Tiempo de espejos
Que acaso
el tiempo es un misterio
que
muda de sombra
frente
al miedo de la noche.
Este poema no es azul como los ojos de la tarde
ni tiene en las manos una flor que se muera
con sólo abrir los brazos del presagio;
no tiene secreto alguno que salve el vocablo
ni gesto místico que pretenda sublevarse.
Este poema no se persigue para atarse a un árbol,
para sobrevivir frente a la guerra de silencios
cuando la ceniza de la niebla
toca el cuerpo sin abrigo del judío
que jura asesinarse si se encuentra.
El tiempo habla poco y se acobarda con la muerte;
es el abandono frente al sigilo del tocarse,
trinchera que llena de heridas la recordación
y se aferra a la soledad para evitar los adioses
que proclaman que el delirio es ebriedad
o tal vez un antiguo enigma capaz de ancianizar
una pared de corazón embrutecido.
La hora de hablar de buques, lunas, dioses
y mares medievales, ha pasado;
el poema y el tiempo se enrojecen
ante la alborada de lo eterno,
-pues con la ceguera y un puñal-
hacen de la lágrima, la intimidad
aferrada al espíritu de soledad que no respira;
al espejo musical del desvarío y la utopía,
a un ángel capaz de sonreír sin habitarse.
El tiempo, una luz tenebrosa capaz de sollozar.
Letras de mujer
Mujer, una figura de miradera espiritual.
Enrojo
la noche,
y
advertido el poeta de nostalgia,
se
hace claridad sobre el peligro de juntar
a
una mujer con un espejo
-porque
más que vanidad-
se
viene encima un cielo musical
capaz
de salvar al hombre del no-asombro;
a
la humanidad de la idiotez del no-sentirse
y
a la poesía, a la poesía de la prelación de ser
sabiendo
que la dejaron olvidada en un armario.
Espectra o desmujer
Pensar, es dejarse caer sin la
memoria.
Alguien
habla de trampas
cuando
desata lo indecible
y
escucha el péndulo musical
en
los espacios de la lluvia;
alguien
anuncia la caída del milagro
en
el lenguaje impaciente que lo mira,
semeja
que el vértigo es fastidio y es herida;
-y a la vez- aguarda al pájaro
espantajo
en
la estela de los buitres
para
nombrar la indiferencia.
No
te pienso entre las líneas del poema,
señales
infantiles posan sobre el aire
mientras
ebria la percepción y cabizbajo,
desciendo
a la soledad; inexpugnable.
Poema para una
amada feliz
¿Será la alegría una parábola de hechizo?
Náufrago
soy de aquellos días de olvido,
un
dolor que se endiosa se ensilencia
oculto
en la garganta del sereno.
No
tiene nombres el conjuro
para
salvar la noche,
el
amor comienza a destejer las sombras
y
en ese momento milenario,
Dios
sonríe mientras escribe en la arena.
La
flor advierte del poema
y
en la umbría que calla,
el
ensueño va tras el secreto.
Ahora
el amor invade las voces del no-verso
y
celebra que el tiempo es un espejo habitado.
Ser decolorado
Inadvertida tu tristeza que seduce.
Temblor en tu espalda de naufragio,
escupes la soledad porque no desaparece,
y como rictus de querella,
desatas el asedio de los días y tinieblas;
indivisa existencia o imagen irreal.
Cansada y a hurtadillas te sonrojas,
vas en busca del prodigio de la luz
porque evitas la impaciencia;
incolora batalla, recuerdo,
tristeza o desazón.
*Omar Gallo. Itagüí, Antioquia. Poeta y escritor. Corrector de
Estilo. Asesor de Publicaciones. Profesional en Gestión
Cultural de la Universidad de Antioquia. Ha publicado 6 Libros de
Poemas: Contar Hasta Uno (versos cortos), 1995; El
Libro Dorado de las Pretensiones (prosa poética), 2000; Ética para los Sueños,
1ª. Edición, 2002; 2ª. Edición, 2007; Devorador de Sombras, 1ª Edición, 2004;
2ª Edición, 2014; Sobresaltos (versos cortos), 1ª Edición, 2007; 2ª Edición, 2018; Palabras de Sol (poemas para
una madre), 2011.
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