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jueves, 21 de noviembre de 2024

"Beneficio" cuento de Jorge Etcheverry Arcaya

El beneficio estuvo muy concurrido, superando las expectativas más optimistas del Comité, cuyas dos organizaciones miembros y sus escasos afiliados lo habían organizado desde la nada con gran esfuerzo y casi sin recursos. Por lo menos había doscientas personas, y seguían llegando más. Habíamos llamado por teléfono a un restaurante amigo, y unas niñas llegaron a ayudar cuando terminaron su turno.

Casi toda la carne que habíamos comprado —porcina, vacuna, cordero, pollo e incluso algo de pato, pavo, conejo, rana, mariscos y pescado— venía del lote más fresco del frigorífico de un local que recibía remesas directamente desde las granjas y criaderos de los alrededores, de los puertos cercanos. Todo era fresco, salvo la insolvencia acumulada por las pérdidas cuantiosas del dueño, que estaba enviciado con el juego. De ahí la liquidación apresurada de las premisas y su contenido. Lo supimos por Vásquez, y eso nos permitió adquirir módicamente esas carnes y mariscos variados, así como parte de la verdura y los postres, todo a precio de huevo, pero de consumo forzoso a lo más en tres días.

A esas alturas ya casi no quedaba nada, aunque la Ximena me dijo que me había guardado carne asada porque sabe que soy muy carnívoro. Mientras tanto, yo hablaba al lado del baño del salón con Pancho, que me estaba pasando cien dólares porque había conseguido una subvención para este acto con la municipalidad mediante unos contactos que tenía. Había convencido al alcalde de que el beneficio era una oportunidad para el intercambio con las diversas partes locales de este mosaico multicultural canadiense. Pancho se había guardado otros cien, lo mismo que Vásquez, y los otros quinientos se habían convertido en parte de nuestro aporte como organización al beneficio.

El evento, que había comenzado a eso de la una de la tarde, ya se estaba estirando hacia las primeras horas de la noche. Y como digo, seguía llegando gente, mientras las torrejas de asado se hacían por fuerza más delgadas. La Xime había llamado a una panadería-pastelería de una señora latina amiga, que ahora estaba llegando con su hija y unas bolsas del pan sobrante del día. Ambas pasaron anónimas entre el grupo que acababa de llegar, imagínense, a esa hora. La Ximena salió a recibirlas y le puso algo en la mano a la señora, unos billetes quizás.

En eso pasa por detrás mío una niña morena, buenamoza y torneada, que me había estado mirando de lejos y que me roza, no sé si con intención, mientras Pancho saca cuentas en voz alta: unas trescientas personas que pagaron 10 dólares. Algunos habían protestado por el cobro en los medios sociales, pero yo, que soy de izquierda todavía, pero no huevón, les había dicho que leyeran la publicidad. Clarito decía que era un beneficio. Total, tres mil por concepto de entradas y unos veinte de consumo promedio por persona, más otros mil resultantes de la rifa. Estamos llegando a los diez mil, con unos dos mil de gastos a todo reventar. El trabajo es voluntario, los premios de la rifa son donaciones, la publicidad se hace gratis en los medios sociales y las radios comunitarias, y los curas nos cobran el mínimo por el local. Así que estamos con cuatro mil de ganancia por cada organización. Para empezar.

En eso la Xime llega y me dice que, como parece que no voy a comer ahí y no va a quedar nada, me pasa una bolsa de plástico llena de carne. No sé de qué tipo, o a lo mejor una mezcla, que coloco automáticamente en mi bolso. La niña esa que me había rozado ahora está sentada en una mesa y parece que me está mirando, mientras la Ximena me dice que llegó un cheque de una donación personal de un diputado liberal. Otra, del alcalde de la ciudad. Y una más grande, de un abogado latino que financia eventos para descontarlos en sus declaraciones de impuestos. Cuatro mil dólares. Ella con la boca abierta, y yo le digo que para él es un moco de pavo. Además, lo descuenta de los impuestos. Back in business, le digo. Otra vez al pie del cañón. Ahora nuestras organizaciones hermanas van a levantar cabeza como sendos fénixes culturales y patrimoniales con intereses encontrados a veces, pero bueno.

