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martes, 16 de febrero de 2021

"El amor en tiempos de soledad" ensayo de Dany Dharma


La palabra amor es una de las más utilizadas de nuestro tiempo y, a la vez, una de las menos comprendidas, ya que al ser un término abstracto es difícil establecer una definición precisa. A nivel etimológico proviene del latín amor, amōris. Se emparenta, de este modo, con el verbo latino amāre, del que deriva nuestro verbo amar. Así pues, este vocablo desde su origen se relaciona con un conjunto de conceptos y significados asociados a la idea de afecto, cariño, apego o querencia, tanto desde un punto de vista amoroso, como de pareja, de amistad o de familia.

También se puede definir al amor como una predisposición, la cual se caracteriza por el deseo de una persona de querer vincularse con otra para sentirse conectada física y emocionalmente. O bien, como un afecto que surge espontáneamente seguido de una sensación placentera que se asocia comúnmente a una relación de pareja.

No obstante, estos conceptos son bastante generales, y no llegan a involucrar las cientos de definiciones que existen hoy en día; de esta forma, tanto la psicología, la filosofía y la religión tienen su propio concepto sobre esta emoción humana. Sin embargo, el amor tiene algo en común en todas las civilizaciones: es una energía que nos mueve constantemente hacia la felicidad.

El amor es algo intangible que aprendemos a través de la cultura; es algo que nos sucede a todos alguna o muchas veces en la vida. Socialmente aprendemos qué formas de relación son aceptadas, qué formas de amar están mal vistas; aprendemos a formar parejas e imitamos los modelos amorosos que nos venden los medios de comunicación.

Esta energía la podemos dirigir hacia otras personas, hacia nuestras mascotas o hacia proyectos que nos satisfacen, pero la realidad es que todo nace en uno mismo y es que el amor debería comenzar en este punto. Amarse a uno mismo no es ningún indicio de egolatría, ni tampoco excluye a los demás; al contrario, ambos polos están íntimamente ligados. Amarse a uno mismo es darse la oportunidad de compartir afecto, bienestar y pasión con otros. Y si no tenemos con quien compartir, seguimos de todos modos siendo felices con nosotros mismos, pues sabemos que el amor a uno mismo no depende de nadie más.

Para empezar a apreciarnos, hay que elegir estar solos sin sentirnos solos y en ese estado atrevernos a ser quienes somos, a perder el miedo a perder, a hacernos responsables de lo que pensamos, decimos y hacemos. Al querernos a nosotros mismos ya no buscamos más, ni tampoco esperamos que los demás nos den el amor que en realidad ya llevamos dentro.

Muchas personas que viven casadas o en unión libre cada día parecen ser más desafortunadas, al crear lazos de codependencia que inevitablemente los conducen a la insatisfacción, por toda la problemática que implica ponerse de acuerdo en cuestiones económicas y familiares. Pero también están las personas que han reconocido la importancia de amarse así mismas al vivir solas; aquí no hablamos de egocentrismo, hablamos de una elección que no duele, de una conducta de sentirse a gusto consigo mismo o de un estado que se puede utilizar para la reflexión.

Para empezar a comprender a este último grupo de personas, primero hay que verle la cara positiva a la soledad, y no asociarla con estados de tristeza, desaliento o depresión. El escritor italiano Carlos Dossi dijo: “¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos”. Y es que, indiscutiblemente, la soledad es la mejor vía para acercarnos a nosotros mismos. Únicamente cuando estamos solos, con la compañía de nuestros pensamientos, somos capaces de conocernos y de saber apreciarnos.

La soledad se siente, nadie la ve, solo se experimenta en el interior, es un campo fértil para sembrarlo con semillas de amor propio, que a menudo se le olvida a la mayoría de las personas por estar dedicadas a los demás, en búsqueda de aceptación, de ser elegidos por alguien; por demostrarle al mundo que valen para sobrevivir en una sociedad caótica donde la soledad se ha confundido con la desolación, caracterizada por una desagradable sensación de incomodidad y aislamiento, donde se siente que algo falta.

La soledad es una condición humana completamente normal. La gente que prefiere estar sola tiene estas cinco peculiaridades en su personalidad:

 

·         Respetan los límites de las otras personas y esperan el mismo respeto a cambio.

·         Tienen una mente abierta, siempre buscan actividades nuevas y aventuras.

·         Tienen un pequeño círculo de amigos, son muy selectivos con la gente a la que se acercan.

·         En las adversidades no entran en pánico. La autoreflexión les ha preparado para situaciones como esta.

·         No necesitan atención, pero una vez que encuentran a quienes consideran amigos, se convierten en los más leales compañeros.

 

Amarse a sí mismo es, ante todo, aceptación incondicional y completa de todos nuestros aspectos; es un medio para disfrutar de la tranquilidad, una oportunidad para renovarnos. El amor en tiempos de soledad es estar con uno mismo, es reflexionar sobre nuestras percepciones, sensaciones, inquietudes y pensamientos; algo para lo cual debemos darnos tiempo; algo que habitualmente se llama introspección.


*Daniel León Islas (Dany Dharma) nació en México, D.F. Es instructor de meditación, coach de vida y escritor. Contador público y auditor, egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Su inquietud y curiosidad lo llevaron a incursionar en la literatura en el año 2015, participando en diversos talleres de estilo y género, cuento, poesía, ensayo y escritura lúdica. Su primer cuento, titulado “El observador”, apareció publicado en diciembre 2016 en el libro Cuentos de la 5 Oriente – Nuevos cuentistas poblanos (Editorial El billar de Lucrecia). Sus poemas “Claroscuro saber” y “Me encontrarás”, aparecieron publicados en diciembre 2020, en la Primera antología internacional de poesía Sabersinfin (Editorial Sabersinfin). Actualmente radica en la ciudad de Puebla, México. Su cita favorita: “Escribir es una forma de ser, de estar y de compartir”.

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