.


Siento su pulso en mi mano,

como una violeta primavera eterna,

la poesía fluye en mi mente como orillas,

y la luna me acompaña,

dos estrellas como silenciosas escoltas.


*** 


NIGHTS WITHOUT ADRESS


My evenings unfold devoid of a visage and a tune.

As though the moon appeared as an unfamiliar entity in my sky.

I extend my hand towards the light.

However, I can only seek solace in my own shadow.

The voice of the wind articulates the verses of my isolation.


How often does your ethereal presence manifest in this spot?

Did you leave an imprint on the canvas of time, only to disappear? 

Were you simply a creation of my mind?


Was a moment of tranquility taken from me by the horizon?


With every star, I try to write your name,

Still, the letters deteriorate before they attain wholeness.


As if the sky fears to speak,

It appears that I remain trapped in a book devoid of a name. 

Oh, you...

If an evening comes back, infused with the aromas of your past,

Tell it:

There exists a poet,

 Persistently seeks the moon's insights about you,

And writes his nights without an address. 



NOCHES SIN DIRECCIÓN


Mis atardeceres se despliegan sin rostro ni melodía.

Como si la luna surgiera como un ente desconocido en mi cielo.


Extiendo mi mano hacia la luz.

Sin embargo, solo hallo consuelo en mi propia sombra.

La voz del viento pronuncia los versos de mi soledad.


¿Cuántas veces se ha manifestado tu presencia etérea en este lugar?

¿Dejaste una huella en el lienzo del tiempo, solo para desvanecerte?

¿Fuiste, acaso, una creación de mi mente?


¿Me arrebató el horizonte un instante de calma?


Con cada estrella intento escribir tu nombre,

pero las letras se deshacen antes de alcanzar su forma completa.


Como si el cielo temiera hablar,

parece que permanezco atrapado en un libro sin nombre.

Oh, tú...

Si alguna tarde regresa, impregnada con los aromas de tu pasado,

dile:

Existe un poeta

que busca con insistencia los secretos de la luna sobre ti,

y escribe sus noches sin dirección.


*** 

 

LIQUIFIED MOON 


Towards the subtle haze,

my aspiration tumbles

I am a lovebird 

that lodges in your eyes.


Wheat spikes congratulate 

doves hovering atop canopies 

celebrate the bridesmaid of fragrance, 

like a full moon in perfection.


In a night written by destiny

before dawn breaks out

a time of twined magic 

where love is promising, 

the most beautiful days of life.


A revelation on liquified moon 

extends to cuddle the grape groves 

casts, refrains and resigns from fatigue 

the pleasure of romance in crystal blue

runs in my veins like narcotic bliss.

In the confusion of nostalgia 

she is filled with dreams 

weaved from the scent of lavender 

seeking the warmth in fondness 

when the clouds rain. 



LUNA LICUADA


Hacia la bruma sutil

se precipita mi anhelo.

Soy un ave del amor

que anida en tus ojos.


Las espigas de trigo felicitan,

las palomas que revolotean sobre los doseles

celebran a la dama de honor del perfume,

como una luna llena en su perfección.


En una noche escrita por el destino,

antes de que despunte el alba,

un tiempo de magia entrelazada

donde el amor promete

los días más hermosos de la vida.


Una revelación sobre la luna licuada

se extiende para abrazar los viñedos,

arroja, retiene y renuncia al cansancio.

El placer del romance, azul de cristal,

corre por mis venas como un éxtasis narcótico.


En la confusión de la nostalgia,

ella se llena de sueños

tejidos con el aroma de la lavanda,

buscando el calor de la ternura

cuando las nubes llueven.


*** 


ETERNAL BLUE 


My lover, our passions appear

Step at a time, they linger near.

The sea reflects shadow, a constant guide,

As we walk along the shores with pride.


The water, blue like lapis colorful

A crown upon waves so beautiful, 

Morning comes to wake the seas

As we smell pollen and palm trees.


A yearning poem scented with lime,

 a shantyman's voice, living the dream sublime.

Boats in the sea and cooing,

Harbors of fragrance, and songs wooing.