La Xime me dice que Sarah había llamado por tercera vez. Me acuerdo de que había quedado de juntarme con ella en el centro como a las siete a todo reventar, y ya deben ser como las ocho, ocho y media. Ella me había dicho que no le gustan las aglomeraciones y yo le había dicho que viniera, que iban a llegar cuatro gatos.

Entonces me tengo que ir. Salgo del local y camino, como en un cuarto de hora, las diez cuadras que nos separan del puente donde nos vamos a juntar. Vamos al lado francés de la ciudad. Hay que caminar un par de cuadras para cruzar el río. Hay que apurarse. Salgo de esa atmósfera en que se mezclan los acordes de la música, el murmullo de las conversaciones de toda esa gente, el aroma de las carnes asadas, el perfume y el sudor. A esa hora un pájaro sensual parece que baja del horizonte, y me hubiera quedado a lo mejor conversando con esa niña morena que estoy seguro de que me estaba mirando desde su mesa. Aunque yo podría ser su papá. A lo mejor casi su abuelo.

Pero ya me había comprometido con Sarah y me tenía que ir, a pesar de las tentaciones.

Cruzo el puente y decidimos con Sarah que vamos a ir a un restaurante francés. Lo hacemos más o menos al azar, ya que hay varios y bastante variados. Ella, como de costumbre, examina la fachada, el menú de cada restaurante: “No menu, no venue”, que en inglés quiere decir que si no hay menú afuera, visible, no entramos. Otra regla que seguimos es la de “no price, no nice”. Es decir, si no anuncian los precios, tampoco entramos. Debe ser re caro. Los dueños saben que a algunos de los clientes les da vergüenza salir una vez que están adentro, y se quedan. Situación que ambos, vergonzosos como somos, tratamos de evitar.

 

*Jorge Etcheverry Arcaya, nacido en Chile, vive en Ottawa, Canadá. Es profesor de filosofía, tiene una maestría en lengua y literatura hispánica y un doctorado en literatura comparada. Perteneció al Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas chilenas de fines de los 1960. Textos suyos de poesía, prosa y crítica han sido publicados en diversos países en revistas y libros  impresos y virtuales, en castellano y traducciones al inglés, francés, italiano y portugués. Sus últimos libros son Clorodiaxepóxido, poemas, Chile, 2017; Los herederos, novela de ciencia ficción, 2018; Canadografía, antología de prosa hispanocanadiense, Chile, 2017; Samarkanda, poemas, Canadá, 2019; Outsiders, narraciones en inglés, 2220. Recientemente aparece en las antologías Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena, Chile, 2018; Antología de la Revista Entre Paréntesis, de Chile, 2018; Antología de la poesía chilena de la última década, (Chile, 2018), Antología mundial de poesía; La papa, seguridad alimentaria, Bolivia, 2019; Anthologie de la poésie chilienne, 26 poètes d’aujourd’hui (France 2021). . Es colaborador y miembro del comité editorial de la revista Entreparéntesis, y Off the Record. Su último libro de poemas es Orejas y vanguardias (Chile, 2024).

miércoles, 20 de noviembre de 2024

"El agobio del hombre que no podía morir" cuento de Manuel Arboccó de los Heros


“Si nos regalaran la inmortalidad en la Tierra, ¿Quién querría aceptar este triste presente?”

Jean-Jacques Rousseau

 

Nació con una mutación genética rarísima. Era el único caso registrado en la historia. No podía morir, pues sus células, tejidos, huesos y todo lo demás se regeneraban mucho más rápidamente que en los demás. Luego de algún corte, lesión o herida, inmediatamente se producía la recuperación y volvía a estar bien.

