Hoy, más que nunca, el miedo está presente en toda la humanidad. Pareciera ser que es algo nuevo y que surgió de repente con un virus, pero no es así. El miedo es tan antiguo como el hombre mismo, nace con él; es una reacción que ha permitido su supervivencia. Imagina por un momento al hombre de las cavernas sin miedo, mirando a las bestias salvajes ir hacia su cueva y, sentado tranquilamente, les muestra los dientes. Seguramente yo no estaría escribiendo este artículo ni tú leyéndolo.
Desde el punto de vista biológico, el miedo es un mecanismo de preservación y defensa, surgido para permitir al individuo responder con rapidez y eficacia ante situaciones desconocidas. Desde el punto de vista psicológico es un estado mental que provoca angustia y ansiedad, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio ambiente. Pero aun la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
Ahora que ha brotado el coronavirus (COVID19), han surgido varias interpretaciones por la ignorancia colectiva, complementadas con lo que llamo la cultura del opinionismo (sin argumentos) y la desinformación de gran parte de los medios de comunicación. Es una tríada maquiavélica: Ignorancia más opinión más desinformación igual a una verdad a medias. Esta tríada permea nuestra mente de confusión e histeria.
Las epidemias y pandemias han existido durante toda la historia de la humanidad. Han enfermado y muerto millones de personas por esta causa. Basta citar tres: la peste negra o bubónica que asoló a todo el continente europeo a partir de 1346, la viruela introducida por los conquistadores en América en 1520, el cólera de origen asiático que llegó a Europa en 1827. Estos virus surgen y nos afectan por la simple y sencilla razón de que son parte de una condición natural del ser humano. Nacemos, envejecemos, enfermamos y morimos.
Es importante señalar que cuando entramos en caos ante cualquier situación de desconfianza o sobresalto, afloran nuestros miedos básicos: miedo a perder la libertad, miedo a la soledad, miedo a morir. Y empezamos a vivir preocupados, agobiados. El no comprender el miedo en toda su dimensión nos desconcierta y hace que desconcertamos a los demás; se manifiesta en una personalidad neurótica. El doctor en psicología Karl Albrecht afirma: “el miedo al miedo probablemente causa más problemas en nuestras vidas que el miedo en sí mismo”.
Nuestro miedo actual no es por el coronavirus en sí, es por nuestra fragilidad humana, por nuestra mortalidad, y no somos plenamente conscientes. Ahora, con esta enfermedad infecciosa, de repente nos enteramos de que existe la posibilidad de morir por un contagio; pero olvidamos que aún sin el virus podemos morir en cualquier momento. Nos cuesta trabajo reconocer que somos frágiles y que la muerte nos puede llegar hoy, el mes que viene o el año que entra. La muerte es un proceso natural de la vida y no tenemos por qué negarla, simplemente debemos reconocerla, siendo conscientes de que nada es para siempre, no dejando ningún pendiente y viviendo más enfocados en la experiencia del presente.
Existen miedos reales (racionales) y miedos que no son reales (irracionales). El miedo real es el que nos pone alerta cuando percibimos cualquier peligro; gracias a esta reacción hemos adquirido la capacidad para escapar de situaciones en las que está en riesgo nuestro bienestar físico. Por ejemplo: miedo ante ciertos animales que nos pueden causar lesiones, armas, enfermedades terminales, etc.
En cambio, el miedo no real proviene de nosotros mismos. Es fruto de nuestra inseguridad, es el que nos induce a imaginar que algo malo nos va a pasar, y aunque no tengamos ninguna prueba válida hace que una falsedad imaginaria, en lugar de la realidad, domine nuestros pensamientos. Por ejemplo: tomar nuevas decisiones, emprender un nuevo proyecto, temor a que nos pueda ocurrir una desgracia. El miedo racional puede ayudarnos en nuestro día a día como un mecanismo protector de alerta. El miedo irracional solo logra paralizarnos, nos hace sufrir sin sentido.
Los miedos irracionales son contagiosos, y hay que frenarlos por medio de dos pasos esenciales: primero, aceptar que existen; segundo, salirnos de la triada maquiavélica. Una vez que seamos conscientes de ello, debemos descubrir con exactitud a qué le tememos y de qué manera influye en nuestro estado emocional. Sólo enfrentándolos podremos detener esta espiral que nosotros mismos hemos creado en nuestra psique y vencerlos para recuperar nuestra tranquilidad.
*Daniel León Islas (Dany Dharma) nació en México, D.F. Es instructor de meditación, coach de vida y escritor. Contador público y auditor, egresado de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Su inquietud y curiosidad lo llevaron a incursionar en la literatura en el año 2015, participando en diversos talleres de estilo y género, cuento, poesía, ensayo y escritura lúdica. Su primer cuento titulado “El observador”, apareció publicado en 2016 en el libro Cuentos de la 5 Oriente – Nuevos cuentistas poblanos (Editorial El billar de Lucrecia). Actualmente radica en la ciudad de Puebla, México. Su cita favorita: “Escribir es una forma de ser, de estar y de compartir”.
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