Seagulls' throats filled with melodies new,

Wind blowing, pomegranate sniff so true.

Tears of joy and fragrant flirt,

Old shells, doors thrown open to burst.


I write poetry, it flows from my mind, 

sails dancing, swept and twined.

My night went crazy like wild imagination; 

My pulse flew like streams of sensation.

My heart celebrates with the stars,

As we float in, memory molded with scars.

My love for you is so true

Forever in the sea's eternal blue.



AZUL ETERNO


Amada mía, nuestros anhelos se revelan,

paso a paso, se acercan y titilan.

El mar refleja sombras, guía constante,

mientras caminamos por la orilla, altivos, radiantes.


El agua, azul como el lapislázuli,

una corona sobre las olas tan hermosas.

La mañana despierta los mares

mientras respiramos polen y palmeras.


Un poema de añoranza, perfumado con limón,

la voz del marinero canta su sueño sublime.

Barcas en el mar y arrullos,

puertos de fragancia, y cantos que seducen.


Las gargantas de las gaviotas llenas de melodías nuevas,

el viento sopla, perfume de granada tan cierta.

Lágrimas de gozo y coqueteo fragante,

viejas conchas, puertas que estallan abiertas.


Escribo poesía, fluye desde mi mente,

velas danzantes, entrelazadas y ardientes.

Mi noche enloqueció con la imaginación salvaje;

mi pulso voló como corrientes de pasaje.


Mi corazón celebra junto a las estrellas,

mientras flotamos en la memoria marcada por huellas.

Mi amor por ti es tan verdadero,

por siempre en el azul eterno del mar entero.


Traducción al español: Johanna Carvajal Arboleda



*Nasser Alshaikhahmed (Arabia Saudita) Es un poeta y escritor bilingüe de Arabia Saudita; escribe poesía y relatos breves en árabe e inglés. Estudió en la Universidad Estatal de Sonoma, en California, Estados Unidos. Aunque su campo de estudio está lejos de la literatura, su alma está profundamente inmersa en la poesía y la escritura. 

lunes, 8 de diciembre de 2025

"luminiscente" poemas de Sophia Jamali Soufi


luminiscente

 

No quiero creer en la noche

Tu distancia es fría y negra

Ninguna estación me sonríe ya

Las calles

Rostros

Ventanas me esperan

Tu imaginación es un templo ante el que me inclino

Todo mi ser se pierde en ti

No me dejes en la oscuridad

Estoy acurrucado en un rincón

Deseando una caricia

Un destello de esperanza, una estrella

No quiero creer en la noche …

 

La Campana

 

Con cada toque

Mil infiernos se encienden en mí

Tu danza silenciosa

No fue presencia

Ni elegía ni nada

Cada toque

Un grito en la noche

No alcancé cimas

Ni locuras ni caídas …

En este destino

Te tejo en fantasías sin fin

Como un pecado

Como esperanzas

Como la última muerte …

 

Familiar

 

Tus mejillas

Rojas y desnudas

Una locura de fuego

Que me atrae

Tus ojos

Dos pozos negros

Que me tragan cada noche

Estás distante

Tan distante

Que ni siquiera tus pasos alcanzan mi imaginación

Soy ese extraño

Y tú eres una brisa que pasa a mi lado

Sin sentir mis huellas

No me ves

Quizás

No quieres verme

Y esta es la verdad más amarga

Una bofetada a mis sueños

En tu mundo

Solo soy una sombra

Un transeúnte desconocido

Cuyo nombre

Ni siquiera permanecerá en tu memoria …



*Sophia Jamali Soufi (Rasht, Irán, 2001) es arquitecta, diseñadora de moda, poeta y escritora. Su producción literaria, centrada principalmente en la poesía escrita en lengua persa, ha trascendido fronteras gracias a traducciones al español, portugués, italiano, francés, inglés, alemán y turco. Sus poemas han sido publicados en reconocidas revistas literarias y plataformas digitales de distintos países, consolidando su presencia en el ámbito cultural internacional.

sábado, 6 de diciembre de 2025

Perspectiva y Presencia: Instancias de Voz, los poemas de Amílcar Osorio y Alberto Escobar Ángel