Si bien no podía enfermar, ni morir, sí envejecía. En cuanto al paso del tiempo era uno más igual que todos, pero lo hacía muy pero muy lentamente. Tenía 142 años y estaba viejísimo, arrugado como una pasa y aburrido hasta la coronilla. Había hecho de todo y ya solo quería descansar, dormir en la eternidad, morir de una vez, pero no podía. En cierto momento de su vida visitó médicos, biólogos, genetistas, psicólogos, religiosos y hasta chamanes y brujos. Recibió variadas explicaciones de lo que le pasaba, todas igualmente válidas, todas igualmente insuficientes.

El asunto es que era un caso único en la historia de la biología humana. Lo visitaron de muchas clínicas y universidades prestigiosas del mundo, le hicieron cien pruebas y doscientos estudios a cambio de generosos pagos. Fue noticia por algún tiempo y apareció en reportajes, noticieros y revistas del corazón. Luego de algunos años todos, hasta los mismos científicos, se desinteresaron del caso. Todo lo que vive también muere, menos él.

En una época incluso adoptó una posición mística creyendo que tenía una misión especial en la Tierra, tarea encomendada por los dioses. Pero no, el asunto era increíble, falto de toda lógica, aunque brutalmente simple: no se deterioraba al punto de enfermar y consecuentemente morir como todos. Se sanaba instantáneamente de cualquier lesión, accidente o infección. De joven, esta condición le pareció fascinante y llena de suerte y posibilidades. Bendijo al cielo y gozaba como loco de todos los placeres y oportunidades que esta invulnerabilidad le brindaba. Pero al pasar las décadas, este agradecimiento se convirtió en reclamo. Estaba harto, cansado y aburrido.

Desesperado y a poco de haber cumplido sus primeros cien años intentó, años atrás, suicidarse. Se arrojó del piso 18 de un moderno edificio de departamentos al que logró colarse cuando el portero se descuidó y si bien se rompió todo el cuerpo, a los pocos segundos se recuperó de la salvaje caída y sentado en medio de la pista lloraba amargamente su desgracia. Maldijo el cielo aquella vez.

Pero poco antes de cumplir los 192 años, lo visitó en su sueño un duende; -ya lo había visitado cuando José era un pequeño bebé- y le dijo al oído algo que, siempre dentro del mismo sueño, lo dejó impactado y seguidamente llenó de paz.

A la mañana siguiente, el viejo José, amanecía –de forma también inexplicable- muerto. Y esta vez para siempre.

Nunca se había visto un cadáver con una sonrisa como la suya.


*Manuel Arboccó de los Heros. Psicólogo y escritor. Magister en Psicología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.  Se dedica a la psicoterapia de orientación humanista y existencial asó como a la docencia universitaria en la ciudad de Lima. Fue articulista del Diario Oficial El Peruano desde el año 2014 hasta el año 2020. Difunde información psicológica desde su blog Nos sobran las palabras. También es autor de más de treinta artículos científicos de Psicología y Humanidades en revistas de la especialidad, disponibles en la web. Ha publicado el libro Tiempos inciertos: aproximaciones a la sociedad posmoderna (2020), La Comarca y otros relatos (2022) y Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia (2023).

martes, 19 de noviembre de 2024

"El mapa de los anhelos" poemas de Eugenia Páez


El mapa de los anhelos


Vibra un color vibra el tiempo
ecos de un noble registro.
Una antigua mudez hoy hay burlado
un muchacho que puso arte
a la “Dama de Cemento”,
rito de jazmines
recuerdos sin postigos,
las vías y un río
acunando capullos.
Un joven abraza
al mundo con su lente
capturando emociones,
un visor que congela
cien imágenes
porque sabe que otros
necesitan de sus ojos
y así
conservar la historia
en mil memorias.
Te nombraste poeta de la imagen
senderos de marrón
a verdes invaluables
como rubí,
mirar tantos recuerdos y decir
es imposible caminar sin ellos.



