El cumpleaños de aquel profesor de Filosofía sería en el próximo lunes y los pocos discípulos y amigos que tenia, pretendían hacer una fiesta sorpresa en su honor. El cumpleaños sería muy simple: algunos bocadillos, unas botellas de vodka, cervezas y un pastel con dos pequeñas velas, una con el número seis y la otra con el número cero, para sus sesenta años, de los cuales al menos durante cuarenta él enseñaba y estudiaba Filosofía. Numerosos periódicos habían publicado sus artículos filosóficos y él había sido el director de una grande cantidad de tesis doctorales en aquella Universidad. Consideraba la actual clase de la Facultad de Filosofía, una de las más mediocres que ya había tenido en su cátedra.
En el sábado, uno de los amigos y discípulos tuvo la idea de sugerir a los otros hacer una cuota para darle un regalo. Todos estuvieron de acuerdo; pero el problema surgió en el momento de su elección. Una amiga sugirió que le diesen una camisa, pero otros señalaron que el solo tenia una y que no se la quitaba ni para ducharse. Alguien dijo para comprar un libro, pero todos estuvieron de acuerdo que él ya había leído todo, o casi todo, y que sería muy difícil darle un libro que aún no hubiese leído.
Alguien sugirió que lo llevaran a un almuerzo en un lugar cercano, pero todos reconocieran que no salía de casa y tampoco le gustaba tomar sol. Un amigo sugirió que le comprasen una nueva silla, donde podría meditar todo el día, ya que estaba siempre sentado en una vieja silla que había en su sala de estar. Esta idea, aunque mejor aceptada por los demás, huía al presupuesto de ellos.
Una mascota, alguien sugiere, que le haría compañía durante los días y las noches en que vivía solo. Sin embargo, otro señaló que él era alérgico al pelo de los animales. Todo lo que se pensaba, y era sugerido, tenia, siempre, un inconveniente. No fue por gusto que él tenía pocos amigos, todos ellos sus discípulos y aprendices de filósofos.
Después de horas hablando de lo que le ofrecerían, alguien salió con la siguiente propuesta: - ¿Por qué no elaboramos, cada uno de nosotros, algunos pensamientos filosóficos de nuestra propia creación y los ponemos en una placa de metal o de madera? Seguramente sería algo de su gusto, además de ser un regalo hecho por sus propios amigos y discípulos!
Aprobada la propuesta cada uno por su lado pensaría en lo que iba a escribir, con la promesa de reunirse, más tarde, para discutir lo que cada uno de ellos había escrito.
Domingo, por la noche, se reunieron en la casa de uno de ellos, para seleccionar qué pensamientos filosóficos serían parte del pequeño homenaje que pensaban hacer a su viejo amigo y maestro. Después de mucho consumo de cerveza y vodka, y después de muchos cigarrillos quemados, llegaron, finalmente, a una conclusión acerca de los pensamientos que llevaría la pequeña placa enmarcada y que harían ejecutar, de inmediato, el lunes por la mañana.
Al día siguiente, lunes por la noche, los amigos se reunieron en la planta baja del edificio de apartamentos donde él vivía, con las bebidas, bocadillos, pastel y regalo. Subieron juntos en el ascensor y tocaron el timbre de la puerta del apartamento.
Él tardó en contestar porque no esperaba nadie en ese día y en esa hora, además de estar vestido de piyama. Después de cambiarse de ropa, llegó a la puerta y se enfrentó a los estudiantes, animados y llenos de paquetes.
Después de ser abrazado por todos los visitantes, la mesa del pequeño apartamento fue preparada con los bocadillos y bebidas para todos los presentes.
Después de cantar feliz cumpleaños (y él haber cortado el pastel), le ofrecieron un paquete con la tarjeta que habían hecho en su honor y que contenía los pensamientos filosóficos de sus sinceros amigos. Uno de ellos pronunció un discurso con palabras de saludo.
Emocionados, lo observaron en cuanto se ponía sus gafas para leer los pensamientos filosóficos contenidos en la tarjeta que le ofrecían. Poco después de enfocar sus ojos en ella, el maestro pudo leer lo siguiente:
Querido maestro y amigo,
Estos pensamientos filosóficos, a continuación, fueron escritos por sus discípulos y esta placa es un regalo de sus amigos y admiradores, en reconocimiento a su gran sabiduría filosófica:
• Ser o no ser no es la cuestión; la cuestión es cuando empiezan a sospechar que tu eres! (Philip J. R.);
• Si el hombre es sólo una caña pensante, su esposa pronto pasará a vivir en la casa de su amante! (Mariza L. A.);
• Conócete a ti mismo; porque en el barrio ya te conocen y hablan mal de ti por las espaldas! (Carol O. P.);
• Elige un trabajo que te gusta y no trabajarás un día en la vida; elige a una mujer que te gusta y trabajarás todos los días! (Roberto M. S.);
• Pienso, luego... se me olvidó lo que yo pensaba! (Laura R. T.);
• La dialéctica trascendental se perderá, para siempre, entre antinomias y paralogismos, a menos que la teología racional supere la tradición epistemológica! (Washington O.F.);
• La duda es el principio de la sabiduría; pero, la verdadera sabiduría está en no tener dudas! (Marcio G.T.).
Cuando él terminó de leer los dichos de la tarjeta, todo el mundo se dio cuenta de sus ojos llenos de lágrimas.
Entonces, lo vieron dejar a un lado el regalo recibido y moverse hacia la puerta de salida, con la cabeza hacia abajo. Observaron cuando, al llegar allí, abrió la puerta y salió, cerrando la misma tras de sí.
Algún tiempo después, sus amigos y discípulos, ya completamente borrachos, al ver que él no regresaba, trataron de abrir la puerta y encontraran que estaba cerrada con llave, desde el exterior. Tuvieron que llamar a los bomberos para liberarlos ya borrachos, de aquel pequeño apartamento apretado y lleno de humo.
El profesor no regresó más a su apartamento después de esa noche, ni a sus clases en la universidad. Sus discípulos y amigos jamás lo encontraron por las calles del barrio y nunca más han oído hablar de él...
*Jober Rocha, economista, M.S e Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, Espanha. Escritor con algunos premios recibidos en concursos literarios en Brasil y en el extranjero.
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