Te puedo hablar de tomarme una coca cola, del cigarrillo, de mis blue-jeans, y pareciera que estuviéramos viviendo la vida cotidiana, con actitudes desechables, en otro momento de tantos, más plano que cualquier pantalla. Pero de repente llega el lenguaje metafórico como una alucinación:

"No tengo un automóvil que brille mejor
que dos naranjas en el refrigerador
que ruede mejor que dos bolas de billar
sobre el cielo verde que habita cuatro patas”[1]

¿Y ahora dónde estamos? ¿Qué aire estamos respirando si la realidad se puede deslizar así?

"Viene el viento a visitarme
y viene en el viento, otra vez, un recuerdo.
Vuelve el viento-- rapsoda ebrio, aflato efímero--,
el viento que en otras partes ya ha cantado sus

    himnos de exterminio o ha sembrado de oro los eriales." [2]

Leí estas palabras por primera vez y me sentí escuchando un tango, cantado por algún amigo del alma, en uno de los bares de Medellín. Pero al sentir todo eso, me doy cuenta que es una sensación absoluta, o sea que lo que estoy viviendo al leer esto es una experiencia. Ese tango, ese amigo, ese bar y su ciudad, todos están contenidos, todos emanan desde esos versos. Lecturas como esa lo llevan a uno a anhelar momentos que nunca vivió. Lo cual es otra manera de decir que estamos hablando de cosas que, por lo menos para algunos lectores, son necesarias decir.

Dónde y cuándo estamos es algo que ocurre en un verso. Solo en esa zona nos escuchamos respirar.

"Allá hay algo
que quiere venir
hasta este sitio.
Aquí hay algo
que quiere ir allá
sin atravesar la galería,
y decir algo que aún se oye"[3]

El vacío. El otro lado de la moneda de lo que es estar. Ese vértigo que dura toda una vida en que la imaginación se esfuerza para habitar la probabilidad de no estar algún día.

"Los escaparates vacíos aquejan olvido.
Fue, tal vez, en muelles sin buque, o en cobertizos
sin tranvías, o en desolados hangares, o --en
fin-- en tortuosos caminos por los cuales se sube a la cima o se desciende a la pradera, donde
hubo de fundarse nuestro extravío."[4]

Al lado de ese sendero largo, de esa búsqueda quizás ilusa, siempre se percibe esa membrana entre estar y no estar, esa ventana que permite ver el mundo de magnífica certeza y desequilibro que es la vida a nuestro alrededor, tan improbable en sus contrastes y apuestas. Esa ventana es el otro o la otra, palpable pero transparente, a través del cual se puede evidenciar cualquier cosa.


"El acre sabor de su carne
incandescente
me ahoga hasta el fondo
nítido de un amanecer espléndido
que se derrama sin clemencia
sobre los despojados cuerpos"[5]

Poco a poco, eso se va volviendo la lucha real. Dado donde voy, ¿cómo lograr que la otra o el otro a mi lado no se vuelva también irreal, espanto de sombras con menos peso que un capricho? Y si eso empiece a ocurrir, ¿cómo detener la insustancialidad de subir desde mis caricias hasta consumirme entero?

"Sin saber tu nombre, ya te llamo
ave ciega que cruza el cielo de la noche,
meandro de miel en los torrentes de la sangre,
melodía meliflua de una sonata que aún no se toca.

Sin saberlo, los labios ya tu nombre musitan.
Sin tenerte, los brazos ya te abrazan.
Sin abrazarte, tu cuerpo es un cárdeno leño
adyacente al cárdeno leño que, en mi todo, arde."[6]

 
 
[1] Amílcar Osorio, Plegaria nuclear de un cocacolo
[2] Alberto Escobar Ángel, Las honras del lecho 1
[3] Amílcar Osorio, de Vana Stanza
[4] Alberto Escobar Ángel, Poema IV (1995)
[5] Amílcar Osorio, Revista Interregno 3
[6] Alberto Escobar Ángel, Poema (2004)




