Suenan
las palabras de Lord Rutherford, nuestro “Gran Maestro”. Cada mañana, en los
sencillos, aunque limpios, barrios de los “ciudadanos productivos” escuchamos
una música estridente, pero armónica compuesta por el “Gran Maestro”, que nos
despierta del sueño reparador que hemos merecido por tanto trabajo del día
anterior. Entre semana está prohibido hacer nada que no sea dormir, el trabajo
del día siguiente no debe alterarse con cansancio malsano. Lord Rutherford
compone preciosas canciones para que el amanecer nos sea más grato y nadie se
quede durmiendo, es malo para el sujeto y la sociedad.
Al poco
rato, cuando se supone que estamos ya despiertos, sobre una seráfica música de
fondo, también compuesta por Lord Rutherford, se escuchan sus pensamientos
sobre la importancia de nuestro trabajo para que los demás colectivos
ciudadanos puedan ejercer en paz sus funciones. Sus palabras nos hacen ir con
el espíritu enhiesto, y contentos por nuestra responsabilidad.
Cuando
los responsables de las cadenas de producción, están especialmente satisfechos
con la calidad de nuestro trabajo, que no siempre es así, porque comprendemos
que nunca, nunca, la perfección de nuestro quehacer es la que nuestro “Gran
Maestro” desea, nos regalan un chip insertable en nuestra cabeza con todas las
canciones del “Gran Maestro”. Para todos nosotros, que nos reconozcan el
trabajo bien hecho es la mayor bendición recibida del “Padre Creador”, Lord
Rutherford.
Los
domingos es el día que los “ciudadanos productivos” tenemos concedida libertad
para reunirnos con nuestras mujeres e hijos; nuestro mayor placer es cantar,
todos juntos, las canciones tan queridas de nuestro alabado
“Gran Maestro”.
Si algo
empaña la felicidad que nos produce vivir en este idílico paraíso creado por
Lord Rutherford, y tan bien aconsejado por los “ciudadanos intelectuales”, es
que con mi hermano, el “ciudadano intelectual” número 1.235-ZXY, no puedo estar
con él cómo hacíamos de pequeños.
Comprendo
que no estén permitidas las relaciones entre los distintos grupos de
ciudadanos, porque eso alteraría la armonía de los colectivos diseñados por el
“Gran Maestro” para el bien de nuestra sociedad. Mi hermano y yo, en el periodo
familiar, antes de que le asignaran un número y una función en la sociedad, le
llamaban Relix. Hablábamos mucho, era muy inteligente. En la época infantil aún
no se controlaban las conversaciones familiares; pero nos decían que lo mejor
para el desarrollo de nuestra utópica sociedad era la separación por
capacidades. De esa forma no habría envidias ni discusiones.
Yo tuve
mucha suerte; hay una clase de ciudadanos, muy mala gente, personas que no han
querido aceptar la bondad del “Gran Maestro” y sus designios para con todos
nosotros. Son los llamados “ciudadanos díscolos”, se encargan de los trabajos
más sórdidos que se puedan imaginar y viven en los suburbios de la “Gran Urbe
Rutherfordiana”, vigilados por los “ciudadanos guardianes de la armonía”, que
les impiden cualquier contacto con los demás. No tienen derecho a escuchar las
palabras del “Gran Maestro”, tampoco al día de descanso con la familia ni la
semana anual de vacaciones.
Aun soy
un “ciudadano productivo”, aunque espero con alegría cuando llegue el momento
de compartir descanso con los trabajadores que por su edad ya no tienen las
capacidades productivas necesarias para el mejor funcionamiento de la urbe; les
llaman “ciudadanos improductivos”. Entonces podré reunirme con mis padres, a
los que no veo hace mucho, claro si es que todavía viven.
Cada
año hacemos la excursión a los “paraísos vacacionales” por quince días, para
escuchar las charlas de los “ciudadanos educadores”, que nos explican y
refuerzan las enseñanzas del “Gran Maestro”. En el trayecto pasamos por unas
campiñas verdes, rodeadas por una muralla acristalada adonde se retiran a
descansar los “ciudadanos improductivos”. Se ve un complejo muy bello, de
colores dorados, con grandes naves coronada con altas chimeneas. Nos dijeron
que eran para que nuestros mayores, ya improductivos, no pasen frio. No sé,
pero nos dijeron eso.
Un
domingo, mientras las familias de los “ciudadanos productivos” pasábamos
un bonito día cantando las canciones de nuestro “Gran Maestro”, en las grandes
pantallas en las que Lord Rutherford algunos domingos nos habla, un miembro del
consejo de “ciudadanos sabios”, formado por los más inteligentes entre los
inteligentes, dijo muy serio, “para escarmiento de todos”, eso dijo, que un
“ciudadano intelectual” de muy alto rango, cuyo número era 1.235-ZXY, había
sido condenado a penar con los “ciudadanos díscolos”. Su pecado es que le
solicitó al “Gran Maestro” que nos concediera libertad para decidir a cada cual
será su futuro; por hacer esa petición “tan antirrevolucionaria”, lo consideran
un hereje.
¡El
“ciudadano díscolo”, penado era mi hermano Relix! Me impactó la noticia y me
quedé muy pensativo. No sé qué es la libertad.
Pero si
que sé que mi hermano es muy inteligente…, no sé qué pensar.
*Francisco
J. Barata Bausach, España.
Premios
Internacionales: 65 Primeros Premios (Tres en EEUU, otro en Ecuador, dos en
Venezuela, otro en Alemania, dos en Brasil, trece en México, seis en Colombia,
dos en Bolivia, once en Argentina, uno en Perú), Segundo premio (Uno en
Uruguay, dos en Argentina y uno en México), Terceros Premios (Uno en USA, uno
en Argentina), Cuartos Premios (Dos en USA, uno en Chile, uno en México), 290
Veces Finalistas (Cuatro en México, siete en Argentina, uno en Colombia, otro
en Ecuador y otro en Costa Rica), 173 Seleccionados para diversas Antologías.
(Cinco en Uruguay, uno en Argentina, otro en Costa Rica, otro en Israel y uno
en Chile)
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