Desde hace un año, mi asesino me ha torturado, según piensa él, recordándome los días que me quedan de “vida”. Cada mañana se asoma por el agujero del techo, observa mi decadencia, la inmundicia en la que habito, se carcajea, después inhala el asqueroso hedor que emana de este sitio el cual ya no puedo siquiera distinguir, después grita: 100, 87, 34, 22, 10, 7 días te quedan, ¡disfrútalos!.
Desde hace una semana, cuando dijo siete días, yo estaba más que preparada, supe esconder mi felicidad. Todos los días he arañado la pared con un pedazo de piedra que cayó desde el techo y día tras día está especificado en la mugrosa pared. Ninguno de mis torturadores sabe de mis planes, ellos ni siquiera pueden imaginar que en realidad, no será mi muerte lo que presenciaran sino mi renacimiento. Desde que me trajeron aquí hace 25 años no he hecho más que soñar.
Los primeros años, utilizaron mi cuerpo, lo comerciaron una y otra vez, recibí golpes, tengo fracturado el tobillo derecho, las cicatrices adornan mi piel. Ellos se encargaron de mostrarme la peor cara de la humanidad, destruyeron cada pedazo de inocencia en mí. Aun con todo eso jamás deje de soñar, inclusive despierta. Ellos solo pudieron tener mi cuerpo, pero mi esencia, mi alma siempre ha estado en otra parte, en casa de Marintia mi abuela, ahí Susana estudia un doctorado en historia del arte. Allá soy Feliz, tengo una novia a la que amo y con quien pienso irme a vivir próximamente. Ellos no saben nada de eso, imposible que puedan conocer lo que es el amor o los sueños, nunca han soñado, si acaso tienen pesadillas.
Hoy por la tarde me darán un disparo porque mi cuerpo ya no les sirve.
El Mochuelo me verá de frente, ambos sentimos la misma repugnancia por el otro. Su rostro afectado por las asquerosas llagas será lo último que vea de esta realidad. Colocará la pistola en mi frente para que yo le suplique que no lo haga, solo lo veré a los ojos. Después pondrá el arma bajo mi barbilla, instantes después detonara la pistola y sé que probare mi sangre, como tantas otras veces; mis pocos dientes volaran en diferentes direcciones y la cabeza (mi mundo) se apagará para desvanecer esta existencia. Despertaré en casa de mi abuela, sé que sonreirá como todo los días, me dirá lo bella que soy, que cada día me parezco más a mi difunta madre, sé que será así, porque cada que cierro los ojos la veo, observo sus manos, toco su cabello cano, pruebo su comida, la abrazo y la quiero.
*Melina Solis (1995). Nació en Veracruz, actualmente radica y estudia la licenciatura en Historia en Morelia, Michoacán. La pandemia ha ocasionado en ella las ganas de escribir, la búsqueda por comprender el mundo y la existencia en sus diferentes maneras.
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