Anestesia


Resista.
Esquive la anestesia.
Urge no dejar el grito agazapado, ni pretender elevar la lista
de quiénes son los que nos necesitan, si nosotros también
formamos parte de los necesitados.
Exista.
Exista en cada uno de sus días, encuentre en la mirada del
otro esa ciudad habitable.
Renuncie a pensar
que solo el pan alimenta. Déjese abrazar y regale su abrazo,
mascullar hace mal al alma
y a los dientes.
Contagie,
hable de una nueva pandemia para cambiar
el corazón de los hombres, sea parte de esa justicia.
Esquive la anestesia,
porque ante las altas temperaturas, anda suelto el frío.
Sume manos,
no silencie el hacha, escribamos la vida, sintamos la alegría
de habernos erguido
en fe, esperanza y amor.
Somos gota ante la sequía,
huella del tren que pasó.
Tálamo nupcial como deseo natural,
pulsión de vida que atraviesa
la condición humana
y embiste para quebrarla y quebrarse
esquivando la anestesia, en una solidaridad tangible
y verozmente fulminante.


Ojos ciegos


Bautizar tus ojos ciegos brisa de un arrullo
del corazón para escucharte
otra vez enamorado.
Destierro y despojo algarabía por vivir.
¿Quién vigila los espejos? Sácate las vendas
Y mírame porque llevo un poema feliz.
Encender y redoblarse sintiendo el hambre de pinceles y
miradas.
Un aura
en la palabra pública.
Una caja negra un lente mágico muestra tangible del existir,
engullir la belleza
y sentir que se nos atora en la garganta,
mirarte, mirarnos,
porque donde no hay poesía hace frío.



Boquita cerrada


Yo me pinto la cara de verde esperanza y de blanco calma.
Hay en la calle un rosario
un ciego calvario de bocas cerradas.
Noticias macabras silencios y espadas.
La vida congela tira toda esperanza
tiene un abuelo en la nuca marcados los miedos dando a su
nieto oscuros consejos porque el rey pide y va por más
quien parece hoy dictaminar a la pobreza
que la justicia no llegará.
No se dejen estafar la vida es poca
juzguen ustedes mismos no esquiven la mirada
a nuestros hermanos
por más que sean distintos, de que sirve la libertad
si no es nada cómodo
solo quien vive en la abundancia puede sostener su credo
en este mundo cielo e infierno juegan su partida unos por
prevalecer otros a no callar
a la cultura,
sigan, sigan igual
aunque escuchen
quédate con tu boquita cerrada. Seguí, sigamos,
porque nos merecemos para todos
un mundo igual y en justicia.



*Eugenia Páez nació en la ciudad de Córdoba, Argentina, y actualmente reside en Frías, Santiago del Estero. Es autora de seis libros, entre ellos: Entre peperina y letras, Pa' el mal de amores, Calles versas y diversas, Aguas Calmas y ¿Habrá suficientes manzanas para todas?. Su obra más reciente es Mándame un color. Varias de sus publicaciones han sido declaradas de interés legislativo, cultural, educativo y social, destacando la relevancia de su trabajo en diferentes ámbitos. Además, sus escritos forman parte de numerosas antologías a nivel provincial, nacional e internacional. Eugenia Páez es miembro activo de los grupos literarios "Sentir en Palabras" (Bell Ville, Córdoba) y "Arte y Poesía sin Fronteras" (Ecuador), lo que refleja su compromiso con la difusión de la poesía y el arte más allá de fronteras geográficas.

lunes, 18 de noviembre de 2024

"Sobre Cosmogonías" ensayo de Jober Rocha


Cuando los seres humanos fueron colocados en ese planeta, la mayoría no sabía cuál era el motivo de ese hecho. Algunos tenían la vaga idea de que las autoridades del universo iniciarían diversas obras de reconstrucción y remodelación, con el objetivo de transformar todo este hermoso entorno en un lugar habitable y desarrollado, un verdadero paraíso.