*George Mario Angel Quintero. Hijo de padres colombianos, George Mario Angel Quintero nace en 1964 en San Francisco, California. Estudia literatura en la Universidad de California y es becado en creación literaria en la Universidad de Stanford. Como George Angel, publica poemas y prosas en revistas literarias estadounidenses y canadienses; también publica los libros en inglés: Globo (1996), The Fifth Season (1996), On the Voice (2016) y A Sheaf of Feathers (2022). Desde 1995 reside en Medellín, Colombia, donde, como Mario Angel Quintero, publica los libros de poesía Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga (2014), Mapa de las palabras (2014), la materialidad (2020), Cardos (2020), los libros de dramaturgia Cómo morir en un solar ajeno (2009), La sabiduría de los limones (2013), y Calamidad Doméstica (2016),  y el libro de cuentos Siete Retablos (2022). Su obra ha sido traducida al macedonio, portugués, sueco, croata, búlgaro, francés, italiano, albanés y árabe. También se publicó en Italia un libro de sus poemas al italiano, Diventa l’albero (Samuele Editores, 2020), en Croacia un libro de sus poemas al croata, Moje svjetlo i druge pjesme (Druga priča, 2020), y en Líbano un libro de su novela al árabe, Aqrab (Dar Al-Rafidain, 2020).

viernes, 5 de diciembre de 2025

“Las cenizas de Aulion” relato de Francisco Araya Pizarro

 

La noche cayó sobre los cielos de Caelys Prime, la capital del Imperio Aulion; no era producto natural del tiempo, sino más bien producto natural del uso del fuego. La atmósfera se resquebrajó como un espejo al impacto de los proyectiles orbitales Vor’Ka. Las torres sagradas se desplomaron, los jardines de cristal se fundieron bajo el calor de la invasión y las calles se tiñeron con los ecos de una civilización que agonizaba. Kaelontor Valus corrió entre las columnas derruidas del palacio, con el rostro cubierto de hollín y la mirada sorprendida, aún sin comprender lo ocurrido. Todo había sucedido en cuestión de minutos: los escudos planetarios fallaron, los muros de la ciudad imperial fueron atravesados por criaturas biomecánicas y, uno a uno, sus hermanos, sus padres… su mundo, fueron reducidos a polvo. Solo una nave escapó de aquel infierno. Dañada, sin rumbo, cruzó los sistemas periféricos de la galaxia con un puñado de sobrevivientes. En su interior, Kaelontor se convirtió en algo más que un príncipe sin trono: se transformó en una sombra de esperanza. El exilio fue más cruel de lo que Kaelontor imaginó. Durante semanas, el grupo errante sorteó campos de asteroides, mercados negros, rutas dominadas por piratas que se alimentaban de los restos de imperios caídos como buitres comiendo un cadáver. Las provisiones escaseaban y la moral se deshacía como la pintura del emblema imperial en el casco de la nave oxidada.

—“El Imperio estaba muerto antes del ataque” —escupió Rykos, un pirata descendiente de noble linaje, mientras reparaba su rifle en la sala de mando—. “Solo que ustedes no lo quieren ver”.

—“Esa lengua insolente te costaría la cabeza en otros tiempos —gruñó el general Vaelis Drann, con el brazo envuelto en vendajes y el corazón aún encadenado a sus viejas lealtades.

—“¿Y qué tiempos eran esos, general?, ¿Los de corrupción, esclavitud y pactos secretos?”

Kaelontor, sentado en el centro de la sala, no dijo una palabra. Observaba los restos de su linaje grabados en la insignia imperial, ahora cubierta de polvo. La verdad de Rykos le dolía más que las heridas o el orgullo decaído. En medio de ese caos, fue Nyara Luthen quien descubrió algo extraordinario. En su laboratorio improvisado, revisando muestras genéticas de los aulionitas, encontró una anomalía. Un patrón imposible de origen natural.

—“No fuimos evolucionados. Fuimos diseñados” —explicó con voz temblorosa a Kaelontor—. “Nuestra especie... fue obra de los Ildrathi”.

—“¿Los mitos?” —dudó él.

—“No son mitos. Hay archivos ocultos en nuestra propia sangre. Códigos que activan capacidades que ni sabíamos que teníamos. Biotecnología pura”.

