“¿[…] si son las células las que se
asocian en organismo o si es el organismo el
que se disocia en
células?”
H. Bergson
I
¿Quién responder pudiera, a quién la verdad no dejaría ciego?
Tras la niebla
las figuras enemigas se confunden.
Una mano —por fuerza— amiga
agita el viento a latigazos.
Acaso el sueño del esclavo
el agotamiento o la desesperanza.
II
Los empobrecidos
en espíritu reducidos
famélicos sedientos.
Por una moneda deslumbrados.
Los renunciados.
III
En este campo
de pronombres disueltos.
Entre ellos y nosotros
la impersonalidad desaparece.
Casi sangre y ceniza les queda,
nos queda entre las uñas.
IV
Qué castigo puede ser
el olor a colonia aún en las ropas,
la dentadura completa,
las manos limpias pulcras
y el cabello sin cortar,
en las miradas desvividas de los reclusos
ya sin luz, despojadas.
V
Un llamado al instinto.
De las entrañas:
el hambre el cansancio
del cuerpo, del espíritu.
Consumida en la razón
ya la palabra humanidad.
Poco más que huesos c
aminan a las cámaras.
VI
Un día más
en los pulmones el aire.
Desdibujada la conciencia
en el suplicio de la carne.
La culpa perece.
La elección se aniquila.
VII
En el juego del espejo
con las manos sucias
y los pies cansados.
Condenados a la impiedad.
Cómplices.
*María Alejandra Saldarriaga Agudelo. Nacida en 1996 en el municipio de El Carmen de Viboral, Antioquia. Estudiante de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Intenta el cuento, la poesía y el ensayo, desde hace algunos años.
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