Para ello parece que estuvieran separando a los malos individuos de los demás, de aquellos otros seres bondadosos que contribuirían con sus inteligencias y sus trabajos a la construcción de ese futuro paraíso sin fin que todos querían y que sólo unos pocos obstaculizaban, impidieron y conspiraron contra, quedando estos pocos, en ese acto, convenientemente separados de los demás por esta misma razón.
Estos seres humanos fueron entonces separados de los demás y aislados en un planeta inhóspito, para que pudieran valerse por sí mismos como pudieran.

Los que llegaron primero, todavía, tenían esa vaga noción que mencioné aquí sobre lo que las autoridades pretendían para el Inmenso Universo. Los que vinieron poco después no sabían nada de esto. Un ‘Velo de Maya’ había cubierto sus ojos y los ‘Ojos de Horus’ aún no habían aparecido.
Así pasaron milenios; de la misma manera que pasan los segundos. Algunas estrellas en el cielo consumieron sus fuegos y se apagaron por completo, los Agujeros Negros se tragaron estas estrellas extinguidas y vomitaron estrellas nuevas, brillando con energía. Los vientos cósmicos arrasaron todo el universo, las lluvias de meteoritos chocaron entre sí en las calles de un Universo sin rincones. El polvo cósmico se perdió en los confines del infinito.

Así, desde entonces, en ese planeta donde los elementos malignos habían estado confinados desde el principio de los tiempos, las cosas han cambiado poco. Las sociedades se habían consolidado como países después de innumerables guerras en las que murieron millones de personas. Algunos de estos países eran ricos; pero la mayoría se mantuvo deliberadamente pobre en una servidumbre consentida de sus poblaciones. Había, de hecho, algunos pequeños lugares agradables donde las élites de los malos elementos disfrutaban del ocio y de sus vidas buenas malas, pero, en general, ese pequeño planeta era lo peor posible en el universo infinito.

Millones de años después, en muchos lugares las alcantarillas todavía corrían al aire libre; el combustible seguía siendo fósil; los políticos y otras autoridades seguían robando dinero público; las firmas todavía eran reconocidas por un notario; la burocracia lo hacía todo difícil; el camión de la basura sólo pasaba los jueves; el agua sólo llegaba a las casas los lunes; había colas en las bancas y muchos morían de hambre.

En el resto del Universo, donde vivieron los verdaderos constructores de esta magnífica obra que lo compone, y que el Creador de todo separó desde el principio de los malos elementos, la tecnología creció exponencialmente. El transporte se hacía mediante magnetismo, sin costo y sin consumo ambiental, no había más hambre ni necesidad, nadie robaba lo que era de todos, la gente era feliz y no usaba la violencia para resolver los pocos conflictos existentes. Finalmente habían logrado construir el ansiado paraíso. Incluso mantuvieron contactos personales con el propio Creador, habiendo abandonado a los intermediarios que cobraban por prestar este servicio.
Sin embargo, temerosos de perder todo lo que habían construido con tanta dificultad, se mantuvieron alejados del planeta donde vivían los malos elementos. Si, alguna vez, pasaban por aquí durante uno que otro viaje espacial, era con la intención de vaciar los baños de sus naves y tirar la basura acumulada en los cubos de basura.

Los malos posteriores, descendientes de los primeros malos que habían aterrizado aquí en el principio de los tiempos, tras inventar su propia escritura comenzaron a construir una cosmogonía para, supuestamente, explicar todo lo que no sabían sobre sus oscuros orígenes.
Dijeron que habían sido creados por un Dios con el que habían hecho un 'pacto de alianza'; que este Dios había 'creado todo el Universo para ellos' y que habían sido 'hechos a imagen y semejanza de este mismo Creador'.
Los vegetales, los minerales y los animales, afirmaban ellos, habían sido creados por este mismo Dios "para ser administrados y consumidos según sus propios intereses". Por ello, 'podrían consumirlos sin miedo a agotarlos ni a contaminarlos'. Además, Dios les dijo algo que parece una verdadera contradicción, para aquellos que ya leyeron lo que he descrito hasta aquí: - “Sólo a través de mí llegaréis al paraíso (El Reino de Dios)”.