—“Entonces dejaremos de ser quienes éramos”.

Mientras tanto, los Vor’Ka no se detuvieron. Su líder, Zarnok, un titán acorazado de mirada impasible, ordenó la purga sistemática de todo lo que oliera a Aulion. Mundos aliados, colonias agrícolas, ciudades en el exilio: todos fueron arrasados. Kaelontor sabía que no podían seguir huyendo. El último enclave que les quedaba era la luna de Tareth, un planetoide helado y olvidado en los mapas al borde de las zonas no cartografiadas. Allí, entre glaciares y ruinas abandonadas, se refugió el grupo. No era hogar, pero era un lugar donde preparar lo inevitable. La Alta Sacerdotisa Seleneme, anciana y sabia, los esperaba allí. Había sobrevivido a la masacre y portaba los últimos textos sagrados, grabados en placas orgánicas que solo reaccionaban al tacto de un Valus.

—“El Imperio cayó porque olvidó su origen” —dijo mientras entregaba los textos a Kaelontor—. “Pero no todo está perdido...”.

La batalla final llegó como la tormenta que precede al fin del invierno. Zarnok desplegó sus naves sobre Tareth, convencido de que aquel sería el último soplo de resistencia.

Pero Kaelontor, ya no era el niño príncipe. Era un líder nuevo. Y tenía aliados.

Los códigos activados en sus cuerpos dieron a sus guerreros una capacidad impensada. Se movían como ráfagas, sanaban en combate, y sus armas, fusionadas con la antigua tecnología aulionita, cortaban los cascos enemigos como si fueran papel. Rykos y sus piratas, convencidos por la promesa de un nuevo orden, se unieron al combate desde órbita, interceptando las naves de refuerzo. Vaelis, aún cargando su armadura destrozada, dirigió las tropas de tierra con la precisión de un cirujano. Y Kaelontor, portando la espada viviente de los Valus, enfrentó a Zarnok cara a cara, en un duelo donde colisionaban no solo metales, sino futuros.

Kaelontor bramo—. “Ya no gobernaremos como antes. Pero tampoco viviremos de arrodillarnos”.

La hoja de Kaelontor atravesó el corazón de Zarnok con una descarga de energía que iluminó el campo de batalla. Cuando el cuerpo del líder Vor’Ka cayó, las tropas enemigas perdieron cohesión. El ejército se rompió como una ola contra la roca. Tareth estaba en ruinas. Muchos habían caído. Y la pregunta era inevitable: ¿qué hacer ahora?. El general Vaelis propuso reconstruir el Imperio.

Pero, esa noche, reunió a los suyos bajo el cielo helado.

—“El Imperio de Aulion ha muerto” —dijo—. “El poder que tuvimos nos cegó. Gobernamos con arrogancia,”. Se volvió hacia Nyara, hacia Seleneme, hacia los piratas y los soldados.

—“Hoy sembramos algo nuevo. Una alianza de libres. Donde el poder no se herede, sino se merezca. No señores, ni súbditos. Seremos algo distinto”.

Las palabras no fueron recibidas con aplausos. Fueron recibidas con silencio. Con asombro. Y luego con asentimientos lentos, pero verdaderos. Como semillas que echan raíz en tierra fértil.

Años después, los registros aún hablaban del Príncipe de las Cenizas. El último Valus. Algunos lo llamaron traidor, otros, salvador. Pero pocos podían negar que, desde las ruinas de Aulion, nació algo que jamás había existido en aquella galaxia. En lo más profundo de la nave que una vez escapó de Caelys, en su vieja consola cubierta de polvo estelar, aún parpadeaba una frase en idioma antiguo: "De las cenizas, nace el mañana".


*Francisco Araya Pizarro. Nacido en 1977 en Santiago de Chile, Artista Digital, Diseñador Gráfico Web, Asesor en Marketing Digital y Community Manager para empresas privadas y ONGs asesoras de las Naciones Unidas. Además de Escritor de Ciencia Ficción, donde en su blog comparte sus relatos cortos en:  www.tumblr.com/franciscoarayapizarro