Independencia
"No me molestes" dijo Valeria
con tono firme. No dejaba la rabieta cuando su hermana ya le reclamaba de nuevo
por haber tomado del armario su muñeca favorita.
Así transcurrían los días de cada
semana, mes y año de su infancia mientras se dejaban llevar por juegos, objetos
y canciones de belleza casi imperceptible por la cotidianidad de su vida.
Ya un poco más grandes, decidieron
arriesgarse un poco más y desafiar las posibilidades de su edad. Tomaron camino
solas una tarde sin su madre por primera vez, la calle les parecía llena de
alegría, vida y colores. Cada sonido era una sinfonía que terminaba en un grito
de voces oscuras o rugidos de bestias mecánicas.
Nada fue igual después de esa primera
incursión a la independencia y decisiones individuales, ya nada podía hacerlas
regresar a la obediencia sin cuestionamientos y dudas sobre lo que se les
decía.
La edad nunca más fue un obstáculo.
Tristeza
Eugenia estaba triste. Solo pensaba en
su madre, a quien más amaba y su corazón temblaba pues no la veía ya hacía una
semana.
Su temor era infundado, absurdo o hasta
desdichado pero para ella era la forma de enfrentar los días sin esa persona
amada.
Sus ojos de pronto se llenaban de agua
salada y su valor menguaba a la soledad que pueden infundir las palabras. Los
sonidos sordos y las sonrisas huecas eran la alegría de cada acción a cada
hora. Lo que miraba, con quien se comunicaba, lo que escuchaba le era de alguna
manera una agonía aletargada, así como a un cachorro la falta de alimento a
cargo de la líder de su manada.
Al cabo de una semana se reunió con su
madre amada y aunque su forma cambiaba, a otra persona amada, también
extrañaba.
Calles
Una caminata nocturna siempre despeja
el alma. Eso pensaba cada que la angustia me alcanzaba.
Aquella noche en la calle de Esparta
fue diferente la resolución de la caminata pues no ayudaba a calmar el alma.
Esa noche solo el terror aumentaba la sensación de violencia en mis entrañas.
Miraba a cada lado del camellón por el cual caminaba y sólo veía gente tirada,
distanciada, golpeada por la incertidumbre de lo desconocido a la entrada de
sus casas, mirando por sus ventanas el oscuro e inmenso vacío de la noche en la
ciudad de las trabas. Escuchaba caídas de agua y el camino que abría hasta la
alcantarilla, el estruendo de los coches en movimiento y palabras altisonantes
y lujuriosas que a lo lejos solo sonaban entrecortadas.
El camino no fue muy largo pero las
imágenes en la calle creaban distancia entre el pensamiento y el alma, entre la
mente y el corazón que ya vislumbraban el fin de otra canción.
Mientras sentía el frío en la cara
decidí volver a casa que para entonces
ya no me pareció tan mala, triste o ingrata. Solo pensaba que mejor que la
caminata era un abrazo tibio y una almohada.
*Francisco Jiménez, mexicano, de la Ciudad de México
nacido en 1978, ha dedicado gran parte de su vida a la música que
inevitablemente lo llevó a la escritura de canciones.
Después de años de escribir canciones decide iniciar una
aventura en la escritura de cuentos de los cuales hay aquí 3 muestras. La
aspiración lograr escribir también novelas.
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