Ahora, como fue Él mismo quien los alejó del paraíso que pretendía construir en su Universo, ubicándolos en este pequeño planeta que orbita alrededor de una estrella de quinta categoría entre los soles, quizás quiso decir con esto que nunca llegaremos al paraíso, porque Él nunca nos permitirá...
Por otra parte, si creemos en esta Cosmogonía de los Seres Humanos, el creador también tendría violado la Ley de la Lógica, ley creada por Él mismo y que necesariamente sigue a la Matemática de los Conjuntos, al revelarles, como dicen, que Él había creado el Universo de la nada, del vacío. 

En matemáticas, más concretamente en teoría de conjuntos, el conjunto vacío es el único conjunto que no tiene elementos. Su tamaño o cardinalidad se dice que es cero. El Conjunto Vacío es siempre el mismo, el que no tiene ningún elemento; no importa de qué estemos hablando.

El Conjunto del Universo, a su vez, es relativo cuando nos referimos a cualquier cosa; por tanto, todo conjunto que no está vacío tiene su Conjunto de Universo particular; es decir, de cosas iguales o similares a lo que a él mismo concierne.

Sin embargo, cuando establecemos un conjunto único y excepcional como aquel conjunto formado por todas las cosas existentes en el Universo, físicas, espirituales, emocionales, trascendentales, etéreas, adimensionales, etc., aunque este conjunto tenga en su interior el conjunto vacío, no sería posible sacarlo del conjunto vacío, ya que no está presente en este.

La historia de que el Universo estaba hecho de Caos, por tanto, viola la Ley de la Lógica establecida por el Creador de todas las cosas, incluidas las propias leyes.

Hay, además, otras Cosmogonías difundidas como verdaderas, en otros lugares de nuestra 'Tierra del Mal', por religiosos, filósofos y científicos; pero, creo que habiendo comentado esto he abordado el principal...

*Jober Rocha, economista, M.S. Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, España. Escritor con algunos premios recibidos en concursos literarios en Brasil y en el extranjero.

jueves, 14 de noviembre de 2024

"Los Churripianos" microrrelatos de Franklin Aristizabal Yustes

 

LOS CHURRIPIANOS.

Sus antenas me indicaban que el avión estaría por acercarse en muy poco tiempo; sus colitas que algo duro estaba por llegar. Fue entonces cuando agarré mis corotos, mis perros y le dije a mi familia que debíamos salir de allí, porque de lo contrario nos podrían hacer daño. Cada vez los Churripianos me explicaban que el caminar rápido nos salvaría de una tragedia.  

Y sí, fue cuando los silbidos de bombas reventaron los tímpanos de mis oídos mientras a lo lejos mis vecinos caían, mal heridos y otros inclusive muertos. Los Churripianos en medio de su angustia nos dirigieron al camino correcto para estar a salvos.

-        Lo que no contaron de la ciudad, es que sería peor que la guerra en el campo.-    

 

EL CHOFER QUE NO COBRA EL PASAJE

Me subí al bus y vi personas de todos los tamaños, colores de piel y edades. Unos con caras tiernas, tristes e incluso malvadas. La música sonaba, algunas del siglo XX y otras de este tiempo. Niños de brazos solos, abuelos con bastones, hombres y mujeres vestidos de blancos y otros no tan claros.

El camino tenía varias facciones, pues en ocasiones era tenebroso, algunos allí se bajaban; otros se quedaban en parques con flores preciosas compuestas como colgantes babilónicos. Al finalizar la ruta le dije al chofer:

-          ¡señor ¡¿dónde me dejará?

-          Tranquilo joven, aun no es tu fecha; pronto despertarás del coma.

-            

EL MONTE DE HIELO. 

Mientras corría por salvar su vida le dije:

-          ¡Ten cuidado, que las bombas en cualquier momento nos pueden caer ¡

Al avanzar un golpe me dejó inconsciente sin poder continuar mi camino. Creí que había muerto y que tal vez mi alma andaba en pena, pero al tomarme la cabeza me fijé que aún estaba de carne y hueso; también me quedé recordando atónito en aquel monte donde un bloque de hielo, al caer sobre mi cabeza, fue lo que me salvó claramente de la muerte.

Mi compañero, por el contrario, no dio con la misma suerte de caerle un bloque de hielo sobre su cabeza, diverso a esto, fue un misil quien desapareció por completo su ser.

 

*Franklin Aristizabal Yustes, Nacido en Florencia Caquetá, Colombia el 21 de enero de 1994. Profesional en Ciencias Sociales, egresado de la Universidad de la Amazonia. Ha sido partícipe de varias antologías entre poesía, cuento infantil y Microrrelatos; destacándose en Editoriales colombianas, tales como Komala Ediciones y Mi máquina de Escribir; Revistas digitales, Escritores Rebeldes y Aventuras de Papel, esta última de la República Argentina (obteniendo reconocimiento por su Relato LA LLORONA AQUÍ NO LLORA; PUES NO HAY NIÑOS QUE LLORAR).

 

miércoles, 13 de noviembre de 2024

"Lo que queda" poemas de Mariana Miranda



¿A dónde?

Royendo retruécanos de ánimas vivas
las ánimas de los que ya murieron
se preguntan
¿A dónde va tanto dolor?
¿A las lúgubres sombras que cobijan los calabozos?
¿A las almas supliciadas de los prisioneros?
¿A los extraviados niños huérfanos que la guerra deja tras de sí?
¿Al fondo del abismo de la pena?
¿Al útero negro de las ciénagas?
¿En dónde queda tanto dolor acumulado?
¿Clamando piedad en los muros de los psiquiátricos?
¿Gritando la revancha en duelos apasionados?
¿Mordiendo-de-rabia-todo-lo-que-pueda?
¿A dónde va tanto dolor?
Si siempre
entre las sombras
hay algo de luz.


Hecho

Rabias de cuerpos desmembrados
viajando hacia el horizonte
de la nada.
 
Quiebran inocencias
las lágrimas
diseminadas sobre las tumbas
de los canallas.
 
Espirales de ira
siembran las guerras
retornando siempre
 
una vez más,
hacia los pies
de los mendigos,
 
Y el sol
quiebra,
otra vez,
 
todos los paisajes
sembrando luz…


Lo que queda

Quedan pocas cosas
volando
sobre el mar
 
caracolas vacías,
aguas lentas,
rayos de sol extraviados.
 
Quedan pocas cosas
volando
sobre el mar.
 
Algunas estrellas
entretenidas
en guiar viajeros
 
sin dejar huellas
en ninguna parte.


XX

Manos de hadas
acariciando nubes
hacen milagros.
Bajo las araucarias
vuelan las mariposas.


XXII

Rogando piedad
vienen los condenados.
Arrastrándose
hacia el gris verdugo
que los suplicia.     

 
XXIV

Tu risa azul
entre tantos pájaros
despierta la luz
del silencio
dormido entre las hojas.


XXVI

La Piedad llora
las lágrimas de sangre
de María Virgen
mientras el mármol blanco
grita la injusticia.


*Mariana Miranda (Rosario, Argentina) es poeta y narradora, además de psicóloga y traductora de francés. Colabora con diversos medios culturales y periodísticos. Ha obtenido premios locales, nacionales e internacionales (Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Ana María Matute, entre otros). Coordina talleres de escritura literaria. Fue publicada en Méjico, Colombia, Cuba, Francia, España, Chile y Argentina. Forma parte de La Palabra Colectiva y el Café Literario Inés Ollero.